LAS DIFICULTADES COMUNES

Se habla con frecuencia de problemas sexuales o de problemas entre los sexos. Es evidente que se dan muchos problemas: unos, leves e insignificantes, otros, importantes; incluso algunos, graves.

El objetivo de esta artículo es hacerse una idea de estas dificultades comunes para no convertir estas dificultades en problemas.

¿Cómo clasificar estas dificultades para verlas con un cierto orden y distancia?

¿Quién dice cuáles son dificultades de mayor o de menor importancia? ¿Y cómo no convertir una dificultad común en un problema especial?

 

 

 

 

Índice

I. Preliminares

II. Dificultades comunes de los modos de ser hombres y mujeres

III. Dificultades comunes de los matices heteros y homos

IV. Dificultades comunes de peculiaridades eróticas

V. Dificultades comunes del esquema d.e.m.o.r.

VI. El asesoramiento

Estudiadas las distintas manifestaciones del hecho de los sexos, nuestro objetivo ahora es presentar una idea general de las dificultades más frecuentes con las que nos encontramos.

Conviene plantear previamente qué son o a qué llamamos dificultades para ver luego cuáles son y en qué consisten, así como las formas de abordarlas y resolverlas desde las mismas capacidades propias de los sujetos. Y cuando sea necesario –pero sólo entonces– recurrir al asesoramiento especializado.

I. Preliminares

1. Aproximaciones

Una dificultad es aquello con lo que nos encontramos o nos surge y que plantea preguntas distintas a las habituales y que, por ello, requiere una consideración más detenida para su comprensión y resolución.

Se dan dificultades en todas las áreas del vivir. Y se dan dificultades que tienen el común denominador de ser de los sujetos sexuados.

A veces se llaman problemas sexuales a los que, en realidad, no son tales, sino simples dificultades comunes. Conviene, pues, plantear esto con un cierto rigor metodológico de forma que podamos ir de lo sencillo a lo complicado. Por eso hablamos e insistimos en las dificultades comunes y que, por ello, entendemos que son sencillas.

2. Las preocupaciones y problemas

La prisa –y la ansiedad– con la que se suelen buscar trucos o soluciones a los problemas antes de detenerse y ver qué sucede, de hecho, es una de las causas de la demanda de consejos y remedios que, a su vez, crean aún más problemas de los que se tenían así como otra clase de problemas: incrementar problemas que se creían tener.

Estas preocupaciones terminan por crear, de hecho, auténticos problemas. Si esto sucede en muchas áreas del vivir, el fenómeno no es menor con ésta. Los datos así lo confirman.

Por otra parte, la ansiedad por la solución conduce a estas situaciones que no por ser ridículas dejan de ser preocupantes. De ahí el interés de una educación sexual para saber mínimamente a qué atenerse antes de hablar de problemas.

3. El axioma de Havelock Ellis

Existe un axioma que formuló Havelock Ellis a comienzos del siglo XX y que ha servido de guía en la Sexología general. Este axioma dice: «Entre los sexos se dan más situaciones de potencial cultivable que problemas o trastornos que requieran tratamiento o curación«.

Si estamos atentos a este axioma, muchos problemas, o así llamados, no son tales sino convertidos en tales por algunas formas problematizadas de verlos.

En tales casos más que cambiar las cosas se trata de cambiar la forma de verlas. Más que llamar problemas a los que no son, se trata de cambiar la idea que tenemos de ellos para poderlos entender de otra manera.

4. Dificultades ocasionales versus trastornos

Algunas disciplinas o áreas de conocimiento han usado y abusado de su hegemonía en exceso frente a otras y esto ha ocasionado que se haya generalizado una patologización de la vida de los sexos hasta tal punto que, en ocasiones, parece no pensarse en el fenómeno base que es el hecho sexual humano y sólo en sus problemas, no ya como dificultades comunes sino como anomalías, patologías y trastornos.

