FETICHISMO, SADISMO, MASOQUISMO

Artículos de sexología y sexualidad. FETICHISMO, SADISMO, MASOQUISMO

El fetichismo

A. “Puntos de engarce”

El fetichismo es una de las peculiaridades eróticas universales y consiste en la atracción de una de las partes, zonas, gestos o conductas del otro. Havelock Ellis hizo del fetichismo el rasgo por excelencia de la atracción entre los sexos: “No hay ninguna zona del cuerpo que no pueda ser erógena. Tampoco ninguna sensación o emoción”. En realidad siempre hay algo del otro y de uno que puede suscitar la preferencia. Por eso el fetiche ha sido llamado también “punto de engarce”.

Aunque una extendida costumbre, basada en una desviación conceptual ha usado en exceso el fetichismo como fuente de anormalidad, incluso de patología, su carácter más propio es la asociación altamente simbólica con un contenido que se relaciona con el otro como objeto de deseo. Su valor ha sido ricamente descrito por los escritores y artistas, el cine y en general las artes plásticas. En este sentido las Ciencias Humanas y Sociales son prioritarias y previas a las Biosanitarias.

B. Los detalles

Así ha sucedido con las descripciones acentuadas sobre los detalles que van desde zonas hasta sensaciones como son los olores, colores, tactos, sonidos etc. hasta los sentimientos. Es lo que se conoce como filias. Algunos rasgos o partes del cuerpo hacen las veces de fetiche. Es el caso de la mirada o de los mismos ojos, el cabello o las caderas en el sexo femenino o del torax en el masculino.

Otro foco de detalles es el de los recursos asociados como es el caso de los objetos (talismanes, fotos, recuerdos, fechas, etc.) que, como habito general se refleja en el rito del regalo simbólico que se guarda como objeto preciado por su especial significado. Su valor emocional es de todos bien conocido. Y la variedad de estos objetos no tiene fin.

En ocasiones, sin embargo, la erotización o atracción recae sobre un objeto inanimado, bien por su relación directa con la persona amada, bien en sí misma por su uso o asociación como es el caso de las prendas, en especial las íntimas, como es el caso de la lencería. El fetichismo del pie ha dado un especial valor al calzado.

C. La exclusividad

La fijación en exclusiva en estos objetos es lo que más ha sido considerado para definir los excesos y sus estereotipos, léase su excepcionalidad lo que, precisamente por dicha excepcionalidad, es más destacado que el fetichismo general. Tales son los casos de coleccionistas de objetos por su carácter de fetiche.

Una porción mínima de la población llega a crearse problemas con esta peculiaridad erótica poniendo más carga o significado erótico en el objeto que en la realidad simbolizada de los sujetos hasta el punto de hacer girar su vida y relación en función de dicha sustitución o vacío.

Por su parte el mercado ha generalizado toda clase de gadgets y objetos con los que se pueblan o alimentan estos vacíos o carencias que tratan de ser ayudados con estas prótesis.

D. Havelock Ellis y el simbolismo erótico

Tal como ya fue estudiado en la Unidad Didáctica dedicada a la Erótica, Havelock Ellis formuló su teoría sobre el simbolismo erótico a partir de la base del fetichismo y ésta es aplicable a muchas otras peculiaridades aquí tratadas

En efecto, el mecanismo del fetiche, tal como fue expuesto en la monografía del sexólogo inglés El simbolismo erótico (1904) tiene su base en el carácter simbólico por el cual un estímulo puede ser trasladado de un objeto a otro. Es el mismo mecanismo de la construcción de las metáforas en el lenguaje, según el cual el sujeto atribuye a un objeto lo que es propio de otro para expresar más bellamente éste.

La teoría, por otra parte, es similar a la formulación que Pavlov iba a hacer célebre unos años más tarde mediante la identificación del sonido y la comida en el célebre experimento llevado a cabo con el perro de su laboratorio. Lejos, pues, de la patología, Ellis planteó el fetichismo como la estructura de una metáfora por la cual los sujetos convierten lo banal e insignificante en atractivo e importante.

