La sexualidad que esconden los cuentos infantiles

Voy a contarles, si me lo permiten, algunas cosas que he venido pensando sobre los cuentos infantiles. Me refiero a los cuentos de siempre. A los que leyó usted y leyeron sus padres y sus abuelos. Y que siguen siendo los mismos, o muy parecidos, a los que hoy conocen sus hijos. «Caperucita», «El gato con botas», «La bella durmiente», «Piel de asno», «Barba Azul», etc. Afortunadamente (luego les explicaré por qué pienso así), estos cuentos siguen circulando, se siguen editando y hay muy pocos niños que no los conozcan.

¿Ha probado usted a recordarlos o a releerlos? Le invito a que lo haga. Es muy posible que se sorprenda tanto como yo. Cuando, hace unos años, me propuse entender qué había en estos cuentos que les hacía tan importantes y duraderos en el folklore infantil. Mis ojos de adulto se encontraron con unas historias repletas de sexo y de muerte.

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¿Le parece exagerada mi afirmación? No deje de volver a leerlos, por favor.

Eso de «sexo y muerte» suena a James Bond, y claro está que los cuentos no tienen ese aire. No olvide que los cuentos a que nos referimos están recopilados y obtuvieron forma literaria en el siglo XVII en su mayoría.

Pero recuerda el tonel, lleno de repugnantes reptiles, donde debían perecer devoradas las víctimas, en la segunda parte de «La bella durmiente»; o la bruja que muere asada, en «Hansel y Gretel»; o el degollamiento de las siete hijas del ogro, en «Pulgarcito»; o las extracciones violentas de órganos vitales, así el caso de las malvadas madrastras que requieren el corazón de los niños, en «Blancanieves» y en otros; o los envenenamientos… ¿Qué le parece? ¿Verdad que hay muerte y violencia?

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Por lo que al sexo se refiere, debo decirle que, contrariamente a lo que ocurre en las historias del agente 007, en los cuentos la sexualidad no siempre es como habitualmente la entendemos, sexualidad genital. Los psicoanalistas emplean la palabra sexualidad en un sentido muy amplio. Ellos creen, y yo también, que se puede expresar amor, y todo un mundo de relaciones. A través de otros órganos que no son los genitales. Y que hay épocas del desarrollo en que otras zonas del cuerpo se hacen cargo de esta tarea de relacionarse, querer… y también odiar. Pero éste es un tema muy amplio que no podemos tratar ahora. Para no complicar mucho las cosas vamos a referirnos a la sexualidad como la entendemos usted y yo cuando charlamos con la mujer y con los amigos. Pero no olvide que ésta sólo es una parte de la vida sexual y que. por tanto, sólo es una parte de la sexualidad que aparece reflejada en los cuentos.

Pues bien, vamos a meternos en el tema. Pero antes, contésteme a estas preguntas:

¿Cuántos chistes verdes conoce sobre Caperucita? Hay montones.

¿Sabía usted que en la traducción española de » Piel de asno» se deforma claramente el contenido? ¿Que no es el mozo de cuadra quien quiere casarse con la princesa, sino el rey, su propio padre? … Si ha visto la versión cinematográfica del cuento que se ha proyectado últimamente, en la cual creo que se respetaba el contenido original, se habrá dado cuenta del “gazapo» de la versión escrita.

¿Ha pensado alguna vez por qué a muchas mujeres les resulta desagradable el recuerdo de Barba Azul?…

¿Conoce el chiste de Blancanieves recorriendo tocólogos?…

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¿A usted no le ha resultado nunca chocante aquel cuento en que una bella princesa se encuentra con un sapo parlante que le ruega le albergue en su cama durante un cierto período de tiempo? Al cabo de unos días, y a efectos de tan insólita terapéutica, el sapo se convierte en un apuesto príncipe. Como comprenderá, el tema se presta al chiste. ¿Conoce un chiste antiguo ya, sobre este mismo tema? El cuento a que nos referimos es de Grimm y se titula «El rey rana». Pero existen variedades más explícitas en cuanto al contenido: «El sapito», «María, manos blancas» (aquí el sapo es sustituido por un hombre… negro).

¿Sabía que, en el original, de Perrault, el lobo, disfrazado de abuelita, invita a Caperucita a desnudarse y meterse en la cama con él (ella), y que el relato acaba con la devoración de Caperucita por parte del lobo, sin más?

Pero, por favor, no se pierda esto. Es la moraleja con que termina el cuento de «Caperucita» en la versión de Bruguera (Cuentos de Perrault, Barcelona. 1972):

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«Se ve aquí que las niñas, y muy especialmente las que son bellas, hacen mal en escuchar a toda clase de personas, pues con ello se ven expuestas a ser devoradas por el lobo. Y hay que tener en cuenta que no lodos los lobos son de la misma especie. Los hay que, usando maneras muy suaves se disfrazan de cordero y se tornan complacientes para seguir a las niñas por las calles y hasta sus mismas casas. Más, por desgracia, estos lobos, dulzones e hipócritas, son los peores de todos.»

