Han ido subiendo como la espuma las columnas de revistas y blog de internet en las que se aconseja tener más relaciones sexuales -o hacer más el amor- por motivos muy variados. El primero el de la salud, claro, la vida saludable, el bienestar, etc.

Le sigue la puesta a punto en vida moderna porque el sexo es una práctica liberadora de estrés, movilizadora de elementos químicos que están en boca de todos, sea por ecología, sea por actualización científica, sea por solidaridad con las culturas más chocantes o los mamíferos más naturales.

Y no vamos a seguir con otros muchos dígitos de la lista… porque todos, con curvas o sin ellas, terminan en la salud. Tampoco vamos a recordar que lo que antes era vicio y prohibido por creencia o religión, se ha convertido en virtud. Pero esta serie de confluencias suele desembocar en un punto no tan deportivo. Me refiero al deber de cumplir, a la vergüenza del que no se acomoda a esas nuevos estándares o indicadores de normalidad.

Hay algo más. Y es el afán de llevar a todos a esta normalidad en su conducta, tan conocida -¡ay!- de aquella vieja moral que avergonzaba a quienes se salía de otras pautas tan distintas. Se dan consejos, se marcan acciones para que los que se atraen y se aman hagan y hagan y no dejen de hacer. Hay un afán de buscar cómo salir de la rutina, de lo habitual.

¿Lo diré más claro? Hay un afán por decir a la gente lo que debe hacer o no hacer. ¿Por qué no dejar que la gente haga un poco más lo que apetece?

Si algo claro hay en lo que es el erotismo, es precisamente que cada cual siga su deseo.

¿Para qué tantas pautas, tantas encuestas por edades, por países para ver quién tiene más número de orgasmos o más centímetros? ¿Para qué tanta moral? Criticábamos la moral de nuestros mayores, sus creencias restrictivas, sus estrecheces morales. Y les decimos que les habían reprimido, controlado, pautado…

La moral es cambiante. A veces es de un signo, a veces de otro. ¿Pero hay tanta diferencia cuando por tantos motivos llevamos a todos a que se comporten como deben comportarse para ser normales?

¿Por qué no se deja que el deseo respire a su aire? ¿Por qué meter a todos en las mismas pautas y conductas? Si algo claro nos enseña la Sexología es que Eros es precisamente hacer al margen de las normas y las pautas de ese afán por por poner a todos bajo las mismas normas.

Más Eros, menos moral, sea esta del signo que sea. Porque al fin y al cabo, moral fue aquella y moral es ésta. La moral del deber y de la obligación metida justamente donde menos falta hace. Si esa moral creo la represión, no es extraño que hoy cree la frustración. ¿Por qué no estudian un poco de Sexología -sólo un poco- para no repetir la misma moneda, aunque sea por la otra cara?

E.Amezúa

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