Esto ha hecho ver, por ejemplo, muchas dificultades comunes como trastornos cuando, en realidad, no lo son. Conviene no mezclar ni confundir las relaciones de los sexos con una excesiva dosis de psico-patología que la ha acompañado desde antiguo lo mismo que con su exagerada moralización.

El conocimiento de los sexos y su lógica invita cada vez más a abrir las ventanas a un aire fresco que ventile ese rancio olor a clínica y moral en el que han sido impregnados estos fenómenos comunes. Conviene, por otra parte, no confundir un fenómeno complejo como es el hecho de ser sujetos sexuados con un problema y, menos aún, con un trastorno.

Las clasificaciones

Dejando para otro artículo otras clasificaciones más complejas, la que seguiremos a continuación es la correspondiente a los planos de individualización –recuérdese: los modos, matices y peculiaridades de los sujetos sexuados– tal como éstos fueron expuestos en el mapa general que nos ha servido de referencia.

En él, como se recordará, se señalaron estos tres planos de individuación o particularización de los sujetos y serán estas tres grandes coordenadas las que nos servirán para señalar sus respectivas dificultades tal como suelen producirse o, al menos, tal como se manifiestan.

Si en su momento estos planos nos sirvieron de hilo conductor para plantear fenómenos, ahora nos servirán para señalar dificultades. A estos tres grupos añadiremos un cuarto que es el correspondiente al esquema d.e.m.o.r o, dicho de otra forma, a los encuentros entre los sexos y su ars amandi; o, por decirlo con uno de sus sinónimos, al coito.

Estos cuatro grupos pueden dar cuenta de la mayoría de lo que, de una u otra forma, podemos llamar dificultades comunes. Quedan, pues, excluidos de tal categoría muchas situaciones a las que las expresiones populares o la divulgación añade la etiqueta sexual y que no son estrictamente hablando ni dificultades ni problemas sexuales sino de otro orden.

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II. Dificultades comunes de los modos de ser hombres y mujeres

1. Hechos complejos

Hacerse de uno u otro sexo suele tomarse a veces como una obviedad. Sin embargo, si lo formulamos como ser hombre o ser mujer, esa aparente obviedad se presenta como un gran proyecto complejo que engloba muchas circunstancias en las que se plantean incidencias que, por lo general, plantean, a su vez, dificultades diversas.

Decir que hacerse hombre o mujer es complejo no quiere decir que es un problema sino que no es un fenómeno simplista, según el esquema bipolar que separa todo en casillas de lo normal y lo anormal.

La idea de ser mujer ha ofrecido en general muchos debates frente a la idea de ser hombre que ha solido ofrecer menos.

2. Cambios

Tras los logros de las mujeres en los últimos siglos y la toma de conciencia relativa a la igualdad de sexos, estos debates sobre la superioridad o inferioridad de un sexo con relación al otro, tienen ya planteamientos nuevos.

Precisamente por el peso de ese pasado polémico existen vestigios tanto sociales como personales que originan problemas en las distintas biografías particulares. Ello trae consigo una gran cantidad de situaciones que pueden ser reunidas en torno a ese gran núcleo temático conocido como identidad sexual. Y tras ella, otras situaciones relativas a los roles o papeles, si bien en un orden más secundario.

3. Lo importante y lo secundario

Las dificultades más frecuentes responden a dudas, perplejidades y confrontaciones; leáse comparaciones, en ocasiones, odiosas, si bien las más de las veces forman eso que suele llamarse cosas propias del vivir y, sobre todo, del vivir en relación –y en sociedad– que es lo propio de los sexos.

Se dan en ocasiones ventajas o desventajas por el hecho de ser hombre o mujer. Se pueden crear problemas personales al respecto. Encontrar cada cual su propia identidad y su camino con el otro, tiene un gran interés. Por ello mismo se dan dificultades.

