CONVIVENCIA Y VIOLENCIA ENTRE LOS SEXOS:

EL DEBATE DE LAS ESTRATEGIAS

Por E.Amezúa

En nuestra sociedad existen planes y estrategias para evitar y erradicar —o, al menos, aminorar— la violencia entre los sexos.

Todos aceptamos estos planes y tratamos de contribuir, cada cual a su manera, para que la violencia no siga. El interés general y el particular suelen en este caso coincidir. Se trata de un problema que nos concierne a todos.

El objetivo de este artículo es hacer un análisis de estas estrategias. ¿Cómo se han originado, diseñado y organizado? ¿Cómo se han difundido? Y, sobre todo, ¿Qué se han propuesto con estas estrategias?

¿Existen otras? Y, si existen, ¿por qué se siguen éstas y no aquéllas? No es necesario advertir que, de nuevo, una serie de puntos de vista pueden no coincidir con otros puntos de vista admitidos como probados. Ese es precisamente el objeto del debate.

Indice

Siguiendo el hilo de la modernización de los sexos, nos centraremos ahora en las estrategias derivadas de las ideas en torno a la convivencia y violencia entre los sexos.

Las principales fuentes de estrategias pueden resumirse en dos: por un lado, las procedentes del poder de un sexo sobre el otro o viceversa; y, por otro lado, las derivadas de los deseos de estos. Según se acentúe más una u otra fuente tendremos unas u otras estrategias generadoras tanto de violencia como de convivencia.

  1. Preliminares
  2. La hipótesis del poder I

Una forma gráfica de referirse al poder ha sido a través de las nociones de opresión y represión. De ahí la formulación de la hipótesis represiva y el sentido de la expresiones represión sexual y revolución sexual, acuñadas por Reich, tras la estela de Freud —el freudomarxismo— en el primer tercio del siglo XX y retomadas más tarde en la década de los años sesenta.

Esta hipótesis represiva, emanada de la tesis del poder, constituyó la clave para expresar que todos los problemas de los sexos eran producto de la ancestral represión sexual. Herbert Marcuse, un autor célebre de esos años sesenta planteó la posibilidad de una represión menor, manteniendo, no obstante, la misma hipótesis.

La hipótesis represiva ha sido, pues, una referencia obligada. Desde ella se hicieron populares una serie de lemas, tales como la liberación de los traumas y prejuicios. La moda del antitrauma llevó a la educación protectora para no producir dichos traumas.

  1. La hipótesis del poder II

Una versión sectorial de esta hipótesis fue la que surgió de algunos movimientos feministas. El elemento nuevo de esta versión consistió en un cambio de algunos puntos. Si en la versión anterior la represión fue para todos, y todos por igual, en esta versión se centró en los hombres, representantes de ese poder represivo; y las mujeres pasaron a ser sus víctimas.

De ahí la modificación de la hipótesis del poder general o abstracto para apuntar directamente al masculino y patriarcal. Esta versión, iniciada en los años setenta, constituyó, por su parte, el comienzo de una serie de estrategias distintas a las anteriores.

Lo mismo que había sucedido con la primera versión, también con ésta se crearon lemas y acciones para la liberación bajo el distintivo de las mujeres contra los hombres, sus opresores. Empezaba así un planteamiento distinto, una lucha distinta y unas estrategias también distintas. Y así, digamos por resumir, se implantó entre los sexos una línea de confrontación.

  1. Observaciones

Ante la impregnación general de este planteamiento, en una u otra versión, Michel Foucault fue uno de los primeros en preguntarse algo a contracorriente: ¿Por qué este empeño, esta reiterativa y absorbente obsesión por explicar todos los problemas mediante la represión hasta el punto de no ser capaces de ver otras hipótesis, otros elementos?.

Dar pasos en esta grieta frente a esa abrumadora obsesión de la hipótesis represiva ha sido una forma de salir de esa forma de pensamiento único extendido: esa hipótesis de poder que, como todo pensamiento único, ha llevado consigo la crueldad de ser intolerante con cualquier matización.

Quizá no sea inútil advertir que si en la primera versión de la hipótesis represiva cualquier matización corrió el riesgo de ser entendido como una defensa de la misma represión, en la segunda versión ha solido interpretarse como una enemistad contra las estrategias de la liberación de las mujeres.

La hipótesis del deseo de los sujetos

  1. Desde las mujeres y su opresión
  2. La hipótesis victimaria

El primer fenómeno que hoy surge a la vista de las estrategias emanadas de la hipótesis del poder —y por lo tanto desde la lucha por la independencia de él—, es el engrosamiento de lo que se ha llamado la hipótesis victimaria para explicar la situación de las mujeres como víctimas de la violencia de los hombres: de su opresión.