El sadismo

A. Sobre datos y cifras

Los datos sobre “los casos de sadismo” proceden todos de entornos clínicos o penales, relacionados con delitos diversos y son, por lo tanto, casuísticos, o sea, no representativos de la población como para poder hacerse una idea proporcional y cuantitativa.

Ello hace que no se pueda nunca responder a la pregunta tan extendida desde el punto de vista psicopatológico relativa a cuánto se da o no el sadismo en los sujetos. Por otra parte, el componente simbólico e imaginario, que es el principal elemento del sadismo, hace que éste sea un fenómeno enteramente subjetivo: es decir, cualitativo.

B. Sobre el contenido

Los principales contenidos para la definición del sadismo desde el marco de la Sexología fueron expuestos por Iván Bloch en su obra Vida y obra de Sade (vers. cast. Madrid, 1924) con prólogo de G. Marañón; y estos pueden resumirse en tres:

1. Que Sade (1747-1814) fue un escritor de ficción y por lo tanto su obra, como la de cualquier escritor de ficción, dice relación al imaginario;

2. Que Sade no fue un perturbado mental sino un reformista o, si se prefiere, un revoluccionario, con relación a los valores de su época; y

3. Que el producto o mensaje que él aportó responde a un elemento común de los sujetos que él contribuyó a ilustrar y comprender. De ahí el nombre de sadismo.

C. Sobre Sade

“He sido y soy un libertino, lo reconozco —escribe Sade ante las acusaciones—, he concebido y escrito todo cuanto se puede pensar de la vida libertina, pero yo no he realizado lo que he escrito. Soy un libertino, pero no un malvado; y menos, un criminal”.

“Se puede leer a Sade bajo el principio de la violencia; y se le puede leer, siguiendo su propia recomendación, según lo que él formuló como principio de la delicadeza. Esta delicadeza sadiana no es un producto de clase, un atributo de civilización, un estilo de cultura. Es una potencia de análisis y un poder de goce: análisis y goce se reunen en beneficio de una exaltación desconocida por nuestras sociedades y que, por eso, mismo, constituye una de sus formidables utopías” (R. Barthes, Sade, Fourier, Loyola, vers. cast. Monte Avila, 1977).

D. El sadismo y la vida cotidiana

El punto o aspecto más importante, desde el legado de Sade, es la separación entre sadismo y violencia. De esta forma sus confusiones con la violación o las distintas formas de crímenes o asesinatos constituyen uno de los grandes focos de confusión del que proceden no sólo las tergiversaciones sobre la vida de Sade sino sobre el sadismo cotidiano en la vida de los sujetos. Una cosa es el sadismo y otra es la crueldad con la que el sadismo es confundido con excesiva frecuencia.

La unión de deseo erótico y sufrimiento, en todas sus gamas, constituye, en definitiva, el eje sobre el cual gira el sentido del sadismo. De ahí sus derivados tales como la posesión y dependencia que son temas de un gran interés en las relaciones de los sexos. No se hace nada bueno ocultando realidades sino conociéndolas.

Un análisis de esta unión arroja una gran cantidad de elementos que forman parte de la misma personalidad de cada uno pero, sobre todo, de la entidad que se forma en la relación de los amantes o pareja. Su carácter positivo y creativo, o sus derivas negativas y destructoras, constituyen las vetas de los más ricos debates por ser la materia de las más vivas confusiones.

El masoquismo

A. Sacher-Masoch

El masoquismo es para muchos autores la otra cara del sadismo o en todo caso relacionado con él siguiendo el binomio bipolar de dar y recibir. O, si se prefiere, de actividad y pasividad. Éste es uno de los rasgos más generales de toda relación basada en un contrato explícito o implícito propio de la pareja por el hecho de su compa(r)tibilidad recíproca.