Pero conviene no convertir éstas en problemas y, sobre todo, estos, a su vez, en grandes problemas. Sabemos que se gana más con valores que con disvalores.

4. El gran tema de las identidades

Aunque la identidad sexual parezca, de por sí, abstracta, suele plantearse a través de indicadores muy concretos. Por ejemplo, a través del sentimiento general de estar de acuerdo y contento con su propio sexo.

Decimos sentimiento general porque, en principio, nadie está del todo contento con todo, lo cual es un signo de la inquietud propia de la condición humana que busca y tiende siempre a mejorar y transformarse a sí mismo y a la sociedad. Por eso siempre surgen aspectos o elementos que desearíamos y que no tenemos. Y esto sucede entre uno y otro sexo precisamente por el mismo continuo de los sexos que dota a ambos de ese carácter intersexual y los hace relativos y relacionales.

Es éste uno de los mayores atractivos del hecho de ser sexuados y, también por ello, una fuente de posibles insatisfacciones y perplejidades. Pero de ahí a verlos como problemas preocupantes, en ocasiones, obsesionantes, hay una cierta diferencia que conviene conocer.

5. Los casos de transexualidad

Cuando estas preocupaciones llegan a tales límites que se plantea el rechazo del propio sexo o el excesivo y persistente deseo de ser del otro se suele hablar de transexualidad.

Los casos sensacionalistas o extremos son los que se divulgan cuando se habla de deseo de cambio de sexo. Tienen, además, el rasgo añadido de la intriga y la morbosidad que se airea con tal motivo, como casos raros o extraños. No son sin embargo, sino una minoría que nos invita a comprender más y mejor el continuo intersexual en el que todos participamos.

Se ha dicho que son errores de la naturaleza y han sido mezclados con otros, tales como los trastornos mentales. Cuando hablamos con estas personas y nos cuentan su versión y sus vivencias vemos que no es tal, aunque por las incomprensiones y las exclusiones terminan acumulando una inmensa cantidad de dificultades, ahora ya sí convertidos en verdaderos problemas.

Aparte de los casos extremos y minoritarios que requieren una especial atención y asesoramiento, las dificultades comunes se dan bajo sus formas menores. Hay, pues, muchas y muy variadas dificultades en la construcción de la propia identidad masculina y femenina.

Conviene, por ello, no confundir lo importante de la identidad con lo accesorio de lo que se conoce como papeles o roles, líneas de modas, esquemas corporales, de imagen o look, mercado de la cirugía estética, etc. En muchas ocasiones las atribuciones de privilegio a un sexo sobre el otro, así como el desprecio del otro sobre el uno, crean de por sí, situaciones que fomentan los problemas.

Con excesiva frecuencia se da a estos el calificativo de problemas psicológicos o psicopatológicos. Antes de llevarlos en esa dirección, la clave de los sexos ofrece otras posibilidades explicativas y, por lo tanto, de arreglo.

Si insistimos en su catalogación como dificultades y no como problemas es porque esta misma denominación remite a la capacidad, también común, de los sujetos antes que a la de los profesionales. Fomentar esta capacidad en los sujetos es positivo para todos. Pasar a la otra reduce capacidades propias para delegarlas en otros.

Identidades, roles y modas

Aparte de los casos extremos y minoritarios que requieren una especial atención y asesoramiento, las dificultades comunes se dan bajo sus formas menores. Hay, pues, muchas y muy variadas dificultades en la construcción de la propia identidad masculina y femenina.

Conviene, por ello, no confundir lo importante de la identidad con lo accesorio de lo que se conoce como papeles o roles, líneas de modas, esquemas corporales, de imagen o look, mercado de la cirugía estética, etc. En muchas ocasiones las atribuciones de privilegio a un sexo sobre el otro, así como el desprecio del otro sobre el uno, crean de por sí, situaciones que fomentan los problemas.

