SOBRE LAS ACTITUDES

E. Amezúa

Una nueva forma de ver y de vivir la sexualidad

 

CLAVES PARA ENTRAR EN ONDA

Para entrar un poco a fondo en el campo de la educación sexual es necesario abrir una puerta grande. Cada día vemos, en la práctica, que la educación sexual no consiste -como todavía hay ingenuos que lo piensan- en explicar la anatomía de los órganos genitales o en decir a los niños que no les trae al mundo la cigüeña.

 

La educación sexual es, antes de nada, la promoción de nuevas actitudes y formas de ver el hecho básico de ser sexuado con sus implicaciones. Lo cual requiere una nueva visión, nuevos enfoques, nuevos planteamientos. Y todo esto desde bases coherentes, desde una filosofía nueva de la vida, de las relaciones humanas, del placer, de la convivencia…

 

Es todo un sistema nuevo y una concepción nueva de la sexualidad la que en educación sexual se juega. Y, dentro. de esta nueva concepción de la sexualidad, podrán incluirse detalles más o menos anecdóticos, más o menos esenciales. Pero lo importante, al menos a nuestro modo de ver, es tratar, llanamente y con sencillez, de ir al fondo de los hechos.

Desde ahí creemos que puede hacerse algo que pueda valer la pena.

Unos ejemplos

Lo común, en una demanda de información sexual, suele ser el preguntar «detalles»: «¿Puede la masturbación ser causa de impotencia?»; «¿:De veras que la píldora no produce cáncer?»; «¿¡Es normal sentir pocos deseos de hacer el amor con el marido?». Preguntas como éstas suelen plantearse muy a menudo. Detrás de esas preguntas, formuladas muchas veces como «simples detalles curiosos», es frecuente que se esconda una preocupación. Y detrás de la preocupación suele encontrarse un mar de fondo contaminado por la confusión o la falta de criterios y actitudes sanas y serenas.

Una mala -pésima- educación sexual (así llamada) es dar respuestas a las preguntas. Y los hay tan ingenuos que creen resolver problemas de esa forma. Mientras no se llegue a ahondar en ese mar de fondo que se esconde por debajo de los síntomas, no habrá más que parches improvisados para satisfacer curiosidades, tapando una fuga para que todo se abra en otra.

Con el fin de entrar en una educación sexual sistematizada, creemos conveniente empezar por unos puntos muy básicos y elementales. Se trata, para empezar, de las actitudes en uso ante la sexualidad. Veremos sucesivamente tres modos de acercamiento en los que pueden tener cabida prácticamente todas las personas que, de un modo u otro, quieren entrar en onda.

LA ACTITUD PROHIBITIVA

La actitud prohibitiva ante el fenómeno sexual se manifiesta de muchos modos. Algunos pueden darnos una idea más concreta: leer una revista con intriga o miedo; buscar ansiosamente libros para resolver los propios problemas; intentar buscar información con cargas de emotividad altamente significativas. O incluso su otra cara: no querer ni oír hablar del tema; defenderse de él; evadirse mediante alusiones de sarcasmo… Otra cara de la moneda: poner la etiqueta tipo: «eso debe tratarse con toda seriedad, porque el tema lo requiere»; decir, de entrada, que «el tema es vidrioso y muy delicado»…

Todas estas manifestaciones esconden la actitud latente de que el tema sexual -por decirlo muy resumidamente- es clandestino, siniestro y vergonzoso. Es, en definitiva, «algo prohibido». He ahí la realidad clara y cruda. Todo lo que importa suele ser objeto de estudio. Sabemos que la sexualidad es vital en la persona. Pero se dan montones de rodeos para esquivarla.

Se desea que en un centro de enseñanza se hagan ciclos de educación sexual. Es un hecho. Pero da terror y pánico plantearlo, «por miedo a lo que pueda pasar», «porque no hay personas cualificadas para hacerlo», o por otros muchos motivos. Las búsquedas de excusas son muy claras. Tema tabú, tema prohibido, tema a no tocar.

Otro ejemplo: Se tienen problemas de sexualidad y se desearía consultar con alguien capaz de ayudarnos. Sería bueno y sacaríamos un poco de claridad y una gratificación mayor. Pero se deja. No se sabe muy bien a quién recurrir. Se piensa en lo que va a decir el especialista si le consultamos. Se tiene vergüenza y miedo. El trasfondo reside en la actitud de base con que estas personas se acercan al fenómeno sexual. Es una actitud de prohibición. Veamos algunas de sus formas más corrientes.