Sin embargo el masoquismo tiene una entidad propia como peculiaridad erótica. El nombre de masoquismo procede del noble Leopold Sacher-Masoch (Ginebra 1820-1869) quien a través de sus obras, en especial La Venus de las pieles, describió las formas en las que estableció sus relaciones íntimas.

Una referencia más cercana—y esta vez en femenino— es la constituida por Historia de O. “El caso de O —escribe la autora, tras los escándalos y mirando hacia atrás—, ha sido desbordado. El origen de la obra es una simple e ingenua carta de amor de una adolescente apasionada. El resto es todo decorado. ¿Cómo pueden tergiversarse los fenómenos humanos de forma tan desquiciante?” (Regine Deforges, O m’a dit, J. J.Pauvert, Paris, 1978).

B. Masoquismo y romanticismo

Algunos autores han señalado ciertas semejanzas entre el romanticismo o amor romántico y el masoquismo. De hecho ambos son productos de una misma época: el siglo XIX. Y ambos también apuntan a un núcleo común: el valor del sufrimiento en su asociación a ciertas formas de concebir las relaciones desde una exagerada sensibilidad centrada en los sentimientos.

De todos es conocido el acento que los románticos pusieron en temas tales como el amor no correspondido, los celos o la exclusividad, así como el dolor de la pérdida o abandono. También son de todos conocidos esos relatos y poemas con alta dosis de grandiosidad, incluso de tragedia.

C. Algunos rasgos propios

Llevando estos detalles más a fondo, y pasando de los sufrimientos morales (o psicológicos) a los físicos, se han asociado al masoquismo una serie de gestos y conductas propias tales como la sumisión o sometimiento, las autolesiones, los bondajes, flagelaciones, autoinsultos, etc que, de muy diversas formas, proporcionan placer en la sumisión y el sufrimiento.

La tradición cristiana y su glorificación del sufrimiento, no está exenta de esta vía, si bien los motivos explicativos han sido de un orden considerado superior dentro de un contexto religioso. En el caso de la cultura española la rica imaginería de los ritos de Semana Santa puede ser una muestra exquisita de esta manifestación.

D. Valores propios del masoquismo

Como sucede con toda peculiaridad no es inútil afirmar de forma explícita alguno de sus valores más destacables. Y en este caso su patologización o ridiculización hace con frecuencia olvidar la dosis de valor que encierra esta peculiaridad de los sujetos.

Algunas relaciones mantienen sus equilibrios mediante el encaje de sexualidades cuyas combinaciones son juzgadas y criticadas cuando se las considera en su sentido técnico; pero estas mismas relaciones resultan modélicas para replantearse ciertos tópicos basados en esos criterios técnicos cuando se trata de compartir experiencias y sentimientos.

El estigma de algunos adjetivos

Algunos adjetivos describen situaciones a través de nombres asociados con ellas. Por ejemplo se dice dantesca de una situación que sobrepasa lo acostumbrado en referencia a las escenas que Dante hizo en su Divina Comedia. Se usa el adjetivo kafkiano cuando se alude a una situación de tal forma enredada que es imposible salir de ella, tal como el célebre autor austríaco describió en una de sus obras, El castillo.

De la misma forma, se suele usar el término sádico en recuerdo de Sade para describir una situación de violencia, brutalidad y ensañamiento movida por los impulsos libidinales. ¿Pero es eso lo que realmente caracteriza lo que Sade describió? Lo mismo puede decirse de su adjetivo consorte, masoquista.

Estos adjetivos, más que ser reflejo de las situaciones descritas por sus respectivos autores, revelan un aglomerado de todo lo indeseable que no coincide precisamente con las aportaciones de ellos. El dato más corriente de esta confusión es la mezcla de realidad e imaginación.

De esa forma no sólo se empobrece la lengua sino que se llena de estereotipos infundados. Usar el adjetivo sádico con una cierta precisión es un ejercicio de gran utilidad.

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