Con excesiva frecuencia se da a estos el calificativo de problemas psicológicos o psicopatológicos. Antes de llevarlos en esa dirección, la clave de los sexos ofrece otras posibilidades explicativas y, por lo tanto, de arreglo.

Si insistimos en su catalogación como dificultades y no como problemas es porque esta misma denominación remite a la capacidad, también común, de los sujetos antes que a la de los profesionales. Fomentar esta capacidad en los sujetos es positivo para todos. Pasar a la otra reduce capacidades propias para delegarlas en otros.

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III. Dificultades comunes de los matices heteros y homos

1. Re-planteamientos

En planteamientos antiguos se ha dado por supuesto que «lo normal» y «lo natural» era ser heterosexual y se concluía que ser homosexual era una enfermedad o anormalidad. Se habló de patología y de trastorno mental. Y se trató a los homosexuales como enfermos que debían ser curados.

En las últimas décadas del siglo XX los movimientos homosexuales –gays o lesbianas, según sean hombres o mujeres respectivamente– han conseguido que se replantee esa forma de pensar. Quedan, no obstante, muchos prejuicios que proceden de esa forma antigua de ver estos problemas.

En este marco entran unos y otros, sin que ninguno sea excluido como desviado o anormal. En el gran edificio de los sujetos sexuados se encuentra sitio para todos. Sólo hace falta buscar y encontrar su sitio en él y no perder de vista su conjunto. Es una forma de no convertir los fenómenos comunes en problemas; menos aún en patologías.

2. Los tópicos

La investigación y la ciencia, ocupadas por los criterios anteriores, no han avanzado mucho en este punto. Y por ello nos planteamos más preguntas que respuestas. En todo caso los tópicos y los estereotipos ofrecen muy pocos datos nuevos. Y sí, por el contrario, más juicios tajantes que conocimientos y datos explicativos del fenómeno.

El rigor exigido en el orden del conocimiento hace que nos movamos con más modestia que en las generalizaciones que ocupan en ocasiones los grandes titulares del sensacionalismo y el escándalo.

Es lo que se llama una invitación a ser críticos y, sobre todo, a buscar explicaciones de los fenómenos de forma razonable más que a enjuiciarlos desde prejuicios y pre-conceptos inservibles o de escasas aportaciones.

3. Criterios explicativos

Por otra parte, cuando se trata de relaciones personales, esto se traduce en una formula que suele ser conocida como «juzgar menos y conocer más». Esto, al mismo tiempo que es enriquecedor para el conocimiento, evita muchos problemas suplementarios que se crean con esa forma de pensar.

Estudiando y deteniéndonos en los hechos, así como en sus razonamientos, aprendemos más. Y, conociendo más, la convivencia humana puede ser más tolerante y distendida, menos intransigente con las diversidades. Conviene no olvidar que estas diversidades son una fuente de riqueza y pluralidad.

Este criterio explicativo o de búsqueda de entendimiento de las cosas no siempre tiene un resultado, porque se dan muchas cosas cuyos mecanismos ignoramos, pero tiene el valor de ser más atento y respetuoso con los hechos y, en definitiva, menos creador de problemas.

El caso de la homosexualidad

Lo sucedido con la homosexualidad podría servir de estudio para ver los errores cometidos y sus correcciones. Decimos esto porque en los últimos años una serie de países han tomado muy en serio su dignificación.

Dignificar la homosexualidad no quiere decir canonizar el vicio, sino precisamente tomar en serio a una gran cantidad de sujetos que han sido sistemáticamente marginados y excluidos y que, como todos, tienen derecho a su dignidad y respeto.

Ese podría ser, en resumen, el proceso que, a través del reconocimiento del matrimonio para sujetos del mismo sexo, ha representado el reconocimiento de sujetos de pleno derecho. Pero es sabido que no basta con legislar. Es preciso que las mentalidades lo piensen y lo entiendan.

