LA PROCREACIÓN
Por E.Amezúa y N.Foucart
En las sociedades modernas -al contrario de lo que sucedió en las antiguas y pre-modernas-, la procreación se ha separado de la necesidad de supervivencia y se ha convertido cada vez más en la idea de proyecto y de deseo.
Tener un hijo o varios es un deseo común; y su realización requiere disponer de posibilidades para dar vida a un ser a quien ofrecer una existencia digna.
Hacer un hijo es una obra de responsabilidad que, de uno u otro modo, concierne a todos los que se plantean el futuro.
Pero, antes de ese futuro, es importante conocer el fenómeno de la procreación y su regulación para que ésta no se convierta en una fuente de problemas y pueda ser planteada y vivida de forma razonable.
I. Preliminares
II. Formas comunes de procreación y alternativas
V. Los recursos anticonceptivos
1. El Diafragma
2. El d.i.u.
Dentro de los proyectos de vida en común, uno de los deseos de las parejas es tener hijos. Frente a la imposición de otras épocas «por necesidades de la especie», en la nuestra se ha dado preferencia a los deseos. Por eso se ha llamado a nuestro tiempo «la era de los hijos deseados».
En coherencia con estos deseos, trataremos el concepto de procreación y su regulación, así como algunas nociones que se derivan de él y que ayudan a explicar y comprender este fenómeno.
Si en todas las sociedades antiguas esta capacidad ha sido regulada de muy diversas formas, en las sociedades avanzadas el criterio principal es disponer de los mejores preparativos y cuidados para la creación de una nueva vida de acuerdo con los deseos y las responsabilidades compartidas entre sus autores.
Se trata de combinar lo mejor posible los recursos para llevar adelante tanto el deseo y el derecho a tener hijos como, del otro lado, que los hijos sean recibidos con las mejores posibilidades de calidad y dignidad. La evolución y el progreso permiten hoy disponer de esas posibilidades para una procreación responsable.
Es importante no convertir en una obligación lo que, de hecho, es un deseo. Y no convertir en un problema lo que es un proyecto que se elabora con gusto. Por eso es importante conocer los medios o mecanismos que hacen posible su realización razonable.
Se ha dicho que el mejor regalo que puede hacerse a un hijo es que haya sido deseado y que, al llegar, se encuentre con que ha sido llamado a la existencia por quienes lo han querido y deseado. Que estos han puesto todos sus medios para que sea bienvenido.
3. Nociones de reproducción y procreación
En Ciencias Naturales se estudia el fenómeno de la reproducción de las distintas especies y también de la humana. Como ya quedó indicado, en Sexología no hablamos de reproducción ni de la especie sino del fenómeno de la procreación y de la condición humana.
El uso, pues, del concepto de procreación tiene dos connotaciones que conviene señalar. En primer lugar, se trata de la capacidad de crear o producir vidas humanas. El otro factor es la regulación o gestión de esa capacidad de forma deseada y responsable.
II. Formas comunes de procreación y alternativas
El punto de partida de la procreación es la concepción, también llamada fecundación. Sucede con cierta frecuencia que algunas parejas no pueden tener hijos de esta forma y recurren a la ayuda técnica.
Se calcula que en torno a un 15 % de parejas en edades fértiles tienen algunas dificultades en este ámbito. Si se descartan otras clases de problemas o enfermedades, la causa principal reside en él (por ejemplo, la poca densidad de espermatozoides o su escasa movilidad); en otras, la causa es de ella (por ejemplo, diversos problemas de ovarios, dificultades de la implantación en el útero, etc.); y, en otras, de ambos.
En tales casos, tras el correspondiente asesoramiento, se suele recurrir a los tratamientos.
Los tratamientos más conocidos en la actualidad son los que reciben el nombre de técnicas de procreación asistida y que se basan en la fecundación artificial bajo sus dos modalidades: una, cuando se hace con semen de la pareja y otra, cuando éste procede de donante a los bancos de semen.
La técnica de la fecundación artificial puede también ser en vivo (la que se hace directamente a los sujetos) o in vitro (la que se produce en el laboratorio para luego transplantarse). El término in vitro es ya bien conocido por haber sido divulgado a propósito del » bebé probeta», tal como fue llamado el caso de la inglesa Louise Brown, la primera niña nacida en 1978 siguiendo este proceso.
Algunas variantes de estas técnicas han continuado con diversos ensayos, como es el caso de la transferencia de óvulos o embriones ya formados, lo que ha conducido no sólo a nuevos ensayos sino también a otros fenómenos tales como la llamada subrogación, más conocida como «úteros de alquiler».