. Actitudes prohibitivas por razones morales, entendiendo «moral» como «producto de mores» (costumbres). De forma que el hecho de haber sido educados de una forma represiva lleva a como portarse así y no es fácil actuar de otra manera. Educación y moral van muy unidas, estrechamente enlazadas, de forma que a veces no se sabe bien distinguir qué es obra de la educación y qué es obra de la costumbre. Ambas, a dúo, crean la educación sexual.

 

. Actitudes prohibitivas por razones religiosas, entendiendo por «religioso», aquí, el bagaje de creencias que cada cual lleva como producto de un adoctrinamiento peculiar, fruto de la religión confesional imperante. En nuestro país la religión o confesión oficial ha sido la católica. Son conocidas de todos las restricciones con que la religión católica -o sus representantes han dominado sobre la vivencia de la sexualidad y sus diversas manifestaciones.

. Actitudes prohibitivas por razones políticas, entendiendo por política la forma de Administración pública de un país y de sus ciudadanos. Los intereses de la clase dominante son impuestos a todos. Y los intereses de esa clase han solido ser defender «su moral» y «sus creencias». Las suyas. Pero como «las únicas», «las auténticas» y «las verdaderas». Considerando otras como malas, nocivas o perversas. La política, en esto, raya con la moral. porque impone unas «mores». Y raya con la religión porque se sirve de ella para forzadas.

. Actitudes prohibitivas por razones tabúicas, entendiendo por tabú un sentimiento indecible, inexpresable y vago, pero real y visceral. bajo cuyo imperio «el tema sexual» no ha sido nunca bien visto. La herencia del tabú es grande y capital en nuestra cultura. Hasta el punto de que muchos que no creen en una religión especial. o en una moral determinada, o en una política, se  ven presos de ese sentimiento ominoso e indecible que les impide ver con naturalidad «el tema».

. Actitudes prohibitivas por razones sanitarias, entendiendo por sanitario, en este caso, un tópico muy usado que es «todo lo que hace malo daña a la salud». Así se dirá que la masturbación hace mal a la salud. O que hacer el amor fuera del estamento institucional del matrimonio no es aconsejable, porque se pueden atrapar enfermedades de transmisión sexual. El concepto de salud en estos casos ha sido manejado según los intereses del denominado «profesional de la salud», evidentemente tan hijo de su ambiente como todos.

. Actitudes prohibitivas por razones de ignorancia e inercia, entendiendo como tal la dejadez por parte de muchos en cuanto a buscar una información y, en consecuencia, a vivir como pueden, dentro de un esquema o una forma de pensar y vivir la sexualidad tal y como lo han ido haciendo, a trozos, a golpes. La ignorancia es una consecuencia de otros factores y, a su vez, mantiene otros registros prohibitivos.

* * *

Una nota común caracteriza todas estas actitudes: el hecho de que el fenómeno sexual, el hecho de ser sexuado y sus implicaciones, sea algo fundamentalmente prohibido. Los matices de la prohibición pueden variar: unos hechos más u otros menos; unas manifestaciones por unas razones; algunos detalles pueden estar más prohibidos que otros… Pero, en el fondo, la actitud de prohibición se repite como telón de fondo. Es lo que puede ser llamado una cultura represiva y prohibitiva con relación a la sexualidad. Una cultura que no admite que la persona humana sea sexuada y que se manifieste como tal.

Desde este telón de fondo, algunos tratan de hablar de educación sexual, entendiendo por tal la educastración sexual, como continuación o mantenimiento del esquema prohibitivo que anima el enfoque global. Usarán etiquetas de muy diversos lenguajes. Tratarán de ponerse al día, de modernizarse, de usar un lenguaje que quiere ser snob o progre… Lo que más nos  interesa resaltar aquí es la actitud prohibitiva que les anima y mantiene: quieren dar normas, inculcar principios sólidos, aconsejar y orientar, dirigir, etc., siempre dentro de una visión negativa, restrictiva, nefasta y, en definitiva, prohibitiva. La dimensión sexual humana es para ellos algo malo, feo, nocivo o asqueroso. Aunque a veces antepongan distingos o matices, siempre conservando el quicio de la prohibición.

