1. PERSONALIDAD Y CULTURA EN LA SUBCULTURA SEXUAL SADOMASOQUISTA. UNA APROXIMACIÓN PSICOSOCIOLOGICA.
  2. SEXUALIDAD Y DERMOGRAFIA. ALGUNOS DATOS PARA LA COMPRENSIÓN Y ANÁLISIS EN NUESTRA CULTURA.

Por Basilio Martinez Torres

 

Personalidad y cultura en la Subcultura sexual sadomasoquista. Una aproximación Psicosociologica.

1.- La investigación desde la cultura, personalidad y sexualidad: hacia una antropología sexual o psicosociologia sexual.

Toda investigación psicosocial es un reto, pero si además la dimensión de estudio es la sexualidad humana, pese a los avances producidos en las últimas décadas, es una empresa complicada sobremanera. No es fácil encontrar personas que se presten a mostrar su intimidad sexual a desconocidos, y menos si en la misma hay vivenciaciones «desviadas» de la norma.

Ciertamente no era poco lo que se conocía respecto a la sexualidad en la segunda mitad del siglo XX, aunque pocas reflexiones o aseveraciones poseían una base de demostración mínimamente sólida. Fué Alfred Kinsey (1894-1956) el primero que, de una manera sistemática, intentó conocer y explorar las conductas sexuales utilizando el procedimiento estadístico1, aunque no es menos cierto que existen deudas contraídas con los antropólogos y etnólogos anteriores (como Franz Boas, Ruth Benedict o Margaret Mead, por citar sólo unos pocos), psicólogos y estudiosos de la sexualidad (S.Freud, W.Reich o Havelock Ellis) o sociólogos en general (entre ellos, H.Marcuse). Pero el mérito de Kinsey fue iniciar una línea de investigación en la sexualidad estudiando la conducta real de los sujetos tal como se producía mediante las encuestas y las entrevistas como métodos y la estadística como instrumento de análisis cuantitativo. De esta manera sentó las bases para el desarrollo de importantes investigaciones posteriores, como las efectuadas por Masters y Johnson, H.S. Kaplan, Shere Hite o M.Hunt.

No obstante, hemos de convenir que nos encontramos en los estudios sobre la sexualidad humana con posturas sectoriales dentro de las ciencias, a la vez que con ciertas restricciones en las conductas que son objeto del análisis, cuando no la falta de naturalidad y la «ideologización» en las interpretaciones de las mismas. Es difícil encontrarnos con investigaciones o posturas integradoras, interdisciplinarias, multimetodologicas y multitecnologicas en este campo y menos aún que lo hagan sobre las llamadas «desviaciones» o «perversiones», que dígase de paso han quedado evidenciadas por el número elevado de las personas que las practican como menos «desviadas» de lo que algunos pretenden. Incluso, se ha llegado a afirmar, que sí existe una erótica realmente desviada es la que llamamos normal. Lo esencial de la sexualidad humana sería la transgresión, que otra cosa lo es el «imperativo civilizatorio», la cultura «normalizadora». En palabras de Bataille:

 «…El erotismo difiere de la sexualidad de los animales porque la sexualidad humana está limitada por prohibiciones y el terreno del erotismo es el de la transgresión de esas prohibiciones…(Además) hay que tener en cuenta que si bien la sexualidad humana difiere de la animal no la suprime sino que se construye sobre ella: siempre hay un hacer de los animales que construyen el retorno al desenfreno sexual…»

Así, la sexualidad en cuanto vivenciación erótica puede someterse al imperativo civilizatorio o transformarse en erotismo cuya principal característica es transgredir toda prohibición, hasta tal punto que según Bataille no podría haber erotismo sin prohibición. De esta forma la mayoría de los antropólogos y etnógrafos se han distanciado de la investigación profunda del comportamiento sexual. Se acercaban sólo de puntillas. Si se habla, por ejemplo, de la familia se hace sobre las relaciones de parentesco,las funciones en el proceso de culturación o socialización… pero poco se dice de la sexualidad y la erótica (como cada uno vive el deseo sexual, el mundo fantasmático y fantasmagórico, especificación nuestra) de la unidad familiar.