El imparable avance de estas técnicas y su entrada en la alta tecnología plantea, a su vez, interrogantes no sólo de carácter social y legal sino de alta dimensión humana. ¿Por qué, por ejemplo, tantos esfuerzos y empeños en estas formas y no reconsiderar otras cuando tantos niños hay en el mundo, abandonados y sin padres?
Cada vez se ha puesto más en uso la expresión «padres biológicos» frente a la de adopción. En realidad los padres no son sólo biológicos sino biográficos. Por ello el término y la designación no son fiel reflejo de la realidad.
La adopción ha sido cada vez más una alternativa no sólo de las parejas estériles en sus muy diversas formas sino de las que, por otros motivos, quieren adoptar un hijo que desean criar y mantener. Para evitar situaciones de tráfico o mercado los gobiernos se han ocupado cada vez más de su regulación y control no sólo mediante leyes sino mediante la misma gestión a través de sus instituciones.
Se debate en ocasiones sobre si las distintas formas de hacer condicionan el resultado que es el hijo. Las tecnologías actuales ayudan frente a las deficiencias o discapacidades de otras formas convencionales.
A veces estas deficiencias crean problemas en los padres. Pero todos suelen estar de acuerdo en que los quieren igual. Con independencia de la fórmula se crean vínculos emocionales y sentimientos profundos entre los progenitores. A veces las dificultades unen más que la facilidad.
También con este motivo se ha hablado del mito de los genes frente a la realidad y fuerza de estos vínculos emocionales. Y, también con independencia de las formas, los padres manifiestan sus sentimientos de entrega y cariño.
No es, pues, acertado hablar de distintas clases de hijos según haya sido la fórmula de la procreación.
El fenómeno de la procreación, tal como lo conocemos en la actualidad, se basa en dos grandes principios: uno pertenece al sistema femenino y el otro al masculino. A pesar de las formas señaladas a propósito de las técnicas de procreación asistida, la producción de un nuevo ser humano necesita el encuentro de los dos sistemas.
El ciclo conceptivo femenino consta de distintas fases, una de las cuales es la maduración de un óvulo disponible para la fecundación durante un tiempo calculado de en torno a 74 horas.
El conocimiento de este ciclo proporciona a las mujeres no sólo información sobre este hecho sino sobre otros relativos a su estado general, a su fase, uno de los cuales es lo que se conoce como menstruación o regla. La regla, así llamada porque, en principio, tiene lugar de forma regular, marca el final de un ciclo y el comienzo de otro.
En nuestras sociedades estos ciclos suelen tener lugar en torno a los 11-12 años. En ocasiones, antes y, en otras, después. Su duración es de en torno a 28 días durante los años que van de la menarquia que marca el inicio, hasta la menopausia que marca el fin y que sucede en torno a los 50 años.
De modo distinto a las mujeres, los hombres no son cíclicos sino continuos en la producción de espermatozoides desde la pubertad hasta el final de la vida.
Estos datos permiten una clasificación de las situaciones conceptivas y por lo tanto también de las a-conceptivas. Se llaman situaciones a-conceptivas aquellas en que no puede darse la concepción o fecundación.
Este rasgo de la producción continua de espermatozoides por parte del hombre ha hecho que, hasta el momento, las principales medidas y cálculos recaigan, de un modo especial, en el carácter cíclico y regular de la mujer. Los ensayos experimentales masculinos no acaban de dar resultado.
Como ya fue sugerido en otros textos, la cópula es el mecanismo por el cual, mediante la penetración y eyaculación en el interior de la vagina, se inicia el proceso de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Es el fenómeno común a todas las especies, tal como se han ocupado de estudiarlo las Ciencias Naturales.
A diferencia de la cópula, el coito (recuérdese, del latín co-itum:) es la fórmula cuyo fin no es necesariamente reproductivo sino de encuentro de los amantes. Su noción ha sido más desarrollada desde las Ciencias Humanas y en el marco del ars amandi.
Estas mínimas precisiones ponen en evidencia el carácter confuso y vago de expresiones tan extendidas como «tener sexo», «hacer el sexo», «practicar el sexo», incluso la de «relaciones sexuales», igualmente extendida como una muletilla del lenguaje.
Los métodos a-conceptivos se basan en las llamadas fases a-conceptivas o a-genésicas del ciclo femenino. Los doctores Ogino y Knaus fueron los que establecieron, por primera vez en los años veinte del siglo XX, estas fases del ciclo femenino. Y, a partir de ahí, plantearon tablas o calendarios de los tiempos fértiles y no fértiles –conceptivos y a-conceptivos– por parte de la mujer.
Su divulgación y, sobre todo, la polémica moral, ha hecho que estos datos técnicos hayan sido en ocasiones sacados de su contexto y, en otras, simplemente desviados de sus utilidades. De ahí que los datos de Ogino y Knaus hayan sido utilizados por motivos tan dispares y, por ello, desquiciados de su valor.
