Como corresponde a un asunto epistemológico, la clasificación de los problemas sexuales ha estado sujeta a las polémicas. Parcelar y poner indicadores a unos u otros cercos, a unas y otras denominaciones resulta un problema teórico con muchas consecuencias prácticas. Antes de la Terapia sexual existieron unas denominaciones, tales como impotentia coeundi, impotentia generandi, etc relativas al varón. En cuanto a las relativas a la mujer la impotentia concipiendi y sus derivadas ofrecieron también su propio grupo. Tras las aportaciones de Masters & Johnson, la nomenclatura de las distintas versiones del Manual diagnóstico estadístico o DSM han planteado tres grupos: 1) el de las disfunciones sexuales (unas masculinas y otras femeninas); el de las aberraciones sexuales, redenominadas parafilias y 3) el de los trastornos de la identidad sexual que, tras la imposición de la términología del género, se han difundido como trastornos de género.

La clasificación desde la Sexología que aquí hemos seguido, partiendo de su mapa general del hecho sexual humano —y no ya del de los trastornos mentales—, se reparte entre los grandes grupos de dificultades relativas a los modos, matices y peculiaridades de los sujetos sexuados según los planos de individuación así como de sus campos conceptuales de la sexuación, la sexualidad, la erótica y la amatoria o ars amandi

 

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