LA INTIMIDAD ES SEXUADA

La experiencia de la sexuación se traduce en el deseo de compartirse. Y se vive en la intimidad. El formato por excelencia de esta experiencia es la relación. Y, de un modo especial, la relación de pareja. Una pareja se hace de dos sujetos sexuados.

Con frecuencia, para describir esta relación, se ha recurrido a la amistad. Pero esta alusión a la amistad es sólo por analogía. Lo propio de dos sujetos sexuados que hacen una pareja es la intimidad. Lo que viven en la intimidad es la experiencia de la vida en todo su hondura. En su crudeza: lo mejor y lo peor.

Los amantes tienen momentos muy felices y también muy tristes. Posiblemente los más felices y los más tristes que conocemos. Hacer la vida juntos —lo que se dice con la expresión «media naranja»— presenta los hitos más grandes de los seres humanos. Por eso la mayor preocupación de los amantes es la duración. El tiempo. O, por decirlo en toda su crudeza, la mortalidad. Los griegos distinguían con toda claridad entre los dioses y los mortales. Ser mortales significa que todo lo que vivimos y somos es efímero y caduco.

Los poetas son los que más a fondo han tratado de analizar esta realidad. Y por eso han hablado tanto de que el amor es eterno. Es una gran ilusión de los mortales con el telón de fondo de los dioses a los que los mortales tratan de asemejarse. Pero los amantes tienen una forma de prolongarse en el tiempo. Es creando hijos que continúen esa experiencia que viven y comparten.

De esta forma los amantes viven y mueren mientras brotan de ellos, como la espiga del grano de trigo, nuevos, posibles amantes para hacer frente a la experiencia profunda de su efemeridad. Dan vida a nuevos seres y entierran a los que se la dieron a ellos. Estos hechos, vividos y compartidos, tocan los núcleos más fuertes de la caducidad del vivir, al mismo tiempo que se hacen la ilusión de que se salvan de ella. Puede que estas experiencias y vivencias sean las que revelan los rasgos más propios de lo que llamamos intimidad.

Se pueden compartir los éxitos en público, pero la intimidad está hecha, sobre todo, de estas experiencias que rozan lo más vivo de sus seres: su caducidad. Una pareja de años tiene una vida de muchas alegrías y tristezas vividas juntos. Cuando una pareja va sumando años a su vida en lugar de vivir de sus proyectos vive de nostalgias y recuerdos. Este material, igual que el otro, es el que tiñe sus vidas de gestos y rictus agridulces. Se suele decir que es la vida misma.

No hay experiencia más honda que la vivencia de esta realidad que es la propia de la vida en común. Una pareja de años es la experiencia de sus biografías compartidas que crea una biografía común. A veces, ya no se sabe qué ha vivido cada cual. Y, hablando en plural, se dice que ha sido vivida por los dos: hemos vivido. Una pareja se hace de la suma de dos y su resultado no es la resta de uno o de otro sino una realidad de los dos.

Ese otro sexuado es el compañero de estas honduras, sólo vivibles en una relación que, por eso, llamamos sexuada. La superficie se vive en la organización del mercado y la política. La hondura de la experiencia humana se vive en esa relación que llamamos de pareja. Por eso necesitamos formas propias de organización para su intimidad. La intimidad tiene sus reglas y su lógica.

E.Amezúa

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