Hemos de eliminar en una investigación en psicosociología sexual o en antropología sexual, toda visión etnocéntrica, y más si la misma es puritana. El estudio en esta área, como ha puesto de manifiesto I.Reiss ha sido entorpecido por actitudes emocionales dudosas científicamente y paralizado por inventivas moralistas. La psicosociología sexual -como lugar de encuentro de la Cultura, la personalidad y la sociedad en el hecho sexual humano- entendemos debe integrar las diferentes perspectivas (psicológica, sociológica, biológica, social, etc) con un talante abierto y relativista, nunca moralizador, y menos occidentalocentrista.

Si hay ciertas formas de comportamiento sexual más o menos universales, tanto como si ciertas formas de ellas son particulares, es preciso considerar conjuntamente la cultura y la sociedad como el individuo que en ella vive y que interactúa con las mismas. Sólo así podremos entender como posibles, reales y con unas razones de ser las múltiples posibilidades de la erótica sexual. En esa medida entenderemos que la realidad sexual tiene una triple dimensión social, cultural e individual y que la variabilidad en la conducta entre los individuos humanos existe a muchos niveles. Es decir, reconoceremos como válido el aforismo de Kluckholm y Murray

«Cada hombre es,en ciertos aspectos,

  1. a) como todos los hombres,
  2. b) como algunos otros hombres,
  3. c) como ningún otro hombre»

Así, los estudios de la cultura y la personalidad según Levine se refieren, de manera fundamental, a aquellos aspectos en que un hombre es como algunos otros hombres, en particular sus compañeros de grupo o agrupación, en contraste con otros grupos. Si ello es así, el estudio de una subcultura (sexual) como la que aquí vamos a describir mínimamente, es perfectamente legítimo desde la variabilidad entre grupos, pero todo ello sin ignorar los universales biosociales, los universales psicológicos y las diferencias individuales. Y es aquí donde intentaremos mostrar como la subcultura S/M forma o puede formar agrupamientos «sociales» diferentes y diversos de otros dentro de la dimensión sexual-erótica con unas caracteristicas propias y comunes a una serie de individuos, pero a la vez con las reales posibilidades de variación interna de modulación, por parte del propio individuo.

Si importante es el primer aspecto (las variaciones inter), no lo es menos el segundo (las variaciones intra), al cual nosotros no desdeñaremos del todo porque, en el caso de la subcultura S/M, es una fuente muy importante de conformación y a la vez de dinamización de la propia subcultura. En nuestra «subcultura sexual» de estudio, el individuo es un elemento muy importante, o al menos lo es en muchas ocasiones, al mismo nivel que la cultura que vive y le da vida.

Así mismo, si como ya dijimos, la investigación en psicosociología y antropología sexual es difícil, los datos son parciales e incluso, ignorados o tergiversados, el indagar sobre ciertas «parafilias» es además comprometido y arduo por el cierto secretismo añadido con el que son llevados a la práctica. Y no nos referimos sólo a la relación diádica (el sadomasoquismo sexual implica obviamente al menos a dos personas), sino a aquella que llega al agrupamiento y la participación más extensa coadyuvando a la conformación cultural. Es mas factible hacer encuestas -como hizo Kinsey respecto a la sexualidad en general- que indagar en un mundo vivencial, aún muy subterráneo, donde pocos se quieren dar a conocer.

Creemos que por el momento se hace muy difícil e improbable profundizar en nuestra sociedad, de una forma rigurosa y científica, en el tema de la subcultura S/M y de la vivenciación personal de esta erótica sexual. Se resiste a las encuestas y la observación directa, y la entrevista ha de ser buscada a través de terceras personas. Por otro lado, el propio investigador ha de superar su posible ansiedad y miedos y describir un mundo vivencial tan real como otros. Tener la posibilidad de entrar y conocer el umbral de este mundo sólo puede ser posible a través de documentos escritos, imágenes, cartas y algunos contactos personales limitados. Incluso la realidad de alguna forma, deseada o inconsciente, es tergiversada, a la vez que la «observación» distanciadora ha de ser considerada incluso como diversa a cuál la viven los sujetos. Puede ser que incluso tengamos nuestras dudas respecto a la veracidad y representatividad de los datos. Pero sólo el tiempo y el conocimiento más profundo posibilitará comprender mejor la subcultura, el individuo, y las mutuas influencias entre ambos. Hemos de recurrir también a la narrativa, a los filósofos y los creadores de «imágenes». Hay que estar abiertos -al menos mientras no tengamos otras posibilidades- a la introspección, los narradores y los poetas que pueden enriquecer en su momento los propios postulados científicos.