Habría que señalar que sirve de muy poco hacer esfuerzos de modernización superficial, cuando no se toca el fondo del asunto. Y sirve de muy poco querer ponerse al día mientras no se ahonde en la clave que guía el enfoque de la base. Sincera y llanamente dicho: si se quiere vivir la sexualidad de forma feliz y equilibrada, es preciso darse cuenta de que esa actitud prohibitiva está muy arraigada en todos. Es la raíz que tiene más siglos de solera. Cambiar las ramas sin tocar el tronco trae consigo espejismos:..

LA ACTITUD PERMISIVA

De un tiempo hacia acá las actitudes prohibitivas han ido cediendo. Se han ido tolerando y admitiendo hechos, costumbres, gestos, expresiones de la sexualidad. Se ha ido permitiendo lo que estaba prohibido. Se ha ido perfilando y dibujando a nivel social un avance de permisividad y tolerancia. Actitudes éstas que se han ido abriendo paso por el ridículo que implicaba el mantenimiento de prohibiciones estúpidas o inadmisibles ante un nuevo sentir común.

Nótese algo muy importante. Y es que permitir es el modo más patente aunque disimulado de afirmar la prohibición como telón de fondo. Cuando algo se permite es, esencialmente, porque está prohibido. De lo contrario no tiene sentido la permisividad.

Las personas que pasan de la prohibición a la permisividad suelen vivir un espejismo. Y es el de creerse «liberadas» por el hecho de poder hacer, pensar o decir lo que en otro tiempo ha estado prohibido.

Un ejemplo, tomado de las mores en vigor, puede aclarar esto: Es el lenguaje de tolerancia basado en el «ya se puede», «ya está permitido», «ya no es tan tabú como antes», «los problemas ya no son tan graves», «la ignorancia ya es menor», etc. Queremos indicar que la actitud de permisividad es una actitud de tránsito y comparativa.  La sexualidad sigue siendo un tabú, aunque menor. Un vicio, aunque menor; una grosería, aunque no se escandalice tanto la gente; una lujuria, aunque ese lenguaje resulte «demodé»… En realidad, el cambio de actitudes no es de negativo a positivo, sino de negativo a menos negativo. El cambio de actitudes en este caso no es substancial sino superficial. No es de raíces sino de ramas.

* * *

Dentro de estas actitudes de permisividad, podemos resaltar algunas especialmente indicadoras:

. Actitudes permisivas por reivindicación, entendiendo por tales la lucha por cambiar de esquemas antiguos a esquemas nuevos mediante la sorna, la crítica o el ataque a los poderes de la Administración, de los valores sociales. Las actitudes reivindicativas pueden ofrecer la imagen de modernidad haciendo pensar en una liberación sexual, en una sexualidad positiva, cuando, en realidad no pasan de ser una sexualidad reactiva, por reacción, por oposición. Si antes era negro, ahora tiene que ser blanco. Por sistema.

. Actitudes permisivas por snobismo, entendiendo por snobismo el hecho de seguir la moda por la inercia de los acontecimientos y no quedarse atrás; por no ser menos, porque «se lleva», porque el aire va por ahí. Personas que, de la noche a la mañama -y porque sí admiten todo, o dicen admitir todo. En realidad son actitudes superficiales que, en caso de

conflictos o dificultades, no pasan por la criba de la depuración. Ejemplos podemos encontrar a montones cuando vemos que de cara para fuera todo es sí, cuando, de cara para dentro, las cosas no san tan claras.

. Actitudes permisivas por progresía», entendiendo por progresía estar al último grito y «a la page», estar en la avanzadilla le todo con muchas ínfulas pero muy poco mejunje. Sucede esto especialmente en medios universitarios, entre algunos y algunas, muy fardones, muy lanzados y que, cuando las cosas se presentan en la realidad, las progresías permisivas se revelan antigüedades regresivas. Muchos comportamientos de sex-grups, como experiencias lanzadas son resultados de estas actitudes permisivas inauguradas la víspera. Siempre es la víspera de algo, la víspera de lo último para enrolarse al día siguiente.

. Actitudes permisivas por inercia, entendiendo por tal el no saber qué hacer ni a qué carta jugar, y encontrarse con hechos consumados sin saber cómo reaccionar. Casos frecuentes encontramos entre los padres que tienen hijos «progres» o lanzados y que, en algún tiempo intentaron prohibirles y han tenido que dejarlo por imposible. Lo mismo puede decirse de los maridos clásicos ante situaciones planteadas por sus mujeres, o viceversa. Estamentos todos ellos educados en la prohibición como sistema y que, por la fuerza de las cosas, se ven obligados a un cambio de actitudes, actitudes que vienen de por sí, por la fuerza de la inercia.