Sería la respuesta a su independencia. Es —se ha dicho y repetido— fruto del machismo y de su herencia patriarcal. Es, de hecho, la explicación más común que suele darse al fenómeno de la violencia en aumento. «Cuanto más independientes y libres quieren ser las mujeres, más reacción de violencia generan en los hombres».

Por otra parte, el peligro de la hipótesis victimaria es el fomento de la creación de víctimas que implica inevitablemente su otro polo: la creación de verdugos. Planteada así la fórmula, el resto no es sino sus consecuencias.

  1. Mujer moderna vs. macho antiguo

La generalización del discurso de la opresión de las mujeres y, por lo tanto, de su consiguiente liberación, ha dado ese resultado sin otras opciones de salida. Bajo el discurso de la hipótesis represiva, la pregunta de Foucault —recuérdese— no era sobre si hubo o no represión sino, supuesta ésta, sobre por qué, de forma tan reiterativa y obsesiva, se ha insistido tanto y tan sólo en ella. Es ésta la pregunta que permitió dar un nuevo paso.

Del mismo modo, bajo la hipótesis opresiva de las mujeres la estrategia emprendida ha sido contra el macho opresor. Pero es necesario dar un paso más y no dar por supuesto que el hombre moderno sigue siendo el macho antiguo del cual es preciso liberarse.

Esta cuestión del macho antiguo y opresor —por antiguo y por opresor— es de un gran interés. Lo mismo que, a su vez, lo es la cuestión de la mujer moderna y libre. Ambas cuestiones necesitan una revisión desde el paradigma de los sexos.

  1. La actualización de los sexos

Estas estrategias han llevado a una simplificación que, de por sí, merece un análisis detenido. Porque este tópico nuevo hace pensar en el maniqueísmo de las nuevas mujeres frente a los antiguos hombres y no en el avance de los unos y los otros.

Este replanteamiento sitúa, como se recordará, la cuestión de los sexos por delante de la cuestión de las mujeres. Y, a su vez, la cuestión de los deseos por encima de la cuestión del poder. La tesis de los sexos indica quela clave no reside en uno ni otro sino en el continuo de los dos.

Tomar en serio el continuo de los sexos es una vía hoy a la vista para contar con los deseos de éstos y no sólo con sus deberes o derechos. Los sexos, por su estructura y configuración desean convivir en equilibrio. Y existen indicadores claros que apuntan en esa dirección. Es otra de las cuestiones que necesitan una revisión.

  1. Estrategias de liberación

En el discurso feminista las estrategias de liberación han ocupado las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XX. Sobre la base de un discurso de liberación, las estrategias de discriminación positiva, las ayudas y las financiaciones de acciones en pro de la igualdad de oportunidades se fueron multiplicando.

Pero si un planteamiento razonable vio estas acciones de utilidad por todos, los excesos crearon el punto de inflexión. ¿Cuáles han sido estos excesos? No hace falta repetir que, desde el marco de los sexos, ni los de un sexo ni los del otro sexo podrán entenderse sin plantear la referencia común del mismo marco.

Es ahí donde, de nuevo, se plantea una cuestión de fondo. Es preciso, pues, distinguir lo que es la liberación de las mujeres desde la tesis de la opresión, por un lado, de lo que es, por otro, la cuestión de los sexos desde su propio continuo y sus deseos recíprocos.

El sitio de los hombres

III. Desde los sexos y sus deseos

  1. Interacción en lugar de independencia

El objetivo de la cuestión de los sexos no es la independencia de uno o del otro sino la relación y convivencia de ambos. Es importante aclarar estas palabras. Si desde la hipótesis represiva y opresiva, se planteó la independencia, es importante señalar que, desde la tesis de los sexos, la independencia deviene una ilusión y su objetivo real es la interdependencia, o sea, la interacción: los sexos no pueden ser si no es en relación.

De ahí que la estrategia de la organización de esta relación en un marco de igualdad y de diferenciación requiera un planteamiento coherente con el hecho mismo de los sexos, núcleo generador de dicha relación. Es el deseo general de los sujetos, más allá del de la independencia.

  1. Cultura de los sexos en lugar de cultura de género

Del mismo modo, frente a las estrategias de género planteadas por una cultura feminista, el planteamiento moderno de los sexos requiere la profundización en una cultura de los sexos.

