HISTORIAS SEXUALES

Algunos extractos de la obra de Havelock Ellis

Publicados en la Revista Española de Sexologia
►B. asegura que sus primeros pensamientos y actos sexuales estaban curiosamente relacionados, con la flagelación. A los doce años, él y otro muchacho acostumbraban á golpearse con un cricket las piernas desnudas, entregándose después a la masturbación mutua. No puede recordar el principio de sus pensamientos sexuales cuando niño, ni cómo aprendió la masturbación. Cuando tenía trece años discutía sobre asuntos eróticos con un condiscípulo que tenía relaciones carnales con una muchacha de la misma edad. El acto lo realizaban cuando iban desde casa a la escuela y permaneciendo en pie. B. tuvo con la muchacha relaciones del mismo modo. No se preocupa por el aspecto psicológico de la emoción sexual; Aunque sus pasiones sexuales se excitaron muy pronto, nunca tuvo relaciones con prostitutas. Cree que sus experimentos juveniles no produjeron ningún mal efecto mental, moral ni físicamente. Practicó la masturbación moderadamente hasta que se casó a la edad de treinta y un años.

►»Puedo recordar (escribe un sujeto), que a los cinco años, juntamente con otro muchacho, corríamos para ver las piernas a una muchacha; la idea partió del otro, pero yo estaba vagamente interesado. No recuerdo cómo ni a dónde fuimos para verlas, ni otra cosa más que la intención. A los seis o siete años, acostándome con la nodriza, me producía indudable excitación sexual el sentir su brazo desnudo. Recuerdo también que gradualmente tocaba su brazo con mucha precaución, temiendo que la muchacha se despertara, y sintiendo amargamente no encontrar más que el brazo. Estoy casi cierto de que entonces no tenía ideas sobre el sexo; pero el desengaño era real.

Estas son las únicas primeras experiencias de esta clase que puedo recordar. A los nueve años ya tuve otras. Yo vivía en una granja situada en la costa del Norte de Inglaterra, que tenía muy pocos visitantes y que me parecía muy aislada; acostumbraba ayudar a las muchachas de la granja en la custodia del ganado. Estas muchachas me inculcaban ideas sexuales aunque yo no las entendía con claridad. Acostumbraban a hablar de cosas muchas de las cuales veo ahora que entonces no entendía como ellas. Me gustaba ver a aquellas muchachas bañándose con sus faldas remangadas. Por aquel tiempo me enamoré apasionadamente de una prima, pero no recuerdo que tuviera ideas sexuales respecto de ella No puedo decir si aquellas tempranas experiencias tuvieron alguna influencia en mi desarrollo sexual ulterior en cuanto alcanza mi memoria. Siempre las he recordado vagamente, nunca con excitación sexual.

Los sueños sexuales se presentaron por primera vez sobre los trece años, había emisión y sensación en el sueño, pero estas no estaban muy asociadas con sueños sexuales distintos. Todo lo que recuerdo de ellos es la sensación que, sin embargo, no localizaba entonces absolutamente. La masturbación fue indudablemente el resultado directo de estos sueños. La primera tentativa fue debida a la curiosidad, para ver si de aquel modo se reproducía la sensación de los sueños. Estos, tal como los he descrito, me ocurrían con frecuencia, pero no puedo decir con qué intervalo. Nunca experimenté la más ligera inclinación hacia individuos de mi mismo sexo

► …A los siete años se encargó de una gobernante alemana, y pronto me encariñé con ella. Yo era entonces un niño delicado, que padecía con frecuencia pesadillas, chillando, sin poder dormir, y cubierto de sudor. Cuando ocurría esto, la gobernante me acostaba en su lecho y me tranquilizaba besándome, etc. Yo la besaba también, y puedo recordar que me gustaba, sobre todo, besarla los pechos.

Algún tiempo después, probablemente cuando yo tenía nueve años, me dijo algo mi gobernante, de que no estaba organizada como yo, que ella no tenía pene, etc. (No puedo recordar el término que usaba ella para nombrar el pene.) Yo me mostré incrédulo, y la pedí que me permitiera ver si era verdad; ella se negó, y yo ideé muchos medios para satisfacer mi curiosidad, tales como entrar de pronto en su habitación cuando se estaba vistiendo, golpeando la silla en que estaba sentada y tratando de introducir repentinamente mi mano entre su falda. No conseguí satisfacer mis deseos, pero creo que aunque ella no me permitía lograrlo, mis esfuerzos la causaban sensaciones agradables. Yo creo que en todo esto no había más que curiosidad, por mi parte; no tenía sensación de calor ni irritación en los órganos genitales, y nunca los manipulé, ni era, por lo que puedo juzgar, un muchacho anheloso. Mi gobernante se fue cuando yo tenía diez años, y fui enviado a una escuela preparatoria.

►»Cuando yo tenía nueve años (me dice una señora sujeto de la presente observación) recuerdo que acostumbrábamos a jugar varios niños en un antiguo jardín, haciendo de papás, levantándonos las ropas y aplicándonos las partes sexuales como creíamos que lo hacen las personas casadas; pero no teníamos sensaciones sexuales, ni los muchachos tenían erecciones. Cuando tenía diez años tuve conciencia de una sensación agradable asociada al olor de cuero, que ha persistida siempre desde entonces. En aquella edad pasaba algún tiempo en un almacén al por mayor lleno de registros encuadernados con cuero.» No se daba cuenta, entonces, de aquella sensación, y ciertamente no tenía conciencia de ninguna conexión con la emoción sexual. La menstruación se presentó a los trece años y medio. Pocos meses después se observaron las primeras sensaciones sexuales. «El primer sentimiento de amor que tuve fue a los catorce años, por un elegante muchacho de mi edad, que venía a nuestra casa con frecuencia. Yo le gustaba, pero él no sentía amor por mí. Rara vez se sentaba a mi lado y me cogía la mano como yo deseaba. Esto duro hasta los diecisiete años en que él se fue a la Universidad. Después de terminado el primer curso volvió y entonces me demostró cariño; pero aunque yo le quería mucho, era demasiado orgullosa para demostrárselo. Cuando intentó besarme yo me resistí aunque lo deseaba. Creyendo que estaba muy ofendida, trató de excusarse, lo cual me encolerizó. Todos aquellos años le estuve adorando, llenando su recuerdo todos los instantes de mi vida.» Cuando estaba cerca de él experimentaba sensaciones físicas, con humedad en la vulva. Así continuó hasta que ella cumplió veinte años; pero el sujeto de estas emociones no volvió ya a renovar sus proposiciones.

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