. Actitudes permisivas por el peso del ridículo, entendiendo por tal el no hacer nada especial para cambiar, pero, en cuyo caso, la fuerza de las situaciones vuelve ridículos los criterios o principios anteriores. Casos de éstos son frecuentes entre las generaciones intermedias o de adultos, de cara a ciertos viejos problemas: los anticonceptivos, aparte de otros motivos, han llegado a ser «permitidos» por el ridículo que implica el mantenimiento de su prohibición. En la llamada «moral sexual» se han ido estirando las mangas de predicadores por la vergüenza de no quedarse «out» o simplemente fuera del tiesto. Estas actitudes -como puede verse- no son cambios más que por empujones, que no por búsqueda de otros modos de vivir. La historia de las modas (minifalda, bikini y otros hechos) lo muestran a la perfección. Es la fuerza del ridículo lo que más ha jugado en el abandono de la prohibición y en al admisión de la permisividad.

. Actitudes permisivas por el ansia de liberación, entendiendo por liberación el afán de quitarse de encima el gran peso de la prohibición general. En términos muy claros, esta actitud corresponde a la expresión de «estar harto y hasta el gorro» de todo lo prohibitivo y necesitar a toda costa quitárselo de encima. Traumas, complejos, prejuicios, tabúes, inhibiciones, represiones, culpabilidades… Hay todo un vocabulario que se ha ido abriendo camino socialmente y que, de hecho, se usa en sentidos muy diferentes al que tuvieron o siguen teniendo en el campo técnico o del especialista. El caso es liberarse de todo, lo que sea, todo. «Todo eso», que, en realidad no se suele saber muy bien por dónde va, o qué es. Pero una cosa es cierta: se quiere vivir sin ello.

* * *

Lo mismo que indicábamos al hablar de la prohibición, podemos señalar a propósito de la permisividad: una nota común caracteriza a ésta: permitir todo lo que ha estado prohibido. No se sabe muy bien si es porque «debe permitirse» o es porque «no debe prohibirse». No se piensa mucho en el gato encerrado que esto esconde. Y es que, por debajo de la superficie, aflora la misma realidad: la obligación y el deber. «Se debe prohibir», «se debe permitir». Pero en el fondo sigue el «se debe» de la imposición. ¿Hasta cuándo la sexualidad va a ser vivida como una obligación, en lugar de ser vivida como un agrado y un placer?

Cabe señalar, a título simplemente indicativo, algo similar a lo que ya anotábamos a propósito de la prohibición. Y es que, bajo su imperio, lo que se da es la educastración sexual. Bajo la permisividad, lo que se lleva es la deseducastración sexual. Pero en ninguna de las dos actitudes puede basarse una sincera y genuina educación sexual, de la cual -es necesario decirlo- se suele estar más lejos de lo que se cree. Se hacen esfuerzos por cambiar; se. intentan variaciones por ver si va lo que no iba; se ensaya el mismísimo kamasutra a ver si lo que no iba de ningún modo puede empezar a funcionar… Muchas personas se cansan de intentos y de ensayos y prefieren volver a la situación de antes, que es el agua en la que, por lo menos, saben nadar. Muchos progres y revolucionarios de pacotilla dejan de ser «incendiarios» para convertirse en «bomberos». Son los espejismos de los impropiamente llamados «cambios», que, en realidad, no pasan de ser cambios de olas. Demoler un edificio antiguo no implica necesariamente construir un edificio nuevo. No cabe duda, sin embargo, de que algo es algo como primer paso. Pero muchos hombres y mujeres se hacen ilusiones de «liberados» por un tiempo y se ven obligados a volver al «antiguo estilo», porque las ilusiones del nuevo se les vienen pronto abajo…

LA ACTITUD DE CULTIVO

La actitud de cultivo, que aquí queremos sugerir, consiste en la forma de ver y de vivir el hecho de ser sexuado, con sus implicaciones, no como algo prohibido, ni siquiera permitido, sino como un hecho y una dimensión de la persona humana que vale la pena suscitar, promocionar y, en definitiva, cultivar. No se trata, pues, de que la sexualidad sea algo prohibido, ni siquiera permitido, sino -y aquí está el paso importante- cultivable.