En la moraleja las cosas están más claras que en el cuento. El peligro no es ser devorada por el lobo precisamente.

Si se ha tomado la molestia de contestar a mis preguntas entenderá mejor lo que sigue.

La sexualidad está presente en todos los cuentos del tipo al que estamos aludiendo. Sexualidad genital y sexualidad no genital.

Desde la situación más conocida, tópico con que finalizan la mayoría, el enlace con un personaje del otro sexo (príncipe azul, princesa bellísima), hasta situaciones más complejas en que se habla de competencia entre los dos sexos (o las figuras que los representan). Así, el lobo y Caperucita, E1 gato y el hijo del molinero, en «La herencia de Juan» (versión cercana, pero mucho más explícita que «El gato con botas»).

En otros relatos, madre e hija se envidian y compiten por la posesión de mayor belleza o la posesión del varón (Cenicienta, Blancanieves).

¿Y por qué aparece la sexualidad en los cuentos infantiles? Yo entiendo que por una cosa muy elemental, porque la sexualidad está en los niños, y es por ello que los cuentos (con carácter de mito la mayoría de los que hemos aludido) recogen lo más auténtico y más conflictivo de la vida infantil. Su amor, su agresividad. Y ello en relación con las figuras que son para los niños más importantes: sus padres, sus hermanos, sus hermanas.

Los cuentos, por tanto, permiten que el niño pueda «dar salida» a sus afectos, pero desplazándoles sobre figuras que se lo toleran. Veamos.

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Cuando un niño se siente «cebado» por una madre demasiado ansiosa en lo relativo a la comida no puede sacar su rabia y su impotencia. Tiene que » tragar quina». Pero a la bruja de Hansel y Gretel que ceba a los niños se le puede asar tranquilamente… en la fantasía.

Cuando un niño experimenta fuertes sentimientos tristes y envidiosos porque siente que sus padres le dan pocas cosas, y que por ser pequeño no hacen caso de sus opiniones, no puede decidir, etc., no puede protestar con toda la virulencia que desearía. No se lo permitiríamos. Los padres de Pulgarcito tampoco se lo permitían a él. Y encima se reían y le tomaban el pelo por canijo. Pero, a falta de poder protestar en casa, lo hace en casa del ogro. Allí engaña a la mujer, hace que las siete hijas mueran degolladas, le roba dos sacos de oro y al final le mata. Pero es en la fantasía, naturalmente.

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Cuando una niña tiene curiosidad (deseo) y miedo de qué va a pasar cuando llegue a la pubertad, no puede expresar esta situación claramente. Pero fíjense qué bien lo hace la Bella Durmiente. Se da las grandes caminatas por el castillo, cuando los padres no están, buscando algo con gran curiosidad. Y lo encuentra. Encuentra el único huso superviviente de la quema paterna, ya que el huso era un peligro para ella. Pues bien, cuando encuentra el huso se queda dormida cien años. «He llegado a los quince años, lo estaba deseando, pero me da mucho miedo. Así que no quiero saber nada.»

¿Qué hace una niña cuando experimenta una cierta atracción por su padre? Una atracción que es recíproca. ¿Se ha dado usted cuenta de que a las madres les gusta «coquetear» con los hijos y a los padres con las hijas? ¿No se pone usted muy ancho cuando su hija dice que es usted muy guapo? Bueno pues la niña se lo prohíbe a sí misma. No quiere ni pensarlo, ni sentirlo. Lo que hacemos todos, primero cerne hijos y luego como padres. Pero siempre alienta ver que a otros les ocurre lo mismo. Y eso de la atracción hacia el padre yo creo que les ocurría a la niña de Barba Azul y a la de Piel de Asno. Deseaban algo que ellas mismas se prohibían tremenda mente.

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No quiero que piense que estos comentarios suponen un análisis de los cuentos que cito. Son solamente aspectos y no los más importantes, en algunos casos. Pero los traigo a colación para hacerle ver que los cuentos no añaden nada, sino que son un magnífico vehículo a sentimientos que están ahí, nos guste o no, y que no pueden ser expresados de otra forma.

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El cuento ayuda a poder sacar esas cosas y a manejarlas aunque con muchas prevenciones. La más importante es que el niño y el adulto no se reconocen en los personajes del cuento, eso no tiene nada que ver con ellos »son cosas que sólo ocurren en los cuentos»..

Aunque sólo sea por esta razón (que permite »dar salida» a cosas que tenemos dentro) este tipo de cuentos son enormemente beneficiosos para los niños. Aunque, por otro lado, tengan muchos fallos de los que hoy no podemos hablar ya.

Deje que sus hijos los lean, cuénteselos usted. No lo notará pero está permitiendo un magnífico cauce de expresión en una época en que tan necesitados estamos de ello.

Por GERARDO GUTIÉRREZ SÁNCHEZ

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