EL PLACER Y LOS CINCO SENTIDOS

 

Acariciar es un arte. Y la caricia es algo parecido a una obra de arte —una gran obra de arte humano— que se lleva a cabo con los sentidos. Acariciar no es solamente tocar o palpar. Es, también, ver, oler, oír, gustar. Todo los sentidos entran en esta obra de arte, lo mismo que todos los colores entran en una pintura, en una obra maestra.

La caricia es el gesto más integral y completo que tienen un hombre y una mujer para comunicar sus sentimientos como hombre y mujer que son, como pareja. La caricia es su especialidad y su exclusiva. Pero sabemos muy bien que este arte suele estar un poco abandonado, que es un poco anárquico y en erial. Por eso vamos a repasar aquí algunas nociones básicas sobre la caricia y los sentidos, dentro de esta monografía dedicada al mapa erótico de los dos: hembra y varón.

LA VISTA

La mirada como función sensual tiene su propia función. De una mirada uno sabe si la persona a quien mira es de uno u otro sexo, excepto en casos rarísimos y especiales. La relación humana incluye también esta antena de la sensualidad. ¿Y por qué no habría de ser así como sentido que es?

¿Qué ve el hombre en la mujer y la mujer en el hombre? Hay personas que se empeñan en negar este carácter visible, perceptible por la vista de una erótica humana. Sabemos, sin embargo, que no es así en la realidad. Pero es evidente que la manifestación de lo que sienten y viven los sentidos no siempre concuerda con las reglas de lo que llamamos «normas correctas de la sociedad». Estas normas han atrofiado mucha capacidad erótica de percepción visual.

A pesar de todo —lo sabemos— la sexualidad de los invidentes tiene otros matices que la de los videntes. Esto es un hecho cabal. La mirada es una caricia. Y acariciar con la mirada merece también su cultivo en pro de una erótica más convivencial y más humana.

Centrándonos ya en el hecho concreto de la erótica de la pareja, los patrones culturales y la costumbre dicen que el hombre tiene más desarrollada esta capacidad erótica visual que la mujer. El erotismo del «voyeur» o mirón (para entendernos) es un hecho muy bien conocido. Aunque sólo sea por el cultivo machista de la publicidad.

A la mujer le gusta —como al hombre— ver a la persona amada. Hacer el amor a oscuras es una aberración. Sin embargo, esto se ha venido dando —y aún se suele dar— con más frecuencia de la que sería deseable. Verse y mirarse es una condición para admirarse. Sin recurrir a muchos argumentos, he aquí la sabiduría popular: ojos que no ven, corazón que no siente. ¿Por qué en la sexualidad habría de ser diferente?

EL GUSTO

Otro sentido bastante atrofiado, y que valdría la pena cultivar, si se quiere llegar a una vivencia humanamente integral de la sexualidad en la pareja, es concretamente el gusto, pilar también importante en el erotismo de toda pareja.

El hecho real del beso es una fuente de atractivo erótico en nuestra cultura. El beso es, posiblemente, la forma de caricia más conocida, más admitida y más cultivada. Las salivas se mezclan en la pareja que se besa y eso proporciona una sensación placentera.

El beso hondo es un contacto de labios y de lengua, que no excluye el sabor de la boca de la persona querida. Paralelo al gusto se da igualmente el dis-gusto o desagrado sensible o sensual ante un mal sabor de boca, un mal aliento, una infección o una caries dental. Conviene resaltar aquí la necesidad de que cada uno conserve una higiene peculiar, con miras a que el placer del beso no se aminore ni deteriore. A veces una simple infección bucal no cuidada es la causa de la omisión de muchas caricias y, a la vez, de numerosas desavenencias conyugales.

Pero el beso en la boca es solamente un ejemplo. El gusto se da igualmente en el sabor de la piel a lo largo de todo el cuerpo. Muchas personas sienten preferencia por saborear distintas zonas del cuerpo de su pareja. Y sus testimonios son reveladores.

Los condicionamientos de la infancia juegan aquí un gran papel. La naturaleza da objetos para todos los gustos. Y lo que para una pareja es muy apetecible, puede resultar sin especial interés para otras.

Vamos a poner únicamente un ejemplo: la práctica de la felación y del cunnilingus es una caricia practicada con mucha frecuencia. Esta caricia es una consecuencia del sentido del gusto. Algunas personas se preguntan si estas caricias no son ataques al pudor.

Cuando dos personas se quieren todo es agradable para ellas. Podríamos incluso decir que todo es bueno e inocente. El pudor —el falso pudor— es siempre el factor que mata la inocencia. Las caricias buco-genitales, desde el punto de vista objetivo, no son ni una indecencia ni una aberración. Son una muestra de cariño y de ternura. Cabe señalar que quien no las considere así no tiene por qué criticar a los que encuentran en ellas una hermosa manera de quererse. Tampoco sería materia de crítica la omisión en aquella pareja que lo haya decidido así y que a la vez tenga una erótica rica y satisfactoria.