 

Esta actitud no es muy común ni está muy generalizada. La actitud de cultivo que aquí presentamos como el filón más rico puede partir de los siguientes puntos básicos: . Toda persona humana es sexuada. Esta afirmación puede parecer de sentido común. Es algo más, si así se nos permite hablar. Es una constatación de la que pueden derivarse unas implicaciones trascendentales por sus repercusiones prácticas. Por ejemplo ésta: que la sexualidad (y sobre el concepto volveremos más detenidamente) es una dimensión básica y un valor que no tiene por qué ser discutido (ni para prohibirlo, ni para permitirlo), sino ser admitido, se quiera o no. Es un hecho, está ahí. Y no hay mas.

Toda persona humana es sexuada y este hecho es un filón a potenciar, a promocionar y a cultivar. En el hecho de ser sexuado radica la potencialidad de ser hombre o mujer, masculino o femenino, con las implicaciones que esto trae consigo. Cultivarse como mujer, equivale a potenciar el ser sexuado femenino. Cultivarse como hombre, equivale a potenciar el ser sexuado como masculino.

El filón a cultivar (no sólo como derecho sino como hecho insoslayable) es el hecho de ser sexuado, el de vivirse como ser sexuado y expresarse como sexuado. Este nuevo punto puede que empiece a entrar en conflicto con los valores reinantes, que han prescindido generalmente de esta dimensión humana. Si choca, quiere decir que serán necesarios nuevos planteamientos, tanto filosóficos como psicológicos y políticos o morales, de forma que la sexualidad se coloque en el sitio que le corresponde.

Afirmar la base radical de la sexualidad en el ser humano, » masculino o femenino, equivale a afirmar que la sexualidad no e es un añadido o una parcela o un aspecto del ser humano, sino una dimensión básica y categorial. Esto equivale igualmente a afirmar que un ser humano es impensable sin ser sexuado. Se trata, pues, de dar al fenómeno sexual la carta de ciudadanía que le ha sido negada en el cuadro de valores humanos.

No es. pedir -por piedad- que la sexualidad sea tenida en cuenta. Es exigir por justicia que las cosas se pongan en el sitio que corresponde. No se trata de reivindicar, ni de luchar, ni de gritar ni de incitar a la provocación o al vicio. Se trata de un hecho que está ahí para ser conocido, estudiado y valorado en el puesto que le corresponde. La actitud de cultivo parte prioritariamente del estudio y de la comprensión del fenómeno sexual, más que de otros presupuestos más sonoros o superficiales.

Hasta hace poco, las actitudes se han ido orientando más hacia la lucha o el escándalo. La actitud que nosotros proponemos es radical. Se trata de situarse ante el hecho sexual en toda sinceridad y humildad. En actitud científica de aceptación y de reconocimiento. Una actitud que está más allá de toda ley dictada o impuesta. Más aún, mientras una ley no admita estos planteamientos no será una ley justa y, por tanto, no puede ser exigido su cumplimiento. La moral y las leyes en vigor han sido hechas sin contar con el conocimiento de la sexualidad humana. Por eso se la ha manejado y maltratado, manejando y maltratando -en consecuencia- a la persona humana, que es sexuada y que no puede dejar de serlo.

Si insistimos en estos hechos básicos es por la importancia primordial que tienen a la hora de situar a la sexualidad dentro del cuadro de valores a cultivar en. la vida, y dentro de las potencialidades que todo ser humano lleva en sí. Volveremos en otros capítulos sobre estos hechos. La sexualidad ha sido juzgada y condenada, patologizada y moralizada sin haber sido estudiada y comprendida. La actitud de cultivo exige partir de aquí. El resto queda a descubrir en la medida en que los conocimientos nos vayan proporcionando datos.

* * *

Desde una actitud de cultivo la sexualidad podrá ser reconocida de forma muy diferente, si se parte de las actitudes prohibitivas o permisivas. Hay un dato que, de por sí, suele resultar escandaloso. Y es el placer como núcleo de la dimensión sexual. La sexualidad es esencialmente la dimensión placentera de la vida. Placer convivido, compartido, en más o en menos, de diversas formas o modos. Pero, en definitiva, placer, gusto y agrado, disfrute y regocijo.