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IV. Dificultades comunes de peculiaridades eróticas

1. Una gran lista

Otro grupo de dificultades proceden de lo que en el mapa general del hecho sexual humano ha sido planteado como peculiaridades de cada cual, tanto como hombre y mujer como, a su vez, como heterosexuales y homosexuales; y que, por tanto, son inherentes al desarrollo biográfico particular y a sus características propias.

La lista de estas peculiaridades está formada por términos tales como masoquismo, sadismo, voyeurismo, fetichismo y un largo etcétera. Y sucede que la imagen que se ha generalizado sobre cada uno de esos términos ha sido excesivamente dependiente del criterio de los trastornos mentales. Por eso las peculiaridades han sido tan impregnadas de patología y sus términos o conceptos muy asociados a esa vía de anormalidad.

Si contemplamos esos fenómenos no ya desde los criterios del trastorno mental sino desde el marco del hecho de los sexos vemos que son comunes a todos los sujetos. O dicho de otro modo: todo sujeto, por el hecho de ser sexuado, vive y siente esas peculiaridades con independencia de que, por unas u otras circunstancias biográficas, sean éstas más o menos desarrolladas, así como más o menos problematizadas.

2. Variaciones

El peso e influencia del criterio patológico ha consistido en ver todas esas manifestaciones desde el antiguo simplismo de lo normal y lo anormal, o sea, de las llamadas «aberraciones sexuales» o de «perversiones sexuales». Como la expresión misma es muy fuerte, en los últimos años se ha tratado de llamarlas «parafilias», sin, por ello, modificar el antiguo fondo de trastorno mental que las impregna.

Si, en lugar de partir de esos extremos, partimos de las constataciones comunes en el marco del hecho de los sexos, esas mismas manifestaciones se nos muestran como gustos, deseos y atractivos variados y diversos que todos suelen tener, cada cual a su manera. Son, pues, manifestaciones comunes y no patologías.

Son precisamente esas diversidades las que constituyen los puntos de enganche a través de los cuales unos sujetos son atractivos para otros. Comprender estas diversidades y no excluirlas del vivir común de los sujetos es una forma de integrarlas en el contexto de toda biografía.

3. Positivo versus negativo

Convertir estas variedades particulares en patologías o trastornos de forma que todos sean juzgados por la línea recta de una norma externa no sólo excluye la riqueza y variedad de los sujetos sino que incita a llevar dobles vidas y, en definitiva, a la peligrosidad de convertir en temible lo que no es sino materia común de los deseos.

Otra cosa es que algunos casos extremos necesiten una especial atención. Pero el planteamiento que parte de la noción de trastorno y los ve como problemas graves para conceder que algunos sean leves es muy distinto del planteamiento que parte de la noción de peculiaridades para conceder que algunos sean problemas, y algunos, incluso lleguen a ser preocupantes.

Si recordamos, de nuevo, el axioma de Ellis, y si contamos más con la educación de los sexos, esas situaciones comunes se entenderán más y mejor. Y se temerán menos. O, dicho de otro modo, se resolverán de forma más razonable.

4. Los materiales del imaginario

Hay un punto de gran interés relativo a las peculiaridades y es el hecho de que el imaginario común de todos los sujetos se nutre de ese gran arsenal de particularidades para el desarrollo de las propias fantasías como sucede en este caso con las así denominadas fantasías eróticas.

Estas fantasías están, pues, pobladas de tonalidades que han sido consideradas impropias o perversas. Y así surgen y se desarrollan en ellas de forma similar a como sucede en los sueños. Por ello es de sumo interés resaltar que éstas tienen dos grandes vías de desarrollo y de manifestación: por un lado, la vía de la fantasía; y, por otro, la vía de la conducta, entendiendo ambas en su sentido más general. Distinguir ambas vías ofrece la posibilidad de vivir una gran dosis de sensaciones, emociones y sentimientos de forma no sólo inocua sino benéfica y enriquecedora.