Por el contrario, si los situamos en su contexto, vemos que tales innovaciones pueden ofrecer sus aportaciones con sus posibilidades y límites. Y que, como tal, bien vale, en rigor, ser tenidos en cuenta, como sucede con todo descubrimiento de utilidad.
Existen variantes a partir de los datos de Ogino-Knaus siempre desde las mismas variaciones del ciclo femenino. Una de estas variantes es la llamada del método sinto-térmico o de la temperatura basal por darse distintas temperaturas con ocasión de sus distintas fases.
Otra variante es la de la observación de secreciones propias de los genitales, como es el caso del llamado moco cervical por ser éste variable según las fases del mismo ciclo.
En ocasiones es llamado «Método Billings» por ser este médico australiano quien más se preocupó de sistematizarlo.
3. Las formas a-conceptivas de uso común
Existen formas distintas de coito, todas ellas con un rasgo común: que sean sin eyaculación en el interior de la vagina durante esos días fértiles o conceptivos. La distinción entre los conceptos de coito y cópula vuelve a ser de gran utilidad en estos casos.
Algunos han llamado a estas formas juegos eróticos a través de los cuales ambos pueden satisfacerse totalmente sin, por ello, darse la posibilidad de un embarazo no deseado.
Se ha usado también el término inglés petting para agrupar a un conjunto de caricias o contactos generales y diferenciarlos de otros más específicos que han recibido de antiguo sus propias denominaciones como es el caso del cunilungus (del latín clásico cunnus y lingua) o de la felación (también del latín felatio, del verbo fellare: chupar, mamar).
Esta serie de recursos o formas de hacer constituyen, de por sí, un grupo propio de métodos que son conocidos bajo la denominación de métodos o recursos a-conceptivos con los que se puede contar para la evitación de embarazos no deseados sin por ello privar del placer del encuentro a los amantes cuando estos lo desean.
Entre sus utilidades más destacables figuran el hecho de que son fáciles de conocer, no cuestan dinero, no tienen caducidad y no producen efectos indeseados. Ello los ha convertido en un abanico de opciones similares a otros automatismos o rutinas de la vida cotidiana.
Quizás lo más destacable de estas utilidades sea, pues, que, a través de estos recursos la cópula no tiene tanto sentido como se ha creído y, por su parte, el coito tiene más de lo que podría parecer.
V. Los recursos anticonceptivos
Si la base de los recursos a-conceptivos descritos es, como vimos, el conocimiento de las situaciones en que no es posible la concepción o fecundación, este otro grupo de recursos, conocidos como anticonceptivos, se dirigen más bien a su evitación planificada y sistemática, siempre a partir de la cópula como modelo o esquema de referencia.
El principio general es que no se produzca contacto entre las células generativas respectivas, es decir, los espermatozoides masculinos y el óvulo femenino. Si este contacto no se da, no es posible la concepción. De ahí que todos los métodos anticonceptivos tengan por objetivo evitar este contacto.
Consiste en un capuchón de latex que la mujer introduce ella misma por la vagina y lo coloca en el cuello del útero como barrera preservativa de la eyaculación y, por lo tanto, de los espermatozoides contenidos en ella durante la cópula. Tras unas horas es retirado, lavado y guardado en su propio estuche hasta un siguiente uso.
Se encuentran de venta en farmacias y su uso requiere la medición que el médico hace del cuello del útero y, a partir de ahí, sólo es preciso un cierto entrenamiento para su uso.
El dispositivo intrauterino es un aparatito colocado por el médico en el interior del útero. Su efecto es neutralizador de los espermatozoides. Su duración es de varios años, según marcas, tras los cuales se vuelve a revisión para su extracción y cambio.
La píldora anticonceptiva por vía oral regula el sistema conceptivo femenino general a través de su ciclo convirtiéndolo en anovolatorio (sin ovulación). Tal como puede leerse en los prospectos que acompañan a las píldoras es siempre necesario seguir las indicaciones de uso
El mismo o parecido contenido de las píldoras existe con formato de inyección. En lugar de su toma diaria ésta tiene los mismos efectos durante varios meses, según fórmulas. En cuanto a la edad de comienzo, los profesionales de la salud aconsejan que el comienzo del uso de la píldora no sea antes de que el ciclo se haya establecido y regularizado.
4. La píldora del día siguiente
La píldora del día siguiente, con una dosis concentrada, se toma en caso de fallo de otro método el día siguiente –el plazo máximo es de 72 horas– tras el fallo o descuido. En todos los casos su toma es con receta médica. No es un método para recurrir a él de forma regular sino sólo en casos extremos y de emergencia.
