Por qué hay que buscar la variedad

variedad

Es una forma de sostener las relaciones combatiendo la amenaza de aburrimiento y la monotonía.

Nadie pasa su vida oyendo una pieza de Beethoven, por más que esa pieza sea la más genial. Un día le agrada la «Novena», otro, la «Quinta». Pero nadie –por más enamorado que sea de una de ellas- dejará por eso de gustar el placer melódico de Mozart, su alegría, su gozo, su júbilo simple y grande. Y por más gusto clásico que uno –cualquiera. Lleve dentro, no dejará de estarle agradecido a Paul Mauriat o a Frank Pourcel. Y de vez en cuando un vals de Strauss o de Chopin. A cada cual su gusto, por supuesto. ¿Y por qué no una de jazz o una melodía pop?

Tampoco, nadie come día a día el menú de siempre, por más que se trate de la cocina más apetitosa o exquisita. Cierto que para la nutrición no son necesarias muchas variedades. Basta con una breve gama, pero no se come sólo para alimentarse… ¿por qué habría de hacerse el amor para saciarse? Un día es solomillo y otro «entrecotte». A quien no le agrade la ternera de Ávila, no tiene por qué pasar por ella por buena que esté. ¿Y por qué no de vez en cuando una excursión por la cocina china? ¿O la francesa, más cercana? No quisiéramos entrar aquí en competición con los dados a la gastronomía. Pero el gusto se educa como la sensibilidad. Aparte refinamientos más o menos sofisticados, variar en la comida es un placer al alcance de cada cocina. Y de cada paladar…

Si un día van a bailar podrán disfrutar del rock al vals, pasando por la rumba, la samba y hasta de vez en cuando un bolero.

A unos les van los ritmos lentos, a otros los movidos. Unos y otros –todos- entran en ritmo en el primer compás. Y el baile es baile. La danza es el deseo en movimiento. Y en ritmo… ¿Logrado? A veces se preguntan muchos cómo se puede bailar bien en medio de tanta gente. ¿Se trata de bailar bien y ofrecer un espectáculo o simplemente de moverse y vivir un ritmo, una melodía, una música que –así y sin más- hace bien y agrada, alegra, pone romántico o invita a decir más grácilmente lo que de hecho solamente se expresa moviéndose?

DISTINTAS FORMAS DE DISFRUTAR Y DE AMAR

No vamos a pasar revista aquí a las formas de decir te quiero, desde las flores a los celos, desde el gesto comprensivo al guiño refinado de Don Juan. Ni vamos a hablar del gótico o del románico, ni de Goya, del Greco o de Picasso, de Venecia o de Segovia, de la playa de Aro o de las rías de Arosa… es curioso el reparto de todo por los gustos y por la variedad. Un verano a Alicante y otro a la Toscana. La playa y el sol se combinan con las Gracias de Borticcelli. Y el Barrio Latino de París con la Grande place de Bruselas… ¿Katmandú? Hay cosas que exigen otros baremos –quiero decir otras carteras- un poco diferentes que la del «Lujo a su alcance». Pero las mil y una noches suelen ofrecer siempre alguna entre tantas para gusto de cualquiera. En la erótica por lo menos.

 

Efigenio Amezúa (Sexólogo)

Convivencia Sexual (1978)

 

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