Como fenómeno netamente humano el enamoramiento suele ser tomado hoy en nuestra cultura como la emoción o el sentimiento más básico desde el cual constituir el llamado vínculo o relación de pareja: el emparejamiento. A pesar de la extensión de este esquema de pensamiento, el fenómeno del enamoramiento no garantiza ese vínculo ni le estructura necesariamente en las proporciones que, desde él, serían deseables. La convivencia, pues, entre los sexos no tiene por qué tener como base ni como único criterio ese fenómeno. Con excesiva frecuencia también se usan como sinónimos el enamoramiento y el amor. La cultura occidental ha creado sobre ambos un marco de realidades e ideales entre los cuales se mueven los sujetos. Y éstos son obviamente tanto creadores de satisfacciones como de insatisfacciones. El ars amandi no es sinónimo ni de enamoramiento ni de amor. Por otra parte sigue pesando sobre esa idea de pareja, así constituida, la finalidad de la reproducción de la especie, si bien en el siglo XX, avanzó considerablemente la idea de satisfacción y placer. Se ha considerado menos el referente del encuentro entre los sexos, más propio del moderno paradigma sexual por los restos aún en vigor del antiguo modelo del locus genitalis

 

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