Una cultura de los sexos no es precisamente lo que ha dado en llamarse una cultura del sexo si por tal se entiende la expansión del antiguo locus genitalis, sino una cultura en la que uno y otro sexo crean sus valores y relaciones al mismo nivel entre ellos.

Una de las conclusiones que las autoras de la célebre Historia de las mujeres ( 5 volúmenes, Edic. Taurus) extrajeron del esfuerzo por su estudio y exposición fue la imposibilidad de seguir planteando, ni siquiera en la historia, los sexos por separado. El discurso de los sexos es la clave de uno y otro sexo.

  1. Diferenciación en lugar de discriminación

Otro de los objetivos característicos de las estrategias de urgencia ha sido la no discriminación por razón de sexo. Pero el punto de inflexión ha sido señalado al luchar no ya contra el machismo sino al convertir éste ensexismo y éste, a su vez, en el punto central del sexo como noción de discriminación.

El concepto de sexo desde la teoría de los sexos parte de su valor y es éste el que lleva, mediante su diferenciación, a la valoración de los hombres como hombres y de las mujeres como mujeres. Si se dan excesos o exabruptos, tales como el machismo, por parte de un sexo, como del hembrismo por el otro, conviene distinguir con claridad tales excesos para mantener como guía la noción de sexo en ambos casos que es la que ofrece ser hombres y mujeres, no machos y hembras.

Entrar en las trampas de lo que ha sido llamado lucha contra el sexismo, equivale a vaciar de sentido la misma noción de sexo como cualidad para reducirla a un peligro contra el que prevenirse. Si la lucha contra elsexismo genera agresividad, la acentuación del sexo como cualidad hace patente la diferenciación de los deseos, base de su convivencia.

Valorar el sexo en lugar de distorsionarlo

  1. El uso de los antónimos
  2. Ejes de significado

El recuento de las estrategias basadas en la tesis del poder arroja el balance de una suma de acciones a través de las cuales se ha creado una subcultura de los sexos, con un lenguaje y unas fórmulas, con una lógica de reacción.

El estudio de este fenómeno revela una serie de antónimos de los que se nutren estas estrategias. Algunos antónimos utilizados como ejes de sentido en este debate pueden indicar las formas o intentos de desplazamiento de una cultura de los sexos por otra que les es ajena.

En la lista que se ofrece a continuación se sitúan en primer lugar algunas fórmulas emanadas de los conceptos básicos de una cultura de los sexos; al lado, otros en su lugar.

  1. Una lista
  2. Un comentario

La universalidad del hecho de los sexos y su debate no es supeditable a asuntos sectoriales que, a su vez, sectorializan sus planteamientos y, por lo tanto, las estrategias que se derivan de ellos. Y si las corrientes siempre enriquecen, importa no difuminar el marco mismo de los significados.

No es difícil constatar que el contralenguaje del lado derecho de la lista coincide en buena parte con lo que suele conocerse como «discurso feminista». Lo que plantea preguntas sobre este discurso.

Como sucede con todo movimiento que adquiere grandes dimensiones es importante conocer las grandes líneas del feminismo, su evolución y actualidad. Hablar de feminismo en singular resulta excesivamente amplio y, por lo tanto, confuso. En efecto existen muy distintas líneas dentro de este movimiento.

Feminismos, pos-feminismos y neo-feminismos

  1. Otros antónimos
  2. El sexo y el amor
  3. El más popular

Uno de los antónimos más difundidos y populares ha sido el del sexo y el amor. Como ya ha sido estudiado en niveles anteriores, desde la base freudiana de la teoría de la libido, se generalizó la idea de separar, por un lado, el sexo y, por otro, el amor.

No hace falta describir que este dispositivo ha servido para que, dado por hecho que se trata de dos realidades distintas, los colores semánticos se carguen de un maniqueismo retroalimentador desde el aspecto que se tome.

Y en este planteamiento la imagen-resumen de sus grandes titulares cargue las tintas de uno en el bien y de otro en el mal.

  1. Dos mundos separados

Supuestas las dos nociones distintas y separadas, la escalada no ha cesado de aprovechar motivos para cargar de culpabilidad al sexo y de exculpación al amor en dos mundos opuestos que cada cual trata de reunificar como puede. Es la figura de los extremos: el oprobio y el elogio. Es también la figura del bueno y el malo. La estructura de los opuestos se presta a estos juegos, de por sí.

Los indicadores de las expresiones habituales son bien abundantes para cargar al sexo de connotaciones zafias o groseras y, por su parte, al amor, de lirismo y sentimiento. Resulta inevitable que una vez construido el cauce las aguas sigan sus inercias. Las preguntas que importa plantear no son ya sobre el sexo y el amor sino sobre ese dispositivo que impone una realidad escindida en dos como si fueran diferentes.

