Las cuatros «P»

Sobre pederastia, paidofilia, paidofobia y paidofagia

La cantidad de información y la frecuencia de uso de cada una de las cuatro palabras propuestas ya define de alguna forma el mapa ideológico que la sociedad actual tiene sobre estos temas.

La palabra sobre la que se encuentra mayor información y es fácilmente reconocible por casi todo el mundo es pederastia, generalmente entendida en su acepción de abuso sexual cometido sobre niños. Así viene definida en el diccionario de la Real Academia de la Lengua y de manera similar en el conocido Diccionario de uso del español de María Moliner y en la Wikipedia. También en estos diccionarios se recoge una segunda acepción de pederastia como homosexualidad y sodomía. Las dos acepciones, aunque independientes, parecen sugerir que el abuso se produciría entre un hombre y un niño y en una relación con penetración y remiten al malentendido tan frecuente en nuestra sociedad entre conducta que se realiza con los genitales, la orientación sexual y la ejecución de “actos deshonestos”. Por otra parte, la pederastia remite al concepto de delito, por lo que se estaría aplicando un criterio de tipo legal y que alude a una comportamiento determinado. Cuestión aparte sería el debate acerca del grado en que las leyes recogen la moralidad convertida en parte de la ideología de una sociedad.

Paidofilia es un término también conocido, aunque menos. De hecho, no está incluido en el diccionario de la Real Academia, pero sí en el María Moliner, que lo define como “atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes”. La Wikipedia establece claramente su carácter de parafilia, lo que indica la aplicación de un criterio de tipo clínico y su encuadramiento dentro de los trastornos y sus categorías diagnósticas. Lo que está en juego en la pedofilia no son las conductas, sino los deseos, lo que remite más a la posibilidad de la satisfacción en la fantasía y no necesariamente a través de la puesta en acción. Como anécdota, señalar que he observado que en el contexto estadounidense, tal y como se describe en los telefilmes, parece que el concepto más usado es el de pedófilo, que en este país sí parece incluir la realización de los deseos como equivalente de lo que sería el abuso sexual de niños. También da que pensar que el término cuyo significado etimológico es “amante de los niños” despierte tanta suspicacia, sea generalmente interpretado desde lo negativo obviando la alternativa positiva, tal vez por la idea tan presente en nuestro contexto cultural occidental de la necesidad de controles externos para frenar los impulsos hacia el placer y la satisfacción.

Paidofobia es un término que yo no había escuchado anteriormente y que no es de uso común. No aparece en ninguno de los diccionarios comentados y la Wikipedia lo presenta en una escueta entrada que lo define como miedo o temor a los niños o bebés. En este caso no se atribuye ningún interés sexual y al igual que el resto de las fobias, remite al criterio clínico y a los manuales diagnósticos. A diferencia de las anteriores, aquí no parece estar implicado ningún aspecto ligado a posicionamientos morales o ideológicos, sino que se asigna a un aspecto del sujeto individual en su experiencia de la vida cotidiana. Sobre Paidofagia no he encontrado ninguna información en los instrumentos consultados, aunque sí alguna referencia casual en blogs, en los que se usa de acuerdo a su etimología como el acto de comer bebés o niños. Sin embargo, aunque hasta ahora este aspecto se me había pasado por alto se me ocurre pensar en el cuento de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm como prueba de la presencia de este concepto en nuestra cultura. Se trataría de una forma de infanticidio, pero con el matiz de la ingestión antropofágica. Una reflexión alrededor de estos conceptos lleva a establecer sus puntos en común y sus diferencias. Por el lado de lo común, todos se refieren a acciones humanas que realizan los adultos en relación a los niños, un posicionamiento en la relación entre adultos y niños. Por el lado de las diferencias, estas se establecen en cuanto al tipo de acción (conductas, deseos, emociones) y al contenido de esas acciones, y es en este punto donde destacan los conceptos que remiten al erotismo y la sexualidad, que resultan ser los más conocidos. Con respecto al abordaje de la pederastia, creo que estamos de nuevo en el borde del precipicio de lo ideológico, de manera que la forma de entender la pederastia desde el punto de vista de la sexología y la forma “común” de entenderlo chocan con fuerza. Y también que es fácil que la ideología personal se cuele en nuestras opiniones y acciones a pesar de todas las precauciones que uno pueda tomar. Si consideramos la pederastia como delito habrá que castigar esta conducta y reeducar en la medida de lo posible a estos criminales. Sin embargo, creo desde la sexología se trataría más bien de entender esta peculiaridad del sujeto como algo propio de él y producto de su biografía -lo que no implica justificarlo, fomentarlo o elevarlo a la categoría de conducta deseable y a partir de ahí explorar formas más adaptativas de vivir esta peculiaridad. Soy consciente que la palabra adaptativo no casa bien con el enfoque de la sexología, pero considero que los sujetos viven en contextos (familiares, sociales, relacionales, legales…) ante los que deben responder aunque también traten de liberarse en la medida de lo posible para poder vivir conforme a sus elecciones y deseos. Si olvidamos esta cesión necesaria estaríamos cayendo en un relativismo en el que todo vale sólo con que sea congruente con el posicionamiento o los deseos de cada persona, lo que equivaldría a configurar individualidades independientes, aisladas y autogestionadas que no corresponden a la naturaleza relacional del ser humano -y de la sexología-.

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