Hay muchas maneras de invocar al deseo…diría que, tantas como hombres y mujeres, más aún, tantas como situaciones vividas entre una mujer y un hombre, entre dos hombres, entre dos mujeres…
Algunas personas intentan abrir la puerta con una música relajante, una luz tenue y acogedora; otras lo hacen con ropa de seda o tal vez de cuero; muchas, no necesitarán de complementos e invitaciones, otras cuantas, programarán hasta el último detalle de este encuentro.
Estas y otras llaves son perfectamente legítimas, permitidas en el arte de la amatoria…ninguna es mejor ni peor, todas “encajan” en algún momento.
Volviendo y re-volviendo en el tema de la sexuación.
Gracias al sexo nos diferenciamos y distinguimos en hombres y en mujeres. Y al igual que no existen mujeres ni hombres puros (en cuanto a los caracteres sexuales secundarios), tampoco deseos estrictamente masculinos ni netamente femeninos.
Pero sí que se encuentra un espacio común, compartido por muchas mujeres con similares deseos, las mismas llaves…o con las mismas cerraduras…
Al igual que en los hombres.
Este artículo pretende describir sino descubrir, que es lo que se esconde detrás de ciertas demandas de mujeres hacia los hombres, cubiertas con el velo del deseo erótico.
A qué llamamos deseo erótico?
Podía ser la atracción que sentimos hacia alguien que nos impele a acercarnos, completarnos y darle cuerpo, cabida y forma.
Parece que hemos llegado al acuerdo que la demanda, el deseo erótico en la mujer (no olvidemos la variabilidad intersexual y, al referirme con el término mujer no pocos hombres quedarían también englobados) es sutil, implícito.
Mientras parece que el de los hombres (incluyo también mujeres) es patente, más conciso y perentorio.
Nos encontramos entonces, con un deseo que “viaja” por diferentes circuitos vivenciales….
Ante una desavenencia “parejil”, el hombre (seguimos sin olvidar la variabilidad intersexual) puede distanciarse, olvidar y/o paralizar momentáneamente la discordia y dar rienda suelta a su deseo; mientras que a la mujer le resulta complicado, difícil y hasta engañoso dicho comportamiento.
En esto entraría sin duda, la cultura, nuestro folklore (concretamente los prejuicios y creencias compartidas) que todas y todos en mayor o menor medida hemos interiorizado.
Frases como: “…si se cree que ahora después de haberme enfadado va a tener sexo…”,”…seguro que se le pasa, cuando le haga cuatro carantoñas…”
Y otra, “el hombre siempre tiene ganas”
En esta última habría que preguntarse de qué siempre tiene ganas….no creo que se trate simplemente de realizar una penetración vaginal o cualquier otra práctica erótica, tal vez esas ganas pueden ser, el sentir que la otra persona le desea, participa y disfruta…
En ocasiones, estas situaciones desembocan en que la mujer use como moneda de cambio este “fácil hacer” de su compañero.
Como si se tratase de una versión modernizada de “…a los hombres se les conquista y se les conserva por el estómago…”
Lejos de los estereotipos y subjetivas valoraciones de la antigua relación entre sexos de nuestros abuelos (¿…?) nos encontramos también en nuestros días, con este lenguaje y modo de hacer, donde cada Sexo va conquistando diversas cimas en cuanto a derechos y status convivenciales.
Pero lo que más me llama la atención son estos casos, en los que la mujer aun con ausencia de deseo provoca un encuentro amatorio en pro de conseguir algo de su compañero y/o para apaciguar y/o enfriar una situación conflictiva.
O los casos en que aunque con deseo erótico, lo aleja, recordando los conflictos anteriores.
Me pregunto pues, qué le mueve a la mujer a creer (y a actuar) que después de…, va a obtener lo que desea o, la situación va a tornarse relajada o, cualquier otro triunfo que le haya movido a dicha acción.
Todas estas pajas mentales (las mías) acaso se podrían concretar en la afirmación del todavía escaso conocimiento que existe de un Sexo hacia otro…o dicho de otro modo, la diversidad y riqueza que se esconde tras los Caracteres Sexuales Terciarios.
