Sexorum Scientia Vulgata

Joserra Landa

Revista Española de Sexología, monografía extra-doble nº 139-140, Instituto de Sexología, Madrid, 2007.

Recopilación de artículos publicados con ánimo divulgativo y de asunto variado: normalidad, masturbación, excitación, promiscuidad, amor, besos, anticoncepción, moral sexual, abusos, educación, impotencia… Con su claridad conceptual y desparpajo característicos, el autor nos ofrece la mirada de un sexólogo sobre los temas sexuales de nuestro tiempo.

«…No hemos avanzado mucho. Durante milenios se ha creído que un hombre era una persona portadora de un pene. Lo peor es que también se creyó que una mujer era una persona carente de dicho atributo. Una barbaridad ¿verdad? Pues en nuestro maravilloso mundo de la alta tecnología sigue siendo el modo con el cual asignamos el sexo a los a los neonatos y a los nasciturus (los que van a nacer). Gracias a la ecografía podemos saber el sexo del feto meses antes del alumbramiento. Si se ve pene, niño; si no, niña. En esto no estamos nada lejos de nuestros antepasados cavernícolas. Salvo que ellos tenían que esperar al parto para llegar a la misma conclusión. Hemos mejorado que sabemos lo mismo, del mismo modo, pero antes.

Transexuales. Los transexuales son personas cuya identidad sexual no coincide con su anatomía sexual. Mientras que su cerebro es de un sexo, su cuerpo es del otro. En la actualidad no es posible alterar su cerebro para que encuentren su armonía; así que se resuelve esta contradicción modificando lo que se puede de su cuerpo.

Doping genético. En la alta competición femenina el criterio que se sigue para discernir el sexo de las competidoras es el cromosómico. Tras las pertinentes pruebas, si una atleta tiene un cromosoma Y de nada le valdrá su DNI, llamarse Eva, tener reglas o incluso ser madre. Queda descalificada como participante de una prueba femenina porque se considera que posee una especie de ventaja genética. Para participar en la competición masculina no hay pruebas de sexo. Si las hubiese igual se romperían algunos mitos. En cualquier caso, y por definición, los olímpicos siempre llevan ventaja genética. Sin ella, no llegarían a serlo.

Ser lo que se tiene. Suele creerse que somos (sexo) en virtud de lo que tenemos (atributos sexuales). Según esto si se nos quitase lo que tenemos cambiaría lo que somos. Durante mucho tiempo se creyó que esto era cierto al menos durante los primeros años de vida. Hoy sabemos –después de bastantes tragedias_ que ni siquiera en los primeros meses de vida puede cambiarse. Somos lo que somos al margen de cuáles atributos tengamos. Todo lo que podemos hacer es: descubrirlo, aceptarlo y vivir en armonía con ello. Pues las alternativas son, siempre, formas del sufrimiento.

Intersexuales. Todos somos intersexuales puesto que en todos nosotros convive lo masculino y lo femenino. Pero en algunas personas el asunto es muy manifiesto y chocante. Por ejemplo hay personas con cromosoma Y (masculino) con pechos y vulva. Las hay con genitales femeninos (clítoris y vagina), pero testículos interiores. Hay hombres biológicamente coherentes que son psicológica y socialmente mujeres; o al revés. Y no estamos hablando de monstruos. Lo auténticamente monstruoso es la idea de que el sexo es una regla que debemos cumplir. Lo monstruoso es olvidar que hay personas detrás de cada una de esas «excepciones a la regla». También es monstruoso desconocer que, con más o menos evidencia y conciencia, todos somos una excepción a esa regla. Y es que esta regla –el sexo– no tiene más que excepciones. Tantas y tal variadas que las llamamos «diversidades»…»

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