Redescubrir los sentidos

Todos vivimos en continua relación como parte de uno o varios sistemas, o en realidad, uno grande con muchos subsistemas que están a la vez en relación.Todos buscamos y encontramos según nos vamos relacionando, porque encontrar lo que no buscamos, también es al fin y al cabo encontrar. La cosa va de búsquedas, de relaciones, y de las emociones que todo ello genera. Emociones como consecuencias, pero también como causas. Averiguar qué es lo que genera cada una de nuestras emociones es trabajo de cada uno, o de cada dos, pero quizá muchas veces ese motor generador, sean simplemente las sensaciones pasando, o no, por cogniciones, es decir, por nuestro cerebro, nuestros pensamientos.

Como todos somos seres sexuados, y es imposible no serlo, todos tenemos nuestra propia sexualidad, nuestra vivencia como hombres o como mujeres, con nuestros propios deseos y nuestras propias conductas o prácticas; quizá por tanto, todo ello genere sensaciones y por tanto emociones, pero quizá también todo sea más sencillo.

Una pareja nunca es estable, sus límites, su compromiso, su contrato… todo puede y debe cambiar según cambian y evolucionan sus integrantes. Una determinada comida es posible que nos guste siempre, pero hay cosas que dejan de gustarnos o atraernos con el paso del tiempo y de los acontecimientos. Darnos permiso para cambiar y seguir buscando, o simplemente parar, puede que nos haga entender que las cosas quizá no tengan que ser como antes para que sean perfectas.

Muchas veces nos encontramos con que el deseo ya no es el mismo, ha descendido y eso se suele equiparar a que “algo no va bien”. Partiendo de la base de que ambos están buscando en la misma dirección, que ya es mucho, y que ambos quieren las mismas cosas, así como habiendo quitado los obstáculos que entorpecen el camino del deseo, se propone luchar contra la rutina. Incluso un antiguo cuento habla de cómo un ser malvado, un demonio supongo, quería demostrar que podía acabar con el amor de una pareja, y para ello enviaba a la tierra a cualquiera que quisiese derrotarlo: el odio, los celos, la enfermedad… pero nadie lo conseguía, hasta que algo volvió habiéndolo conseguido: la rutina.

A muchas parejas les da miedo la rutina y, aunque a veces es necesaria, en nuestros encuentros eróticos puede ser muy dañina, generando el desencanto, la apatía y la desmotivación. Si normalmente no repetimos algo que nos aburre, ¿por qué iba a ser distinto con nuestras relaciones eróticas?

Si miramos alrededor, por mucho que las sexualidades sean únicas, todas siguen generalmente un mismo patrón: coito-genitales-orgasmo y esto, al fin y al cabo, es la rutina. ¿Dónde quedan aquí las sensaciones?

Si nos centramos en las funciones de la sexualidad, veremos que, si hay reproducción, placer y sentimientos, hay todo un cuerpo y toda una vida; unos genitales y un periodo para la reproducción, pero un campo mucho más amplio para gestionar nuestro placer y nuestros sentimientos.

Todo nuestro cuerpo es capaz de sentir placer pero, ¿qué tal si en lugar de sentir, hablamos de sensar? De nuevo, las sensaciones. Hay muchas posibilidades para ello, y todas ellas, implican los cinco sentidos: tacto, gusto, olfato, vista y oído. Todos generadores de sensaciones, de manera independiente o no, al gusto de cada cual.

Todos somos capaces de distinguir a nuestra pareja mediante la vista, mediante el oído, en muchas ocasiones también mediante el olfato y el gusto, y muchas veces hemos oído que nadie nos toca del mismo modo que nuestra pareja pero, ¿cuánto tiempo dedicamos a ello? Si durante un tiempo, en todos nuestros encuentros prohibiésemos el coito, ¿sabríamos qué hacer? Es cuestión de animarse y probar.

Como primer paso, podemos centrarnos en las sensaciones que provocan las caricias del otro con dos claros objetivos, descubrir y disfrutar y ambos dos objetivos, se consiguen tanto si eres el que acaricia como si eres el acariciado, así que quizá lo mejor sea probar desde los dos lados marcando tiempos para cada uno. El orden a seguir puede ser indiferente, pero no mezclar puede que intensifique las sensaciones. Incluso podemos ir centrándonos en determinadas partes del cuerpo cada día.