Es importante no temer el mundo del imaginario. Muchas de las conductas temibles y condenables pueden ser objeto de fantasía. Muchas de las agresiones, de hecho, podrían ser no sólo evitadas sino realizadas sin víctimas. Lo que esto requiere es un mínimo conocimiento de la lógica y reglas de estas peculiaridades y de su desarrollo vía fantasía

El cuidado de las fantasías eróticas

Hay una expresión que se ha hecho común relativa a las fantasías eróticas y que, con frecuencia, es formulada en términos imperativos y demagógicos: «Realiza tus sueños», «Atrévete a poner en práctica tus fantasías». El espejismo consiste en que una fantasía, sea del orden que sea, sólo es realizable, como su nombre indica, en el ámbito de la misma fantasía.

Ese imperativo de realizar las fantasías eróticas tiene, pues, un mensaje equívoco y falaz. La utilidad y función de toda fantasía erótica consiste en ser vivida en el imaginario. No es una cuestión de prejuicios o de valentía. Es una cuestión de lógica de las mismas fantasías, sus mecanismos y estrategias.

Las fantasías requieren, pues, atención y cuidado más que demagogia. En el marco de la fantasía todo es posible. Y vivir las fantasías tiene, entre otras, una gran ventaja: que algunas que podrían ser chocantes o peligrosas en la vía de la conducta resultan propias de la más estricta privacidad así como inocuas en lo que ha sido llamado el jardín secreto y particular de la propia fantasía.

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V. Dificultades comunes del esquema d.e.m.o.r.

Un nuevo grupo de dificultades comunes son las reunidas en torno al acrónimo d.e.m.o.r.

Las letras que forman el acrónimo corresponden a las iniciales de los términos siguientes: deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución. De ellos se sirvieron Masters y Johnson para fijar las observaciones relativas a su estudio experimental y las correspondientes a las dificultades encontradas durante el coito así como las estrategias, también comunes, para resolverlas.

Los partidarios de ver estas dificultades comunes como problemas han solido llamarlas disfunciones o trastornos de la conducta sexual y así han sido mal divulgadas. Si las miramos con un poco de consideración tendremos menos problemas.

1. Sobre el deseo

Algunas de esas dificultades se refieren al deseo. Así, es bien sabido que, en ocasiones, se dan más deseos, en otras, menos. A veces más en uno que en otro de los miembros de la relación; a veces no coincidencias, etc.

En ocasiones, como sucede con todo, se dan casos extremos de falta de apetencia o gana. La extendida creencia de «tener que responder a» o «cumplir con» convierte el mismo deseo en un problema.

Por su parte, los mensajes publicitarios o comerciales, así como otros tópicos relativos a una normalidad o anormalidad, ofrecen una dosis añadida de refuerzo a tales estereotipos. Es importante, pues, no confundir los deseos con las excitaciones. Esta confusión suele crear muchos problemas.

2. Sobre la excitación

Otras dificultades frecuentes son las relativas a lo que se conoce como excitación. Dicho de otro modo: puede darse deseo y, sin embargo, no darse excitación o no coincidir con un proceso simétrico en los que componen una relación.

El estudio de estos tramos o segmentos por separado ha servido para delimitar y concretar aspectos en los que una forma muy genérica de hablar había llevado a ver estas dificultades como problemas psicopatológicos o «trastornos más profundos». Aunque esta hipótesis de suponer trastornos más hondos o graves todavía está muy extendida, la observación y las intervenciones desde el marco de los sexos han revelado que se trata de dificultades menores y más sencillas y que se explican y se resuelven sin necesidad de tener que recurrir a otras causas dejando éstas de lado.

Algunos vestigios de antiguos prejuicios sobre las mismas relaciones o sobre distintos aspectos del coito mantienen aún estas hipótesis de los trastornos. Es importante reconocer que en términos científicos nunca han sido probados.

