LA AUSENCIA DE EYACULACIÓN

Considerada desde siempre como impotencia, la falta de eyaculación es hoy vista como el caso inverso de la eyaculación precoz o prematura. Y, como tal, creemos oportuno hacer una referencia concreta y valiosa.

¿CÓMO SE MANIFIESTA?

Hay hombres que se quejan de no poder eyacular. Aseguran que en su vida sexual todo lo demás es normal: la excitación, las sensaciones eróticas, el placer que esto proporciona, la erección, etc… Pero que son incapaces de llegar a la descarga final, conocida bajo el nombre de eyaculación.

Nótese que la ausencia de eyaculación no implica ausencia de orgasmo. Con mucha frecuencia se confunden «orgasmo» y «eyaculación». Incluso ambas realidades suelen ser identificadas.

Esta confusión  trae consigo otra: si no se tiene eyaculación, no se tiene orgasmo. Aunque parezca o pueda parecer extraño, el orgasmo y la eyaculación son dos fenómenos distintos.

¿A QUÉ SE DEBE?

La ausencia de eyaculación se debe –la mayoría de las veces– a un historial en el que están muy claras la inhibición o la represión sexual. Así, puede comprobarse, tanto en la consulta como en los estudios llevados a cabo sobre este problema.

El informe Kinsey, por ejemplo,.habla de bastante abundancia en la presentación de estos casos. Uno por mil. Sin embargo, el mismo Kinsey no deja de considerar la relatividad de su aportación. En otros informes sobre el comportamiento sexual podemos leer una frecuencia menor. El  problema más común que se plantea es el del hombre que ha tenido eyaculación en un momento dado y luego ha perdido esa capacidad.

Se dan casos de ausencia total. Sin embargo, creemos que debe quedar bien claro que todo hombre normalmente constituido es capaz de eyaculación. Esta conclusión es hoy opinión común entre sexólogos. ¿A qué se debe, pues, la ausencia de la eyaculación? Ya lo hemos sugerido: a represión.

CASOS CONCRETOS

Nuestra práctica coinicde totalmente con los casos observados y estudiados por Masters y Johnson. El historial personal de los hombres aquejados de falta de eyaculación revela una situación traumática en un determinado momento de la evolución sexual y personal.

En algunos individuos ha sido motivada por una amenaza tremendista contra la masturbación. En otros, por un miedo cerval hacia la mujer. En un tercer grupo, es una trepidante sensación de pánico ante el fracaso en una primera relación sexual. Puede tratarse de una reacción personal ante la eyaculación precoz o excesivamente prematura. En muchos casos el hombre consulta porque se cree impotente. En algunos, se trata de un falso temor a no ser capaz de gratificar a su mujer…

LA OBSESIÓN DE LA «DESCARGA»

Podríamos decir –sin miedo a exagerar– que en la casi totalidad de los casos hay una concepción machista, errónea o sofisticada de la sexualidad. El hombre cifra  mucho su sexualidad en la descarga seminal. Para el hombre de nuestra cultura este hecho se ha venido convirtiendo en una prueba de su virilidad, una «llegada a la meta» en esta colosal olimpiada competitiva de la demostración viril.

Esta concepción errónea de la sexualidad masculina, unida a hechos traumatizantes, puede resumir la sintomatología más típica de la ausencia de eyaculación. generalmente, el hombre que sufre una situación traumática reacciona con una enorme violencia por el trasfondo cultural al que hemos aludido… Estos hechos pueden, con frecuencia, explicar y ayudar a comprender este fenómeno.

VENCER ANGUSTIA Y ANSIEDAD

La ausencia de eyaculación –si no se recurre a la sexoterapia o a la psicoterapia– tiene muy  difícil curación. Se trata de un hombre con una sexualidad muy endeble y empobrecida. Hecho que acentúa de un modo pavoroso su ansia de superación y éxito en la relación sexual. Quiere, por todos los medios, probarse a sí mismo y probar a su mujer que él es capaz de «ser hombre». Lo cual le lleva a un estado de ansiedad, que evoluciona  progresivamente hacia una auténtica angustia.

La angustia y la ansiedad son los peores enemigos de una relación sexual relajada y confortable, placentera y llanamente gozosa. De ahí que cada vez  entre más de lleno en su problema, cuanto más deprisa y ansiosamente quiere salir de él. El primer remedio –para esto como para muchos otros casos parecidos– es la calma. Sabemos muy bien  –por la experiencia clínica– lo difícil que es la calma  para un hombre que atraviesa  esta situación. Es simplemente imposible.

ERRORES QUE SE COMETEN

Muchos hombres –dentro de los que padecen de ausencia de eyaculación– piden pastillas, hormonas, excitantes, afrodisíacos, etc… para salir de su estado. Esto suele ser muy frecuente y, por desgracia, no suele dar nunca resultado.

Otros  tratan de hacer prodigios. Cambian de posturas, buscan «los trucos» capaces de llevarles a la eyaculación. Hemos podido comprobar la absoluta ineficacia de todos ellos.

Muy pocos tratan de ser ayudados por su mujer, remedio más eficaz, entre otras cosas, porque ello les duele en su orgullo viril y quieren ser ellos los que lo resuelvan. Estamos tocando  –con esto– el punto álgido del problema. Por otra parte, cuando alguno se decide a pedir ayuda a su esposa, ésta se encuentra la mayoría de las veces sin saber qué hacer.

EL TRATAMIENTO MÁS IDÓNEO

Con dos cauces cuenta hoy la terapia  para tratar el problema de la ausencia de eyaculación. El primero es la psicoterapia, como medio de entrada a fondo en las causas y orígenes en los que radica. Un análisis del sujeto, llevado a cabo por el terapeuta, puede en la mayor parte de los casos centrar el problema allí donde  de hecho ha empezado. La reconstrucción sexual a través de la reestructuración personal es un medio positivo y eficaz.

El segundo modo de tratamiento es una educación sexual que parte desde la base y en la cual se incluye el problema concreto de la ausencia de la eyaculación. Esencialmente esta educación sexual es una sensibilización erótica llevada a cabo en pareja. Es el tratamiento que Masters y Johnson han llevado a la formulación práctica, a través de los casos por ellos analizados y tratados.

La combinación de estos dos modos terapéuticos señalados ha dado otros que actualmente están todavía en proceso de experimentación. Las perspectivas son muy optimistas, y en la mayor parte de los casos, la eficacia es garantizada con una condición: que la pareja quiera colaborar y colabore de hecho.

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