En las relaciones de pareja sigue aún en vigor el viejo principio del egoísmo enfrentado al del altruismo como opuestos de forma binaria. Siguiendo este principio uno dice al otro: "no seas egoísta", lo que equivale a decir: "sé altruista". La lógica de los sexos, siguiendo el principio de las atracciones recíprocas tiene otro funcionamiento conocido por coincidencias recíprocas. De ahí el interés de las interacciones en toda relación de ars amandi. De lo que se trata, pues, no es de no ser egoísta ni altruista, sino de encontrar la mínima dosis deseable de coincidencias compartibles que valgan la pena a ambos. Decimos "la mínima dosis" para señalar, como la expresión indica, mínimos —y no máximos— a partir de los cuales pueda irse a más. La hipótesis de la que parten estos principios se basa en que la atracción de los sexos —de los sujetos como sujetos sexuados—, vía por la que se entra en la lógica del ars amandi, es, por principio, egoísta y no altruista, si bien su propia dinámica convierte el egoísmo, sin dejar de serlo, en altruismo. En una relación de pareja ambos son, a la vez, egoístas y altruistas: uno desea su bien propio y, al mismo tiempo, el del otro, que es vivido como de uno y, por ello, se convierte en interés de uno. Y viceversa. La combinación de estas vivencias se explican en el marco de la lógica propia de la relación de los sexos y no de otras. Lo que ha sucedido con el egoísmo y el altruismo es que han sido introducidos en la relación de pareja desde otras lógicas de relación. Pero la relación de los sexos tiene su propia lógica. Es la lógica del ars amandi, distinta de otras lógicas y de otras relaciones.

 

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