Este hecho nos sitúa en una pista bastante conflictiva para muchos que se encuentran en actitudes de prohibición o de permisividad. Más aún: para muchos la sexualidad sigue estando mezclada con la procreación. Cuando aquí hablamos de cultivo no estamos hablando de procreación sino de sexualidad, es decir de disfrute y de placer. Como hombre o mujer, en cada edad de la vida a su manera. La sexualidad cultivada lleva a una calidad de vida más humanizada y, en consecuencia, más agradable y feliz.

Pero para poder hablar de una calidad de vida se hace necesario no partir de posiciones apriorísticas o tendenciosas, sino de la observación de los hechos y de su integración en una filosofía una ética, una praxis. No se trata ya, pues, de enjuiciar o de calificar, o de hacer juicios de valor. Se trata de explorar y descubrir -o de redescubrir- una dimensión que está ahí por algo y que no tiene sentido el que sea atrofiada y ocultada. A todo esto queremos llamar cultivo, al menos en este p r i m e r planteamiento.

UN EJEMPLO COMPARATIVO

El coito, la unión carnal o la fornicación (o según los lenguajes que se han venido empleando) es algo prohibido en sí (es de mal gusto, nocivo o pecaminoso). Pero, por ser algo necesario (!) ha venido siendo permitido (tolerado) dentro del matrimonio institucional, y esto porque de algún modo había que hacer para tener hijos…

La óptica tradicional ha sido de prohibición radical y de permisividad en algunos casos y, especialmente, por «motivos superiores» (la procreación). Andando el tiempo aún la misma moral católica (año 1965, Concilio Vaticano II) admitió que «también» el fomentar el amor entre los esposos, y sólo entre los esposos, era motivo suficiente para «realizar el coito», aunque no se siguiera procreación. Aludimos aquí a la moral católica por ser la más representativa de las mores en vigor.

He aquí, en un ejemplo, la prohibición radical como telón de fondo y la permisividad por concesión a «las exigencias de los nuevos tiempos». Dicho de un modo más claro: está prohibido, pero puede ser permitido. Hablamos aquí de un gesto (el coito), pero cada cual puede pensar en otros.

La actitud de cultivo que aquí sugerimos parte de otros presupuestos: hacer el amor es cosa buena y estupenda entre los humanos. Y hace muy bien a todos. Da placer y alegría de vivir. Ayuda a quererse más y a disfrutar más de la vida. Ayuda a convivir. En una palabra: es un gesto que vale la pena cultivar.

 

Este gesto puede ser limitado por las personas según sus gustos o preferencias. Puede ser privilegiado por las circunstancias que cada persona prefiera: «Yo prefiero hacer el amor solamente con quien yo quiero, y con tal de que la otra persona quiera». «Solamente cuando estemos casados». «Solamente cuando nos apetezca», etc. Lo mismo puede decirse de otras circunstancias: lugar, tiempo, detalles… Este es un planteamiento muy distinto a los anteriores.

Las actitudes de prohibición y permisividad parten de normas, sean éstas prohibitivas (no debes hacer) o permisivas (se te permite hacer). La actitud de cultivo parte del potencial personal (eres capaz de hacer). De ahí que si aquéllas son infantiles -con perdón de los niños- ésta es de protagonismo creativo, en que cada cual es el responsable de su vida y de sus actos, consigo mismo o con el otro.

Si las actitudes prohibitivas y permisivas son de régimen vertical (cumple deberes y dictados de arriba), la de cultivo es horizontal (fomenta relaciones). Las leyes dictadas por instancias superiores en las actitudes de prohibición y permisividad emanan de la propia persona en la actitud de cultivo. Sabemos que la actitud de cultivo no es ni la más simple ni la más cómoda, si contamos con la educación que hemos tenido. Contrariamente a lo que suele pensarse, la actitud de cultivo exige una personalización prioritaria, lo cual no es apto para quien está educado a la dependencia y a que le den las cosas hechas. . .

Las actitudes de prohibición y permisividad no cuentan con la persona sexuada, no cuentan con la sexualidad. Sería más exacto decir que no cuentan con la sexualidad porque no la conocen ni la valoran. Simplemente se limitan a seguir unas normas dadas y a cumplirlas o no cumplirlas, con mejor o peor suerte. Cultivar la sexualidad no se improvisa. Pero vale la pena -creemos- abrir un camino que puede hacer mucho bien a todos. Es, en definitiva, una nueva praxis, una nueva ética.