EL OLFATO

Sobre el sentido del olfato hay un hecho muy curioso: el embotamiento de esta capacidad erótica está siendo explotado por la publicidad. Al no ser cultivado humanamente tenemos que sufrir que el olfato sea explotado comercialmente.

Los cosméticos y productos farmacéuticos cubren muchos olores naturales que, de ser cultivados y reconocidos, serían agradables, como lo son los productos naturales comercializados con que los suplimos o sofisticamos. El olor humano —olor de cuerpo, de presencia entera— puede ser objeto de atracción y de rechazo. Sabemos que en los animales este sentido interviene de manera muy preponderante para sus relaciones sexuales. Es un gran olor lo que lleva al macho a la hembra, y viceversa, durante la época de celo.

Aparte de esta consideración, lo que encontramos como muy cierto entre las personas es la característica propia del olor como atractivo. El olor despierta el deseo y es un gran estímulo erótico. Por ejemplo, el olor de la piel. El mismo olor de la transpiración normal, que da al cuerpo de la persona querida un trasunto de atractivo. El abuso de desodorantes es algo que puede verse como ataque a estas cualidades.

El olor del cuerpo y el olor de los órganos sexuales son igualmente matices muy dignos de ser considerados para el cultivo de la caricia erótica. A pesar de una gran dosis de elementos subjetivos, de condicionamientos de infancia… los olores han inspirado la lírica y la poesía.

¿Hará falta resaltar la función de los olores en ciertos comportamientos fetichistas? Oler una casa, oler un cuerpo, oler una prenda….y vivirla, es algo que entra de lleno en el fetichismo de nuestra vida normal. Sin llegar por ello a una exageración patológica.

EL OÍDO

El oído es un raro sentido en la vida erótica de cada persona. El oído es receptor de la palabra. Pero también de ruidos. Y los ruidos son gestos de la sensualidad. La música es un buen ejemplo. De todos es conocido el poder de seducción que Don Juan tenía con su palabra. Y si seducía es porque las mujeres admiraban sus palabras. El sentido del oído es también una antena de la erótica, especialmente en la mujer, como la vista lo es en el hombre.

Hay personas que encuentran más apetecible el silencio. Otras hablan. Generalmente, el hombre no habla demasiado durante la relación sexual. La mujer, por el contrario, siente una mayor necesidad de expresarse. En los momentos culminantes del placer la mujer irrumpe en gemidos o quejidos, expresiones líricas o cariñosas, interjecciones… Generalmente, la mujer requiere más palabras del hombre, aunque éste —en su excitación— no se les sepa siempre regalar.

Las «palabras de amor» y los piropos de la intimidad son un fruto del sentimiento y, al mismo tiempo, un excitante de la sensibilidad. No faltan, sin embargo, casos en los que la excitación, o la puesta en forma, requieren otras variables como con ciertas expresiones corrientes, incluso groseras, o teñidas de humor, de sobreentendidos cómplices para el lenguaje de la pareja.

EL TACTO

Posiblemente sea este el sentido más conocido en la relación sexual de la pareja. Cuando se dice caricia se suele entender «palparse». Sin embargo, hay algo de diferente entre el tacto normal y el cultivo del tacto como sentido.

A muchas parejas les vendría muy bien esta sugerencia: vivir su sensibilidad de vez en cuando a través del tacto. Sin más. Sin proponerse llegar a la relación sexual completa. Es una forma muy delicada de explorarse, de conocer lo que cada cual siente y lo que cada cual prefiere.

Muchas parejas se limitan a caricias muy someras, muy estereotipadas, muy rápidas, muy superficiales. Y a fuerza de repetir siempre las mismas clases de caricias acaban por acostumbrarse a ellas de una manera monótona, terminando en la indiferencia. Esta sugerencia va a más. Queremos decir que se trata de conocer sensualmente el cuerpo entero de su pareja.

La sexualidad y la erótica humana no se reducen solamente a unas zonas. Podría decirse, sin miedo a exagerar, que todo el cuerpo humano es erótico, y que todo el cuerpo humano acariciado es capaz de reaccionar con sensaciones agradables y placenteras. De ahí la importancia del sentido del tacto en la vida sexual de la pareja.

Cuanto más rica sea la exploración erótica de ambos, en la aplicación de los cinco sentidos, más amplio será también el lenguaje del amor. Y a la relación sexual le falta mayor lenguaje para que pueda alcanzarse la armonía. Esa armonía de lo sexual, en la convivencia de cada pareja tiene precisamente la clave para la salvación del matrimonio, lo que a tantos preocupa.

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