BÉSAME MUCHO
Por Jose Ramón Landarroitajaurregui
El beso es en nuestra cultura la conducta erótica por excelencia. Aunque cuando hablamos de sexualidad, la primera conducta que suele venirnos a la cabeza es el coito, el beso es con mucho la conducta erótica más más frecuente. Además de ser la primera y la que menos
Así como el coito es una conducta que compartimos con el resto de los animales que se reproducen sexualmente. El beso solo lo compartimos con nuestros primos los primates. Desde este punto de vista puede afirmarse que el beso es probablemente la conducta erótica más evolucionada.
La postura coital exclusiva de los mamíferos es el «coito a tergo»; esto es, con penetración posterior. Sin embargo, muchos primates y desde luego el hombre modificaron ésta por la penetración de frente («face to face»). Frecuentemente los antropólogos explican este cambio postural por el anhelo de contacto bucal.
Puede decirse que el beso es a la sexualidad oral, lo que el coito a la sexualidad genital o la caricia a la sexualidad epidérmica.
Podría decirse que existe una cierta gramática del beso gracias a la cual nos comunicamos sin palabras.
No significan lo mismo un paternal beso en la frente que un casto beso en la mejilla o un beso cómplice lanzado al aire. No tienen el mismo contenido erótico la huella del beso dejada en una carta o un espejo, que un beso sorpresivo en el cuello o un juguetón beso en el lóbulo de la oreja. No comunicamos lo mismo con un furtivo beso labial, con un apasionado beso bucal o con un interminable intercambio lingual. Mucho menos puntuamos del mismo modo un húmedo beso en los pechos, un encendido beso genital o un inquietante beso anal. En cualquier caso, a través de todos ellos, vamos escribiendo la historia de nuestros sentimientos y de nuestras sensaciones íntimas.
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