Iglesias de Ussel avala esta necesidad científica de acercamiento a otras fuentes:

«Precisamente por estas dificultades, uno de los instrumentos analíticos de utilidad,aunque de un sector no necesariamente representativo de la población, pueden ser los diarios, memorias y biografías».

Y ello, máxime, cuando los estudios realizados en nuestro país lo son a través de encuestas y respecto a la sexualidad heterosexual, control de natalidad o actitudes sexuales generales. Esta forma de investigación paralela y complementaria, a veces la única inicialmente posible de recurrir a otras fuentes, no se ha tenido en cuenta hasta que de unos años a esta parte diversos investigadores han cuestionado la preexistente hipertrofia de la metodología cuantitativo-estadística y la conveniencia de enfoques cualitativos en los estudios iniciales y exploratorios del proceso investigador. Véase al respecto los manuales en ciencias sociales y psicología y dicha «concesión» antes casi sacrílega.

Para no extendernos más en este epígrafe, remitimos a los textos citados de Iglesias de Ussel («La sociología de la sexualidad en España») y otros de interés como P. Gebhard («Factores situacionales que afectan el comportamiento sexual humano»), M. Sanz Agüero («La sexualidad española»), A. Moncada («Los usos de la sexualidad en la España actual») o el de Malo de Molina, C.Valls Blanco y Pérez Gómez («La conducta sexual de los españoles»)

 

  1. Sexualidad y dermografia: algunos datos para la comprensión y análisis en nuestra cultura.
  2. A modo de introducción

En toda cultura, en cualquier sociedad, desde dentro y hacia fuera del individuo, los comportamientos generales guardan un complicado entramado dialéctico con aquellos otros más personales y genuinos. A las normas, valores, símbolos o ritos comunitarios, se opone, de una forma u otra, de manera encubierta o evidente, todo un conjunto de recreaciones personales, transgresiones, e indagaciones particulares. Es imposible conceptualizar, o tan siquiera entender, un hecho subcultural concreto y particular, sin referirlo tanto a la cultura social donde se produce o donde se incluye, como al sujeto concreto que lo vive, experimenta, y lo recrea en segundo término.

La sexualidad en su vertiente expresiva, personalizada, experiencial, coto del deseo y también de los fantasmas, es amplia y diversa. Y ello, porque aún siendo participes los sujetos de una determinada cultura o subcultura grupal, cada cual determina internamente sus propios sentidos. No conviene olvidar este matiz, a riesgo de que al hacer estudios antropológicos en el mundo de la erótica se caiga en pensar que la generalidad absorbe o delimita los sujetos concretos. Si la generalización es una cierta necesidad metodológica y comprensiva ante cualquier fenómeno como forma de aprehensión del mismo, no podemos olvidar, ni debiera hacerse, referirse también a como los sujetos particulares generan, si puede decirse, su propia cultura vital. Es decir, las generalidades de la psicología social o antropología cultural son una perspectiva, no la única, desde donde entender determinados contextos culturales, a la vez que la Psicología diferencial lo es desde la suya propia.

Estas breves páginas intentan ser, de forma muy elemental y exploratoriamente, un pequeño acercamiento a un hecho que si bien tan antiguo como el propio hombre o las primeras culturas (vgr, hay datos de tales prácticas en la cultura egipcia o incluso la maya), adquiere desigual interés y vigencia según el momento histórico o la localización espacial. Ensalzado unas veces como parte fundamental de rituales de identidad o de paso desde y en el propio grupo, sancionado y negado otras más, el tatuaje no es en modo alguno una opción social y/o personal simple de entender. La estigmatización, la vivenciación del proceso o el «vuelco» en la erótica, quizá solo puedan realmente ser vislumbrados en «su lado «oscuro» y profundo» por los propios sujetos, desde dentro, sin generalizaciones externas.

