La erótica de la pareja

El potencial erótico es lo que el hombre y la mujer deben compartir para que sea palpable su felicidad.

El amor físico -así llamado- ha tenido una cierta leyenda negra y mala prensa. Hoy por hoy, muchos conflictos conyugales surgen de un mal entendimiento erótico de la pareja. Es evidente que un mal entendimiento en la cama es un mal entendimiento general. El cultivo de la dimensión erótica tanto del hombre como de la mujer es algo urgente.

PRIMERO DAR Y RECIBIR EL PLACER FISICO

Se nos había hablado siempre de un entendimiento intelectual. De que el hombre y la mujer tenían que compenetrarse, hablar, dialogar, tomar juntos las mutuas decisiones. Pero casi nunca se decía que tanto él como ella tenían que llegar a un entendimiento erótico. No es, ni más ni menos, que la práctica del placer compartido. Dar y recibir placer. Estar contentos de poder hacer el amor. Y de hacerlo bien: no deprisa o para saciar unas ciertas necesidades fisiológicas; sino con tiempo, con holgura, con la vivencia de la mayor felicidad posible entre los dos.

Dar placer y recibir placer no tiene que ser para una pareja una obligación contraída. No es un deber, sino un ocio necesario. Y de ahí la necesidad de pensar bien y despacio este fenómeno. A veces él concede ciertos gestos amorosos a ella porque eso le da placer. Y al revés. No es eso. Es más: Es que él y ella sientan y vivan la felicidad recíproca de poderse acariciar, besar, hacer el amor. Y que esto pueda ser disfrutado en un clima de relax y mutuo gozo.

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QUE LA MONOTONÍA NO AYUNTE LA SORPRESA

Es evidente que, en las parejas más bien entradas ya en años o que llevan algún tiempo haciendo el amor de un modo regular, esto ha creado en ellos un hábito o costumbre, lo cual ha podido matar en cierto modo la sorpresa de los comienzos. De ahí la necesidad de inducir, de cuando en cuando, alguna que otra novedad. He aquí un ejemplo: Unos jóvenes casados desde hacía quince años no habían variado jamás su posición en su relación sexual. Su práctica se centraba invariablemente en la llamada postura del misionero (el arriba, ella debajo). A decir verdad, no es que tuvieran unos problemas extraños. Simplemente lo que les sucedía era que la costumbre había eliminado el encanto de lo nuevo.

Otro caso: Una pareja -ésta de casi la cuarentena- nos confesaba en consulta que su vida amorosa iba quedándose como enfriada, enrarecida. Entre otras cosas, nosotros les preguntamos su frecuencia en las relaciones sexuales. Y fue muy sintomático observar el descenso matemático en su frecuencia, a medida que iban pasando los años. Al principio era cada día y algunos días varias veces; luego menos y menos y, por fin, la queja alarmante. En realidad llegaron a hacer el amor una vez cada quince días y de un modo maquinal. En el fondo -como ellos mismos confesaban-, porque les inquietaba un poco pasarse semanas sin hacerlo. Por supuesto, vinieron los deseos de aventuras extraconyugales e, incluso, ocasionalmente, la búsqueda real de compensaciones adicionales.

En definitiva, en estos casos, la solución no era complicada, y de hecho así fue. Punto, pues, de capital importancia: que la monotonía no ahuyente la sorpresa. La búsqueda de nuevos alicientes es buscar el encanto que encierra la práctica erótica de la pareja conyugal.

TERCERO: DESPERTAR EL POTENCIAL EROTICO

Existe un núcleo vivísimo del ser humano -hombre o mujer- que en la mayor parte de los casos está sin explotar. Conformarse haciendo el amor para saciar necesidades no deja de ser algo humano. Pero a lo que aquí nos referimos es a algo más: es hacer el amor lo más vivo posible. Por ejemplo: leer libros o revistas de una determinada temática, sería cultivar la erótica, algo que la pareja puede hacer.

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Sin duda que todos tenemos la culpa de haber relegado este riquísimo potencial a algo siniestro. Incluso el de haberlo clasificado dentro de una patología, una exageración o un abuso. Entiéndase bien: Cuando aquí hablamos de la erótica, eso es algo tan digno y noble que nos parece absurdo tener que defenderlo cuando en realidad deberíamos sentir la vergüenza de no haber sido capaces de integrarlo en nuestro ser. Y, por el contrario, recurrir a ello de un modo furtivo, culpabilizante y acomplejado -que es lo que hoy se suele hacer-; he ahí lo realmente anormal.

Vamos a ver si nos entendemos: ¿Es o no es noble el cuerpo humano? ¿Es o no es noble el cariño de un hombre y una mujer? ¿Es o no es humano y delicado el quererse de cuerpo entero? Porque sucede que hablamos mucho de eufemismos, tales como «te entrego todo mi ser», «te quiero con toda mi alma», «tú eres todo para mí» y otras muchas expresiones parecidas. Incluso, hablando del amor, empleamos el corazón para traerlo y llevarlo por todas partes como símbolo. Incluso más: Hablamos de ser dos en una misma carne. Todo esto es lo que usamos a diario. Pero cuando se trata de la práctica concreta, resulta que todo eso queda reducido a idealismos.

El potencial erótico de la mujer y el hombre son lo mejor que pueden compartir para que su felicidad sea palpable y no sólo una entelequia o un concepto. Y para despertar y enriquecer este potencial existen medios. Entre los más al alcance de cualquiera, libros. Es muy de lamentar que nuestra represión cultural ya clásica no nos permita desarrollar esto de un modo más enriquecedor. Pero creo que algo se consigue ya siendo conscientes de que eso es algo posible, realizable y -sobre todo no prohibido como malo o perturbador de la armonía conyugal.

CUARTO: UN RITMO RELAX DE VIDA

Quizá, ante todos estos problemas, el punto que más amedrenta sea el de la prisa a la que somete nuestra sociedad a todo individuo. Y de ahí la prisa también en que vive hoy una pareja media. Los problemas económicos, están ahí: la llegada de un hijo o varios crean un nuevo “estanding» de exigencias y de ritmo. El trabajo de la mujer, los nervios -muy comprensibles- de ambos. Todo esto es un material con el que tenemos que contar.

Pero ¿no sería posible llegar a una situación tal que no nos desintegre? Quiero decir que no nos haga vivir siempre en la cuarta velocidad y pisando el acelerador, oliendo a carburadores y a brea en la ciudad. Con una sensibilidad semiatrofiada… ¿Sería esto posible? Por supuesto que deseable lo es. ¿Cómo llegar a un clima relax en la misma relación erótica? Aquí no hay muchas fórmulas-receta. Pero sí algún punto que puede servir de mucho.

Por ejemplo, una dieta un poco organizada. Un horario planificado según el deseo de los dos. Comprendo que las circunstancias pesan y que la economía exige pluriempleos. Pero una dosis mínima de calma puede estar al alcance de cualquiera si se lo propone. Basta con seguir de cerca esto: Que no sean las circunstancias las que nos impongan un ritmo, sino que nosotros -contando con las circunstancias- nos le asignemos a nuestro• modo. Será más o menos flexible, más o menos acomodable. Pero a lo que me refiero es a que no sea la pareja una víctima de todo, sino –en lo que cabe- que lo esencial sea la pareja.

Por EFIGENIO AMEZUA

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