DE DESEADA A DESEANTE

Por supuesto que no todas, ni del mismo modo, pero las mujeres ya no sólo son seducidas y deseadas. Por supuesto que no todos, ni del mismo modo, pero los hombres ya no sólo son seductores y deseantes. Como estereotipo sociosexual ya no nos sirve la idea de hombres deseantes y mujeres deseadas. Como otras muchas cosas, los papeles del deseo están dejando de ser «unisex».

Y las creadoras e impulsoras de este cambio, como la mayoría de los cambios en los últimos tiempos, son fundamentalmente las mujeres. Son muchas las causas que pueden explicar este cambio: el movimiento feminista como motor de cambio social y productor de ideas, la conciencia del propio placer, el reconocimiento de la propia sexualidad sin dependencias de la sexualidad masculina, el acceso a la formación y al trabajo, la consecución de una sexualidad no necesariamente reproductiva, la creencia en las propias y peculiares características, etc, etc

Este cambio, la versatilidad de los roles del deseo, está produciendo una revolución en la gramática de la seducción. Y muchos hombres, -también mujeres, pero especialmente nosotros- entramos en una dinámica de confusión y vértigo. En cierto modo estamos asustados y lo que es peor, nos asusta estar asustados.

La mujer está dejando de ser exclusivamente el objeto del deseo masculino para pasar a ser sujeto y protagonista de su propio deseo. El hombre, arrastrado por el fenomenal empuje de este cambio, se convierte en objeto del deseo de aquella, sin saber muy bien qué hacer con su propio deseo de desear. No sabe si competir o huir. Incluso se descubre no-deseante precisamente por ser deseado.

Esta revisión de papeles complica sobremanera el difícil arte de seducir y ser seducido. Y dificulta aún más la siempre complicada comunicación hombre-mujer. Quiere esto decir que se deben de volver los papeles al régimen anterior?. En absoluto, pero quizás debamos aceptar las contradicciones que estos cambios generan en nosotros y en las parejas que construímos y desde ahí comenzar una comunicación más franca con nosotros/as mismos/as y con nuestros correspondientes.

En mi consulta veo con frecuencia hombres que se quejan sinceramente de la poca iniciativa sexual de sus mujeres. Sin embargo estos mismos hombres se encogen, se asustan, quedan sobrecogidos y confusos cuando sus mujeres les sustraen el papel de deseantes.

Del mismo modo, veo mujeres que se quejan del monopolio del deseo que sus hombres ostentan. Sin embargo estas mismas mujeres se asustan, quedan sobrecogidas y confusas cuando sus hombres abandonan este papel. Qué nos está pasando?.

La exigencia femenina se solapa a la ancestral autoexigencia masculina. Y aparece el temor al fracaso. Y el temor al fracaso nos lleva a menudo al fracaso. Y desde el fracaso aumentamos la exigencia. Y así hasta el infinito.

Si antes los fetiches que conjuraban el deseo eran necesariamente femeninos (medias de seda, tacones altos, perfumes, carmines) ahora pueden del mismo modo serlo masculinos.

J.R. L.

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