Conocer la mano que nos toca nos posibilita no sólo descubrir nuestras sensaciones sino visualizar cada uno de sus dedos, su palma, las líneas y averiguar asimismo qué parte de su mano, sumada con la parte de nuestro cuerpo, provoca más sensaciones placenteras. Coger su mano, tocar sus dedos, observar los recorridos de la palma y canalizar las cosquillas puede ser una bonita experiencia. Esto mismo podemos hacerlo con cualquier otra parte de nuestros cuerpos. Dejar que nos toquen y tocar la cara, el cuello, nuestra espalda, nuestros muslos o lo que muchas veces consideramos un simple masaje de pies es en realidad parte de nuestro ars amandi.

Pero el contacto directo con nuestros cuerpos a veces no es posible si antes no nos tenemos visualizados a cada uno de nosotros. Ser capaces de verbalizar delante de nuestro compañero cada una de las partes que nos gustan o no de nuestro cuerpo, da pie a una mayor despreocupación y, por tanto, más posibilidades para “dejarse llevar”.

Todo esto, se puede ver acompañado de aceites, jabones y aunque principalmente hablemos del tacto, nuestros sentidos se pueden ver alterados, no sólo por efectos externos “artificiales”, sino por la privación de alguno de nuestros sentidos. Si al tacto le añadimos la privación de la vista, las sensaciones se pueden ver incrementadas por la incertidumbre de no saber dónde voy a ser tocado o por el efecto de “poder” que podemos sentir al tocar sin que el otro pueda preverlo teniendo en cuenta, además, que no sólo nuestras manos son capaces de tocar, sino que podemos hacerlo con cualquier otra parte, nuestros pechos, nuestros pies, nuestras piernas. Todo se puede alterar, sobre todo cuando ya vamos siendo cada vez más conscientes de nuestras propias sensaciones y ello combinando efectos distintos en nuestra piel: sensaciones de frío, sensaciones de calor, caricias y pellizcos nos enseñan a ver qué reacciones tiene nuestro cuerpo.

Pero las sensaciones no vienen sólo por el tacto, aunque sea en lo primero que pensamos. Durante los primeros años de vida, hablamos del vínculo del apego entre un bebé y su mamá, sobre todo en momentos como la alimentación. Alimentar y ser alimentados por nuestra pareja puede ser un juego estimulante y si nos privamos de la vista ocurre lo mismo que con el tacto. Genera sensaciones y, por tanto, genera emociones.

El oído es también un gran aliado. Muchas veces prescindimos de los sonidos en nuestros encuentros y no sólo nos referimos a una buena música de fondo a gusto del consumidor, sino de los sonidos y palabras que nosotros mismos generamos al disfrutar. Enseguida pensamos en jadeos y gemidos con los que muchas personas disfrutan, tanto emitiéndolos como escuchándolos, o incluso pensamos en verbalizar durante el encuentro una de nuestras fantasías, o un lenguaje denominado socialmente como “sucio”; pero, a veces, es tan sencillo como ponernos frente a nuestra pareja y decir cada una de las cosas que nos provocan placer, una a una, y por turnos. No obstante, no todo el mundo percibe de igual manera los sonidos o palabras durante un encuentro e incluso hay personas en las que puede generar desagrado y rechazo, pero no podemos olvidar que se trata de sensar, de conocer y experimentar sensaciones. De igual modo ocurre con el olfato; jugar con distintos olores, o simplemente conocer el propio olor de nuestro cuerpo estando en contacto además con otro, son prácticas que pueden provocar cierto rechazo por el simple hecho social de taparlo siempre con perfumes externos, pero tanto con perfumes en nuestro cuerpo o que adornen el ambiente, como sin ellos, oler y poder dejar grabado ese olor puede hacernos revivir muchas sensaciones.

El doctor Efigenio Amezúa dijo que las proteínas de la ternura se producen en las sensaciones pero lo mejor es que cada uno puede añadir en su cóctel de pareja las emociones que precise y, por supuesto, no siempre las mismas. Quizá no se trate tanto de etiquetar sensaciones sino, simplemente, de ser conscientes de ellas, como autoconocimiento, conocimiento del otro, y disfrute. Las emociones llegan igualmente.

 

Rebeca López Marco

 

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