  1. La parte maldita

También resulta una tarea imposible restituir al sexo su dignidad y su sitio en los sujetos cuando esa construcción de las teorías menores ha reforzado por tantos medios a su alcance la parte maldita y condenada. Lo propio de un sistema de discordia hace imposible que la confrontación no se produzca.

A esta parte, ya de por sí maldita por su identificación con el vicio y la perversión, con los instintos groseros y perversos, se la ha añadido un último brochazo: el de su criminalidad, su delictividad. Esta criminalización del sexo, de la que ya nos hemos ocupado anteriormente, necesita, de nuevo, ser analizada con detenimiento por ser una de las bases de la violencia.

  1. La guerra y el amor
  2. Marte y Venus

Otros antónimos han sido divulgados por una serie de obras que han tenido un éxito notable a través de la alegoría de Venus, la diosa griega del amor romanizada, para tipificar a las mujeres frente a Marte, el dios griego de la guerra para identificar con él a los hombres.

Es el caso, por ejemplo, de la serie de obras superventas de John Gray, Los hombres son de Marte, la mujeres de Venus; Marte y Venus, de nuevo enamorados, etc. ( todas ellas en vers. cast. Grijalbo-Mondadori). Con estos dioses y sus juegos de contrarios ha sucedido como con Eros y Thanatos en la libido freudiana. Pero sería importante pensar si son estos pares de dioses los propios de los sexos. O, más bien, son otros.

  1. La agresión y la atracción

La hipótesis de la que parten estas obras es la acumulación de tópicos tradicionales fijados en un estereotipo: que las mujeres son ternura y los hombres, agresión. Que las mujeres son pasivas y receptivas y los hombres acción y violencia. ¿Son estos materiales planteables en términos modernos?

La afición a elaborar listas de calificativos acumulados a través de los siglos a partir de esos estereotipos es bien conocida. Sus efectos se suceden en cadena para mantener la confrontación entre los sexos. Una puesta al día en epistemología sexual requiere otros materiales para la comprensión de los sexos.

  1. Distintos niveles

Continuando con estas alegorías, otras obras recientes se han explayado en la misma oposición para contraponer a Europa y su cultura del diálogo o debate —léase de negociaciones y acuerdos— frente a la cultura norteamericana, caracterizada por la firmeza y la eficacia. Estos juegos de significación han sido tomados o usados de muy diversas formas, siempre con un fondo común de orgullo y defensa de la fuerza frente a la debilidad.

La política de los pueblos se ha unido a veces con la intimidad de los sujetos a través de una retórica lírica para movilizar o mantener un conjunto de emociones sobre oposiciones entre el masculino y el femenino o, por decirlo de otro modo, para fomentar la oposición y confrontación entre los sexos como irreconciliables. De esa forma se masculiniza y feminiza todo. Pero importa preguntarse desde qué idea de los sexos.

  1. La confrontación y el diálogo
  2. La separación

El peso de una moral, hoy ya historiada y conocida, creó en el pasado una estructura social basada en la separación de los sexos. Los resultados de esta separación han sido reflejados en la denominación de «esos recíprocos desconocidos».

De ese desconocimiento se nutrieron una gran parte de los estereotipos antiguos creados desde ambos lados. Una gran parte de estos estereotipos corresponde ya a una época pretérita superada por la educación mixta y la coeducación: en definitiva, por el trato común y al mismo nivel.

  1. La cercanía

La vertiginosa transformación de la sociedad en las últimas cuatro décadas dio como resultado una ruptura de esas barreras separadoras y la circulación de una línea de cercanía, distinta a la distancia. Las medidas de igualdad de oportunidades para la superación de la desigualdad han constituido el elemento más dinámico de las últimas décadas del siglo XX.

Esta nueva línea ha dado ya sus beneficios, a pesar de los problemas propios de los procesos de búsqueda de nuevas identidades. El equilibrio de los sexos no es un fenómeno estático. Es un fenómeno vivo y siempre en movimiento. Ese es su gran atractivo. Por eso nunca carece de retos.

  1. La confrontación

Frente a estos avances las corrientes impulsoras de la criminalización del sexo pueden entenderse como una tentación intoxicadora mediante la expansión de las sospechas y peligros. En este caso a través de las nociones del abuso y la agresión fusionadas con el sexo.

El resultado de esa tentación es la ruptura del diálogo y el conocimiento.