El efecto del fármaco consiste en que la dosis hormonal ingerida actúa produciendo vibraciones en los segmentos de los genitales interiores a un ritmo capaz de impedir sea la migración regular del óvulo, fecundado o no, como, en su caso, su implantación y, por lo tanto, el futuro embarazo no deseado.
En el caso femenino se trata de la ligadura de trompas, que son las conductoras del óvulo desde el ovario al lugar donde, en principio, tendría lugar la fecundación. En el caso masculino, la ligadura de los deferentes o canales conductores de la eyaculación en cuyo líquido se encuentran los espermatozoides.
Es importante pensar que se trata de un método prácticamente irreversible por lo que la decisión de recurrir a él debe ser pensada con la máxima seriedad. La reversibilidad es posible sólo en algunos casos.
Es uno de los objetos hoy más divulgados no sólo por su carácter anticonceptivo sino por preservar de posibles contagios de las llamadas enfermedades de transmisión genital.
Si el preservativo se ha convertido en uno de los recursos más usuales es por esta doble utilidad. Para ambas prevenciones sirve la noción y práctica de un cuidado e higiene básica.
Como sucede con todo medio, estos –sean conceptivos, aconceptivos o anticonceptivos– también están en función de los fines. Por eso suelen llamarse métodos o medios. A veces se llaman recursos.
Su uso sólo puede entenderse cuando se plantean en su conjunto. En ocasiones este conjunto se limita a la cópula. Pero la misma cópula no es sino un recurso más de otro conjunto que es el coito o encuentro de los amantes y éste, a su vez, de otra serie de circunstancias en sus relaciones.
Cuanto más amplios se plantean estos conjuntos más espacio se da para la adecuación de los medios y los fines y más variedad de formas aparecen en el repertorio. Conociendo las principales podemos elegir mejor.
Más que de grupos de riesgo, uno de los criterios básicos es el de conductas de riesgo dentro de las cuales se sitúa la cópula.
Evitar la cópula de riesgo equivale a protegerse de, al menos, los siguientes efectos: 1. Embarazos no deseados (ends) e interrupción voluntaria de embarazos (ives); 2. Enfermedades de transmisión genital (etgs); y, dentro de ellas, el virus de inmuno-deficiencia humana (vih) o síndrome de inmuno-deficiencia adquirida (sida).
El hecho de haber llamado a nuestra época, como vimos, la era del hijo deseado, ha hecho que el embarazo pueda ser planificado y, por ello, separado de la cópula como hechos y deseos diferentes.
Evitar los ends producidos en tiempos o edades inapropiadas equivale, a su vez, a evitar ocasiones de ives. La interrupción voluntaria del embarazo es una práctica legal en casi todos los países de Occidente, incluido España. Ello hace que pueda ser realizada con las debidas garantías sanitarias y que evite, a su vez, el mercado de la clandestinidad y sus riesgos.
Por el hecho de que una ive no es objeto de gusto para nadie sino la solución a un mal menor, las leyes establecen centros autorizados y requisitos que deben cumplirse con rigor. El no uso de estas medidas supone sus riesgos.
El otro factor de riesgo contra el que es necesaria la protección es el contagio de las enfermedades de transmisión genital (etgs ), así llamadas por ser transmitidas principalmente por el contacto de los órganos genitales en la cópula.
Se trata de una lista más o menos larga entre las que se sitúan la sífilis, la gonorrea, el herpes, los condilomas, la vaginitis, etc. Y su mejor forma de prevención es la exclusión de la cópula o, si no, ésta protegida por el preservativo.
Una enfermedad más grave es la del virus vih causante del síndrome de inmuno-deficiencia adquirida o sida, contagiable en parte por la vía genital y, en parte, por otras formas, tales como el embarazo, el parto y la lactancia cuando la madre está contagiada. Una forma no genital es a través del uso de jeringuillas contagiadas.
4. La cópula de doble riesgo
Se llama cópula de doble riesgo a la realizada sin protección tanto con relación al embarazo no deseado como con relación a las enfermedades contagiables. Las cópula es la conducta de los contagios por excelencia.
Tratándose de la protección, los métodos aconceptivos y anticonceptivos, como su mismo nombre indica, protegen del embarazo no deseado en ese momento. Por su parte el preservativo, como igualmente indica su nombre, preserva o protege tanto del embarazo no deseado como de las enfermedades transmisibles
Con una higiene y prevención sencilla pueden, pues, evitarse estos riesgos. Si, a pesar de ello, se dieran fallos, el sistema de salud tiene centros de atención específicos para información y atención para llamar o consultar.
Existen, por otra parte, los Centros de Salud a los que cada cual puede llamar o acudir. Existen también puntos de asesoramiento para jóvenes sobre sexualidad y anticoncepción. En todo caso es útil no olvidar que mejor es prevenir y que, por ello, es importante una buena y precisa información.