Tras las batallas mantenidas en la década de los años ochenta del siglo XX, especialmente en USA, entre unos y otros feminismos, es decir entre distintas corrientes e intereses, el así llamado feminismo general se convirtió en un campo confuso poblado de muchas corrientes pero especialmente dominado por lo que se conoce como correa de transmisión de política correcta y, en definitiva, de integrismo reaccionario, unido a la gran corriente norteamericana de la moral conservadora. El caballo de batalla más importante ha sido que, tras la politización de la privacidad por parte del conocido como feminismo de progreso —la vida privada es un asunto público— el campo mismo fue tomado por las fuerzas involucionistas. El desconcierto de muchas feministas y su insistencia en reconvertir el feminismo en su dirección anterior ha creado, de nuevo, más corrientes internas dentro del mismo, de forma que resulta cada vez más difícil conocer el mensaje directo separado de los ocultos. Para salir de este magma y seguir adelante se ha hablado cada vez más de post-feminismo. En esta dirección se inscribe, de nuevo, su carácter histórico y razonable (V. feminismo razonable), heredero de la gran corriente de la Cuestión sexual iniciada con la Ilustración y que trató de plantear y explicar los problemas de la mujer desde el marco de los sexos y no como la lucha de uno y otro por separado.

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