La utilización del sensacionalismo y el escándalo, así como la explotación de algunos hechos, trata de imponerse sobre ese clima abierto al diálogo y al debate. Por mucho que choque o sorprenda, incluso por mucho que moleste, los casos de violencia son casos. Por eso es importante considerarlos y estudiarlos. Pero la violencia no puede imponer su agenda sobre los deseos de los sexos.

El malestar de la confrontación

  1. Las líneas de la convivencia
  2. Algunas preguntas

A la vista de esta situación es inevitable plantear algunas preguntas más allá de las estrategias o previas a ellas. Si se trata de terminar con el machismo agresor, ¿qué se trata de poner en su lugar? ¿Se trata de invertir una asimetría entre los sexos de un signo frente a otra de otro signo? ¿Y cuál es esta otra?.

Una operación de tanta envergadura y amplitud como es ésta de los sexos, con un sinfín de consecuencias en la vida cotidiana de los sujetos, necesita una mínima transparencia en sus medios y sus fines. Ante esta falta de concreción surgen, de nuevo, preguntas sobre intereses de fondo y sobre quiénes mueven tales intereses y en qué dirección.

Surge, pues, una pregunta distinta a la habitual, ¿Es esta violencia, una construcción planificada en función de su utilidad para cambiar un modelo de sociedad por otro modelo de sociedad en la cual los sexos están siendo utilizados? Y, en tal caso, ¿qué modelo está en juego? El cuadro de los antónimos, expuesto en páginas anteriores puede ofrecer algunas pistas para responder a estas preguntas.

  1. Claves

Como este debate resulta complejo, y tal vez desbordante, lo que aquí pretendemos es únicamente destacar algunos de sus elementos. El principal es el de la prioridad de la educación de los sexos por encima de los otros; y su objetivo es la convivencia.

Si es obligación de todo Estado intervenir por los mecanismos de urgencia para remediar los deficit, es también su obligación disponer previamente las condiciones de convivencia, entre las que en primer lugar figura la educación.

Si es obligación que exista un código penal para actuar contra los excesos, es también obligación previa el fomento de unas condiciones de trato y su educación para él dentro del cual el código penal no es sino posterior a otros, tal como es su propia condición.

  1. Objetivos

Los códigos de trato y convivencia son previos a los códigos penales. Desde las políticas de género, se han proyectado, financiado y construido o reformado los códigos penales como estrategia de urgencia, en ausencia de una previa política educativa de los sexos para la convivencia.

Los Estados modernos se han movilizado por la vía de la urgencia y han puesto en funcionamiento sistemas y recursos para la denuncia y el castigo de los culpables y la protección de las víctimas. Pero esta movilización de medios, en sí comprensible, dista mucho de otra movilización previa para la educación de los sexos en la convivencia. Puede que este hecho constituya, de por sí, la prueba más dura de una estrategia global que necesita revisión en función de los objetivos y los intereses de todos.

  1. «Denunciar y castigar»

En esta educación de los sexos se trata de recapitular y hacer un balance del proceso de modernización realizado para avanzar y profundizar en él desde la dirección y lógica marcada por él mismo.

Se trata de revisar y planificar las estrategias a la vista de sus efectos desde unos objetivos de bloques y de guetos movidos por las prisas y la urgencia frente a un plan de convivencia entre los sexos y no sólo, ni prioritariamente, de tomar medidas contra la violencia; menos aún, de denunciar y castigar, fuera de la misma pedagogía propia de todo conocimiento razonable.

En definitiva, se trata de que las leyes cuenten con los deseos de los sujetos, más que de crear leyes ajenas a ellos. El objetivo final es el valor de convivir que es el deseo de todos los sujetos. Conviene no convertir sus deseos en obligaciones para hacerlos sus víctimas en lugar de sus beneficiarios. Las leyes son para los sujetos y no a la inversa.

  1. La sensibilidad cívica

Uno de los mayores logros de los derechos humanos ha sido la adquisición de la presunción de inocencia, lo que, en términos legales, se traduce en que todos, incluso los más presuntamente malvados, tienen derecho a su oportunidad.

Tras la criminalización del sexo, la escalada de persecución con los delitos sexuales ha llegado, en ocasiones, al borde mismo de esa presunción de inocencia y lo que no ha ocurrido con otros delitos, ha sucedido con estos. Tal ha sido la explotación emocional y orquestación de este fenómeno.

El problema resulta, pues, serio. Y su solución no consiste tanto en minusvalorar estas situaciones cuanto en el ejercicio de la razón para canalizar el proceso con el objetivo de no llegar a ellas. Para lo cual se hace necesario abrir otras vías y estrategias en un orden de prioridades y eficacias.

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