Suele pensarse que el sadismo es exclusivo de los hombres, y el masoquismo exclusivo de las mujeres. Un gran error.
Existen muchas formas de sadismo, y éstas tanto en femenino como en masculino. Podemos pensar en madres crueles y dominadoras, en esposas posesivas y avasalladoras, en maestras torturantes, en enfermeras que se refocilan ante el sufrimiento de sus enfermos, en monjas que, encargadas de cuestiones sanitarias, llegan a un estado particular de trato que no pueden disimular su larvado disfrute ante situaciones compensatorias… hay mujeres en todos los estamentos sociales y profesiones en las cuales se puede encontrar, más o menos larvada, más o menos manifiesta, una forma de comportamiento sádico.
ELIZABETH DE BATHORY
Un caso de sadismo en femenino clásico es la historia de la condesa Elisabeth de Bathory. Esta nobilísima dama húngara nació en 1558 y murió en 1615. Se dice de ella que poseía muchas riquezas, tierras y esclavos (un poco como en los cuentos). Lo de esclavos puede entenderse por sirvientes y personal de servicio.
Su historia da muestras de una enorme frustración. Se desquitó con vasallos y camareros. Maltrataba a todos ellos, los torturaba por cualquier motivo. Y ella misma asistía a las escenas. Se cuenta que para preservar su belleza –en torno a los cuarenta años– tomaba baños de sangre humana. A veces uno no sabe bien dónde termina la historia y dónde empieza la leyenda. Pero lo que si es tomando como cierto es una serie de trucos que ella inventó para placer y refocilamiento. Por ejemplo éste: en su alcoba, junto a la cama, había situado una gran jaula erizada de pinchos y púas en la que encerraba a sus sirvientes favoritos hasta ver chorrear la sangre y sentir así su “placer de dama refinada”.
No es nuestra intención macabra, ni hurgar morbosamente en estas cosas como ciertas damas –también muy nobles ellas, pero esta vez por otro lado: eran ciudadanas de la Revolución Francesa– que atravesaban los órganos genitales de los nobles señores, encarcelados por la libertad del pueblo… ni clases sociales ni sexos. El sadismo es siempre sadismo. Más o menos refinado, más o menos “noble”, pero sadismo al fin.
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