3. Sobre la meseta

Bajo esta denominación, tomada de la orografía, se reagrupan las dificultades que en el esquema d.e.m.o.r se refieren a la fase de meseta o altiplano. Por ejemplo, en el caso masculino sucede a veces que la erección, en lugar de seguir o mantenerse, decae por sí misma; o se adelanta la eyaculación. O en el caso femenino, se estanca la excitación y el proceso no sigue hacia adelante.

Estas pequeñas incidencias suelen ser comunes y frecuentes y en la mayor parte de las veces no tienen sino explicaciones banales tales como la prisa o el apresuramiento, la ansiedad de llegar a una meta o de forzar lo que se debe sentir en lugar de lo que se siente. En otras ocasiones puede tratarse de una circunstancia fortuita o inesperada. En otras, en fin, la falta de una conexión de la misma relación, especialmente en las relaciones esporádicas o primerizas.

Estas incidencias varían de unos a otros sujetos. Pero todos suelen tener algunas de este estilo. Y es esto lo que las hace ser comunes. Sucede con frecuencia que algunos se preocupan o alarman y empiezan así a convertir en un problema, incluso grande, lo que, de entrada, no es sino una simple anécdota.

4. Sobre el orgasmo

Las dificultades relativas al orgasmo son un claro ejemplo de estas dificultades comunes convertidas en problemas. Su mitificación ha sido tan grande que no es de extrañar que cada cual vuelque en él un gran número de falsas expectativas que no suelen coincidir con lo que, de hecho, sucede o se siente.

De esa forma se violenta y altera el mismo curso de los encuentros. Y estos se convierten en todo lo contrario: demostraciones, pruebas, exámenes, etc., es decir, una fuente de problemas.

Lo que se conoce como orgasmo no es, en sí, sino uno de los segmentos que forman el desarrollo del coito. Lo mismo que éste, a su vez, no es sino un esquema de encuentro en el marco más general de una relación.

Esta des-contextualización de fases, por un lado, y el equívoco de que el coito consiste en la penetración están en la base de la mayor parte de los problemas que, en ocasiones, terminan obsesionando y, en definitiva, convirtiéndose en preocupantes. Por eso los partidarios de ver esto como patología y trastorno hablan tanto de los trastornos del orgasmo.

5. Sobre la resolución

Finalmente, las principales dificultades relativas a la última fase del esquema d.e.m.o.r pueden resumirse en la insatisfacción frente a la situación de bienestar y relajación que caracterizan a este último tramo del encuentro de los amantes. En términos generales estas insatisfacciones proceden de la decepción o sentimiento de no haber llegado a donde se creía que se debería llegar y por no haber sentido lo que las falsas expectativas suelen hacer creer.

Se haga lo que se haga, todo encuentro deseado por ambos puede ser, de por sí, gratificante. Y ése es, en realidad, su objetivo principal. Sus variedades o formas son las propias de cada relación. Y, más en concreto, de los deseos de ambos.

El análisis de la casuística relativa a estas dificultades comunes muestra que, con excesiva frecuencia, se convierte el coito en una fuente de confusiones. En el caso de las primeras veces estos problemas suelen ser aún mayores por el desconocimiento y el miedo a no ser normal o a quedar mal ante el otro.

Los nombres que usamos

Algunos son de la opinión de que llamar a estas situaciones con unos u otros nombres –dificultades, problemas, disfunciones, trastornos, etc.– tiene poca importancia. Sin embargo no es un asunto banal puesto que denominar una simple dificultad como un problema equivale a darle una entidad diagnóstica y, por lo tanto, a situarle dentro de unas clasificaciones que no les corresponde.

La gran divulgación ha solido mantener y expandir las más viejas clasificaciones procedentes de disciplinas relacionadas con las patologías y trastornos. En ellas existía una clasificación antigua que situaba todos los problemas sexuales bajo el epígrafe general de perversiones, aberraciones o desviaciones.