Regresemos al tema.
Las vivencias, los esquemas mentales que ponemos en la práctica son diferentes. Sorprende la divergencia en creencias, comportamientos y decisiones ante una misma situación de dos personas que conviven hace largo tiempo.
Otra situación generada y acentuada también por la manera que cada una y cada uno tenemos de vivir nuestro Sexo y de no situarnos en el lugar del otr@:
La organización, limpieza del hogar compartido, el cuidado y educación de l@s hij@s (si los hubiera)…, también puede ser propiciadora de desencuentros y hostilidades donde una u otro intentan colocar su bandera.
No se puede negar los cambios en estos últimos años, más mujeres comprometidas en el terreno laboral, más involucración en el hogar del sexo masculino, más inventos tecnológicos que facilitan dichas tareas…
Pero aún así…existen hogares con una repartición no equilibrada, donde algunos miembros “ayudan” en lugar de compartir y repartir.
Esto, no tiene porque constituir una fuente de conflictos siempre y cuando ambos coincidan con esta forma de organización.
Si no es así…puede surgir primero el malestar, dando paso a la discordia y…al uso (y desuso) de las prácticas amatorias como trueque.
En qué momento y por qué mecanismos, situaciones como la nevera “limpia”, los platos sin fregar o una persiana rota, se convierten en una puerta con cerradura o… sin ella…?
La pareja establece su particular lenguaje, su propio gobierno y leyes. En algunos casos, son explícitas, declaradas universalmente, mientras que otras, se van conformando a medida que avanza la relación.
Entre unas y otras se establece un espacio de interacción y también el campo de batalla del que antes hablábamos.
Como dice E. Amezúa en Sexologemas “…con la desvalorización del sexo y la posición del amor en su lugar se ha creado el falso dilema entre el amor y el sexo. En ese falso dilema usan “lo afectivo”como moneda de cambio con “lo sexual” y a la inversa…”
Identificando al Sexo, a los Sexos como relaciones amatorias resulta fácil, pensamientos y reacciones como: yo te doy, lo que tú me das; yo no te doy, lo que tú no te mereces porque….; si te doy esto…es que espero de ti, esto otro…
Al intentar entender y reaccionar a las conductas del otro@ exclusivamente desde nuestro lado sexológico (por ser hombres o por ser mujeres) obviando la diferenciación variabilidad y particularidad intersexuales, probablemente la relación entre los participantes se vaya deteriorando, pero además se pierde una de las mayores grandezas que como seres sexuados tenemos: la infinita versatilidad en que nos podemos construir como hombres o como mujeres.
Ante este panorama, no es extraño que a las consultas de Sexología acudan parejas, y/o hombres y mujeres con dificultades en su convivencia o ciñéndonos al tema, con problemas en el deseo y/o en el acercamiento amatorio de ella. Unos, lo llamarán de pareja; otros, sexuales; otros, de incompatibilidad…pero en cuanto se rasca un poquito se ve que en la mayoría de los casos obedece a esta torre de Babel.
Tal vez podamos encontrar la superación de estos conflictos partiendo de la base de la diversidad en la idiosincrasia en que cada persona nos vamos construyendo.
Amar y convivir significa aceptar y respetar diferentes modos de sentir, de vivir, de hacer…Intentando esto, es posible que la construcción de la pareja sea más sólida, menos beligerante.
Los cimientos no sólo se construyen partiendo de las semejanzas sino teniendo en cuenta, respetando y aprendiendo de las diferencias en cuanto oportunidades para el crecimiento como unidad.
BIBLIOGRAFÍA.
- SEXOLOGEMAS. Cuando los genitalia no dejan ver el sexo. E. Amezúa. Revista española de Sexología. 2006 nº 135-136
- CUANDO LA TERAPIA SEXUAL FRACASA. Aportaciones Sexológicas para el éxito. Silberio Sáez.
- LOS HOMBRES SON DE MARTE, LAS MUJERES DE VENUS. John Gray.
.
Ana Martínez Moreno |