DIFICULTADES PARA UN PLANTEAMIENTO DESEABLE

Tradicionalmente acostumbrados a juzgar y criticar, más que a comprender y cultivar la sexualidad, se hace hoy difícil cambiar de óptica de la noche a la mañana. Por eso, precisamente. las actitudes más frecuentes siguen siendo de lucha y de juicios, aunque modernamente hayan cambiado de signo. Son actitudes más fáciles por ser las más conocidas. La actitud de comprensión ha sido poco seguida y, por eso, se hace difícil entrar en ella.

Se suele hablar mucho de sexualidad, en pro y en contra, con diversos tonos. Pero es rarísimo encontrar a alguien que sepa lo que dice cuando habla de sexualidad. Se parte de la sexualidad, pero no es común detenerse en estudiar o explicar qué es y en qué consiste la sexualidad, su dinámica, sus procesos. He ahí algo importante: estudiarla más y juzgarla menos. De ahí una serie de dificultades que sería necesario sobrepasar:

Primera dificultad:

las parcialidades informativas

Las personas suelen vivir la sexualidad de una forma muy parcial y parcelada. No ha existido una formación o educación básica organizada, sistemática, coherente. De ahí que no tiene por qué extrañar este troceamiento de la sexualidad, elaborado mediante recorte de información o de experiencias. Un artículo de revista, un libro de quiosco, un reportaje sensacionalista… en donde se asimilan puntos de información parciales.

En muchas ocasiones vemos cómo los que sufren de problemas buscan por todos los medios arreglar su dolencia. Y acumulan error tras error, sacados de libros, revistas o informaciones tomadas de comentarios, de conversaciones sueltas, de chistes o de alusiones indirectas. El problema del que estas personas se quejan suele verse aún más agravado con la suma de cortes dispares y la falta de un planteamiento serio, profundo, documentado y coherente. La persona en cuestión llega a vivir ansiedades, angustias por no saber cómo unir todos los elementos dispares de información que recibe ni, en definitiva, a qué atenerse.

Los «me han dicho», «he oído que», «cualquiera sabe», «he leído», suelen ser las fuentes más frecuentes de las desastrosas informaciones troceadas y parciales, que ofrecen aspectos las más de las veces confusos y contradictorios. Y, para remate, hay mucha gente que aún confía o se cree lo que está escrito por el hecho de estar en letra de imprenta.

Segunda dificultad:

las parcialidades profesionales

El otro punto terrorífico a este respecto procede de los que titularmente son profesionales (!) de una sexualidad que, a falta de un conocimiento profundo y serio, se dedican a dogmatizar desde sus campos parciales, como pueden ser las profesiones vecinas con la sexología. La falta de una elaboración sexológica coherente y en profundidad trae consigo estos riesgos.

De esta forma se dan los «aspectos», «las caras parciales», «las visiones parceladas», «los enfoques desenfocados» fuera de un contexto riguroso y objetivo. Cualquiera puede darse cuenta de esto haciendo una revisión de «temas» y «problemas» que se tratan desde «aspectos psicológicos» por un lado; «aspectos médicos», por otro; «aspectos morales», por un tercero. Todos estos aspectos podrían ser de una gran utilidad si se vieran como lo que son: «aspectos» y «dados», «enfoques parciales». Lo tremendo es que, a falta de enfoques globales y coherentes, se toma esto como «lo único», «lo objetivo» y «la verdad».

La presentación actual de la sexualidad adolece de esta dispersión en «aspectos» y «troceamientos», no sólo entre las personas que la viven, sino entre los profesionales que no tienen –porque no han podido- una formación sexológica de base, desde la que puedan comprender esos «aspectos diversos». Un ejemplo que ya hemos expuesto en otras ocasiones: el calvario que muchos profesionales hacen recorrer a personas que se quejan de problemas, pasando de los diagnósticos «orgánicos» a los « psíquicos», a los «sociológicos», a los «familiares», a los «psiquiátricos», a los «hormonales», a los «genéticos» y a un gran temible etcétera.

Insistimos: la parcelación profesional tardará en darse cuenta de la necesidad de esa coherencia de base que pueda unificar un enfoque polivalente y unitario de la sexualidad y sus múltiples facetas. Dicho sea de paso y una vez más: es la persona sexuada la que está necesitando una visión en profundidad. Y no «aspectos» o «elementos parciales» que confunden más que aclaran.

