Las armas de la seducción

Artículos de sexología y sexualidad. Las armas de la seducción
Los encantos naturales, la coquetería y la profesionalidad. Hay un encanto en la Venus de Milo y otro en la cajera de unos grandes almacenes: el secreto está en descubrirlos.

Que nadie espere aquí — y lo sentimos si eso provoca alguna decepción— una lista de cosas que tiene que llevar a cabo para «dejar k. o.» al otro sexo. No es nuestra intención. Lo que sí quisiéramos es apuntar una serie de formas que ayuden a comprender este complejo fenómeno que es la seducción con el fin de que sea más sincera y más humana.

 

LA NATURALIDAD

Tanto para el hombre como para la mujer, sanos y sencillos, la naturalidad es la manifestación más admirable de agradar. El rostro del otro, la mirada, el conjunto de manifestarse tal y como se es, constituyen un don que seduce por sí mismo. La persona natural, sin sofisticación y sin doblez, es atractiva y deseable.

Lo natural, en la mujer y en el hombre, se encuentra hoy, como durante tantos siglos, en devaluación. Hay que ahondar para encontrarlo. En la sofisticación que nos es propia, como alarde y como defensa, la moda y la cosmética han tocado a veces este filón de lo natural, mediante la imitación, como se imita un estilo rústico en plena civilización urbana.

La moda «retro» hace a muchas mujeres vestirse como campesinas, y a muchos hombres como campesinos o en estilo «far-west». Es un natural bien sofisticado. Es un natural muy forzado. Sin embargo, yendo por debajo de los vestidos, el gesto —a pesar de la educación complicada—es un lenguaje y una expresión elocuentes.

 

EL ENCANTO

Si a la naturalidad natural le añadimos un matiz de cuidado y de esmero humano, tenemos el encanto. Si lo natural atrae y agrada, el encanto seduce. Encanta, ésa es la palabra. El encanto ha sido suplantado por las dotes de sugestión, por la retórica y la formación programada. Es muy difícil encontrar un buen ejecutivo, eficaz y rentable, con encanto. Qué le vamos a hacer. El consumo está muy reñido con lo que estamos hablando.

Y, sin embargo, el ejecutivo tiene sus atractivos. Son muchas las mujeres que corren detrás de él. Como son muchos los hombres que corren detrás de las estrellas. Por eso, bueno es no ser exclusivistas. A cada cual, su gusto. Y cada cual es muy dueño y señor de descubrir lo que busca en donde pueda. Hay un encanto en la Venus de Milo y otro en la cajera de unos grandes almacenes. La gracia está en descubrirlo.

Hubo un encanto en Casanova y otro en el conductor de un autobús. También la gracia está en descubrirlo. Y en descubrirlo en reciprocidad. Buscando este encanto, muchos corren detrás de un ideal. Más que buscar al otro como otro, lo que hacen es buscar el ideal de su yo. Es decir, su narcisismo. Para encontrar una pareja, la mejor arma es el desarme.

 

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