Por otro lado, lo mismo que la moral de la christianitas implantó el criterio de que «en materia de lujuria todo es grave», las disciplinas psicopatológicas implantaron también el suyo que no es, por otra parte, sino la traslación de aquél con otros términos indicadores de patología.

En las últimas décadas del siglo XX –y sin abandonar ese marco patológico– se han planteado adaptaciones o renovaciones de tales criterios, acordes con una imagen más suave. De ella proceden los dos grupos más difundidos: el de las disfunciones y el de las aberraciones. En el primero han solido incluir las que aquí hemos llamado del grupo d.e.m.o.r; y en el segundo, las que contienen elementos de trastornos mentales o de personalidad y que, tras las protestas de los distintos grupos sociales, han empezado a llamar parafilias (del griego para = al margen de o en torno a, y filía = atracción).

La clasificación que hemos seguido aquí ha querido ser acorde con la Sexología y, dentro de ésta, con el mapa general del hecho de los sexos y su propia coherencia.

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VI. El asesoramiento

1. El interés de la noción de sexo

Quienes consideran el sexo como algo secundario y adicional en los sujetos suelen opinar que los problemas sexuales no son sino simples aspectos o meros síntomas de otra clase de problemas. Dar interés al sexo sólo en la medida en que éste crea problemas y no en su propio valor es una contradicción de la cual se siguen otras muchas.

Por ello es importante aclarar de qué noción de sexo se parte con vistas a no aminorar o agrandar su realidad en función de otros intereses. Un ejemplo de esta forma de pensar puede ser la clasificación de los problemas sexuales en orgánicos, si hay trastornos de carácter orgánico, o psicológicos, si los hay de origen psicológico o mental o simplemente de éstos si no se dan aquéllos.

Esta forma de pensar lleva a muchos a preguntarse por dicha clase de trastornos y a buscar la solución en esa dirección.

2. Los tres recursos

Diferente es el planteamiento que aquí seguimos, desde el cual se ofrecen tres grandes recursos o formas de intervención para aclararse. El primero es el que ofrece la educación sexual como base de conocimiento e información general con la que muchas de estas dificultades citadas pueden ser entendidas y resueltas, incluso, no creadas.

El segundo recurso es el asesoramiento sexual como forma de clarificación ante dudas o perplejidades específicas, relativas a algunas situaciones complejas. Y, finalmente, el tercero es el recurso a la terapia sexual para los casos en que sea necesaria una intervención más a fondo y de un modo especial ante problemas persistentes, más allá de las dificultades comunes.

3. Ventajas

Estas tres líneas de intervención no excluyen que pueda recurrirse a otras, si el caso o la necesidad lo requieren. Pero ofrecen una forma de clarificación por parte de todos para que cada cual pueda actuar a su manera, con su propia autonomía y sin tener que recurrir a cada paso a los especialistas.

La base última de este planteamiento ofrece, al menos, los siguientes beneficios: primero, que estas dificultades pueden ser fáciles de abordar y resolver por los mismos sujetos. Y segundo, que una solución más sencilla puede repercutir en beneficio de otras dificultades mayores asociadas a estas.

La oferta moderna

Con el progresivo desarrollo de estas tres grandes líneas de intervención a lo largo del siglo XX, la Sexología ha tratado de dar un paso nuevo en su estudio y tratamiento con la dignidad y seriedad que les corresponde como tales dificultades comunes y sin ser mezcladas con los trastornos orgánicos o mentales.

Las dificultades comunes de los sexos tienen explicaciones propias y también formas de arreglo sencillas en el plano de los sexos y sus relaciones.

Lejos, pues, del argumento de la superficialidad del sexo utilizado para mezclar las dificultades comunes con los conflictos y trastornos llamados más profundos o de otro orden, la Sexología ha ahondado cada vez más en la tesis del valor que supone el hecho estructural y básico de considerar a los sujetos como sujetos sexuados, clave explicativa previa a cualquier otro problema.

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