Tercera dificultad:

la falta de lenguaje

El tercer punto que aquí señalaremos -por ir solamente a los más sintomáticos- es la falta de un lenguaje adecuado y significativo de la realidad sexual. El que tenemos adolece de las parcialidades que hemos indicado. En unos casos es moralizante y befo; en otros casos es técnico y frío, aséptico. Falta un lenguaje humanista, nacido del vivir y de una cierta lucidez en el estudio de las mismas vivencias.

Este lenguaje que se necesita es fundamentalmente humanista, como corresponde a la ciencia humana que estudia la sexualidad y sus manifestaciones, sean comunes o minoritarias, generales o especiales. En ausencia de esto, suele encontrarse un hervidero de palabras y vocablos procedentes de escuelas ideológicas o científicas dispares, con contenidos muy diferentes y que se usan en una enorme confusión.

Las distintas especialidades suelen acuñar sus respectivos términos y éstos son vertidos al exterior, trastocados, trucados, vaciados o abrumados de matices específicos sin que, a la hora de hablar, se pueda entender un hecho o una manifestación dentro de la unidad – insistimos- de un discurso coherente sobre la sexualidad humana. La falta de lenguaje obedece a la falta de elaboración científica humanista. Pero, a su vez, es preciso hacer notar que el lenguaje no es solamente signo expresivo, sino realidad creadora de sentido. Y esto crea el círculo vicioso que va desde no poder expresar lo que no se vive a no poder vivir lo que se puede expresar. Lo indecible (incapaz de ser expresado) lleva a lo indecente (incapaz e de ser vivido en equilibrio y serenidad). La creación de un lenguaje humanista y adecuado está en relación directa con la vivencia de una sexualidad adecuada. Por donde quiera que se mire, esto queda todavía por hacer.

INVITACIÓN A UNA BÚSQUEDA

Para un planteamiento coherente del fenómeno sexual huma- ¡no vemos muy necesario tener en cuenta, por lo menos, los siguientes puntos:

. Dejar de lado o sobrepasar las actitudes prohibitivas de cara al fenómeno sexual. Se trata de ver que el hecho de ser sexuado y las implicaciones que esto trae consigo no son «algo raro», ni «algo anormal», ni «algo especial» , ni «algo patológico», etc…

Sabemos que esto es simple de decir y que no es tan simple de asimilar. Pero, poco a poco, puede hacerse camino al andar.

. Dejar de lado o sobrepasar las actitudes permisivas, aunque éstas sean (o parezcan ser) menos nefastas que las anteriores. Como hemos indicado, una actitud permisiva es una actitud de paso, creada por coyuntura ocasional, generalmente por presión social, moda o snobismo. Son las más generalizadas en nuestra sociedad, denominada precisamente tolerante y permisiva. Estas actitudes -especialmente si se trata de educadores- no son las deseables, al menos para un planteamiento coherente

. Comprender que existe actualmente una gran parcelación, tanto a nivel personal -de vivencias y experiencias- como a nivel profesional -de estudios y publicaciones-. Todas ellas muy dispersas y, por lo general, muy desenfocadas, muy parcelarias. Comprender esto equivale, en. nuestra opinión, a ver la necesidad de depurar y seleccionar las más recomendables, cosa que ayuda a evitar la dispersión y a entrar un poco en onda.

. Dedicarse, en profundidad, a plantearse el tema de forma simpática e interesada. Queremos decir a tomarse un tiempo y un esfuerzo de búsqueda con vistas a «meterse en el tema». Acoger los hechos, estudiarlos, comparar estudios de manera crítica, y de forma que cada cual llegue a tener una idea básica y global de por dónde van los planteamientos en esta temática.

Por nuestra parte, trataremos de contribuir a esa coherencia a la que invitamos, exponiendo nuestra visión del hecho sexual, desde un enfoque de comprensión. Queremos decir de forma que no sea provocadora, sino sugerente, y que se entienda. Lo que más nos interesa hoy no es atacar a instituciones antiguas, o ideológicas pasadas. Nos interesa una comprensión nueva del fenómeno sexual. Desde esa comprensión creemos que se puede fomentar un cambio de actitudes, mediante una educación sexual. Ese cambio, siguiendo el hilo conductor que nos lleva, consiste en pasar. de la prohibición y la permisividad al cultivo.

Creemos que, aparte ya de quebrantos, vale la pena cultivar la. sexualidad. Pero para cultivarla, es preciso conocer qué es y en qué consiste, cómo es su dinámica.

(Tomado de Curso de Educación Sexual 2, Revista Vida Sanitaria, Octubre 1978)

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