En los últimos años, y en diversos puntos geográficos de nuestro país, un número indefinido de personas se han sometido de forma más o menos voluntaria y deseada, al proceso de llevar escritos símbolos, dibujos, mensajes indelebles que aún los avances del laser les acompañarán toda su vida, «vida social» cuanto más evidentes y observables son los mismos fuera de la intimidad. El tatuaje, «tattoo», o más recientemente (y con otra connotación semántica, y evidentemente, en un intento de borrar parte de la estigmatización del tatuador y tatuado) la «dermografía», pierde en parte el carácter iniciático y de paso en el sentido antropológico más clásico, para pasar a otro mas complejo y moderno. Es cierto que la persona tatuada «entra» (según nuestros datos) en un nuevo mundo psicosocial mediante un proceso ritual, con presencia o ausencia de espectadores (en nuestra sociedad suele ser más el segundo modo, algo opuesto a lo que suele acontecer en los paises nórdicos o en California via congresos y evidencia al exterior de los establecimientos), en donde sitúa un antes y un después. Pero en nuestro caso del tatuaje en la sociedad contemporánea, como una opción desde dentro del sujeto y no en sí desde la imposición cultural o sancional del grupo, (salvo grupos particulares, más o menos cerrados, percibidos y autopercibidos como «outline», en donde el tatuaje puede ser sinónimo de pertenencia y compromiso), este cobra nuevas dimensiones, nuevos valores y sensaciones. No es tanto pues un símbolo exclusivo de pertenencia o identidad dentro de la colectividad, como una forma personal de indagación, búsqueda excitatoria, descubrimiento de las entrañas profundas -y hasta ese momento- desconocidas del yo (ello), de los ancestros mas «instintivos».

Este pequeño trabajo se detiene en tales consideraciones. No le interesa adentrarse en la perspectiva -quizá ahora manida y algo desenfocada- de los elementos de conformación e identificación grupal, generales y subculturales, casi «impuestos» desde la sociología desde «fuera», en clichés rigidos, como indagar desde el propio sujeto, en su currículum personal, centrándose en este punto en relacionar el fenómeno de la dermografía con la sexualidad y la erótica.

Siendo esto así, la única forma de entrar a «explorar» es precisamente preguntando, en un contexto de apertura y confianza (por los recelos y la aún evidente tabuización e intimización del tema), a los propios sujetos. Un trabajo de campo pues de «estudio de casos», sin excesivas pretensiones y de apertura para otros posteriores.

 

INDICE

1ª Parte: Personalidad y Cultura en la subcultura sexual sadomasoquista

  1. La investigación desde la Cultura, la Personalidad y la Sexualidad: Hacia una antropología sexual o Psicosociología sexual.
  2. Cultura, Personalidad y Sexualidad: Concepto, Relaciones y aproximación metodológica
  3. Sadomasoquismo sexual: breve panorámica transcultural
  4. A modo de entrada conceptual (inconclusa) e Hipótesis de trabajo. Planteamientos teóricos respecto a la génesis del sadomasoquismo
  5. Cultura sexual y Subcultura S/M
  6. Valores, Simbolos y Modelos en la Subcultura S/M
  7. Normas, Roles y Ritos en la Subcultura SM.
  8. La liturgia de las palabras
  9. De la asociación voluntaria a la prostitución en la Subcultura.
  10. A modo de sintesis (necesariamente inconclusa).
  11. Citas y Referencias.
  12. Bibliografía

2a Parte: Sexualidad y dermografia. Algunos datos para la comprensión y análisis en nuestra cultura.

  1. A modo de Introducción
  2. La muestra y nuestras posibilidades metodológicas
  3. Datos generales de los sujetos
  4. Las confidencias y verbalizaciones
  5. A modo de síntesis o apertura, según se quiera

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *