Trágicas leyendas sobre la masturbación

por Efigenio Amezúa Ortega

 

El fantasma

Un punto de referencia obligado —y muy importante— en este conjunto es la obra salida de mano del inglés Becker hace ahora dos siglos, y cuyo título puede decir por sí mismo el índice de lo que en él se piensa sobre la masturbación. He aquí el título completo : «Onania, o el pecado infame de la suciedad de sí mismo y todas sus horribles consecuencias para ambos sexos, con consejos morales y físicos para todos aquellos que han caído ya en este abominable vicio. Y con un apéndice en que se encuentra la carta de una dama al autor sobre el uso y el abuso del lecho conyugal y la respuesta del autor a la misma carta.» Este libro puede dar idea del estilo de todo un género de literatura al uso entre educadores (educastradores, diríamos hoy), confesores, médicos y padres, así como de toda persona más o menos interesada en reprimir la masturbación. El punto de vista y el criterio de esta orientación es el conocido generalmente bajo el título de «moralismo represor» con ínfulas de ilustración denominada científica. En todos estos libros se dan explicaciones «científicas» y apoyaturas médicas a una intención bien neta y clara, bien parcial, como es la de considerar la masturbación como vicio.

Enfermedad y destrucción

Espacio aparte —aunque dentro de esta misma perspectiva— ocupa la obra más célebre aún del doctor Tissot publicada en 1770 por vez primera y que ha conocido desde entonces ediciones y traducciones sin posible limitación. El título exacto del libro de este médico suizo de tan desgraciada memoria entre nosotros es : «El onanismo, disertación sobre las enfermedades producidas por la masturbación» Vio la luz por vez primera en Lausanne, Suiza. Es sin lugar a dudas la obra más espeluznante sobre el tema. Tissot puede ser llamado con toda verdad el Julio Verne del placer venéreo… He aquí un simple párrafo : «Ante mi tenía menos un ser vivo que un cadáver arrastrándose sobre la paja, pálido, mugriento, sucio, con un olor infecto. Era un hombre incapaz de movimientos. Por su nariz salía con frecuencia un líquido sanguinolento sucio y asqueroso. Por su boca salía baba continuamente. Sufría de continua diarrea y sus excrementos le acompañaban en su cama sin que ni siquiera él se diera cuenta. El flujo de semen era ya como un manar de supuraciones constantes. Sus ojos estaban apagados e inmóviles, el pulso era lento y rápido por momentos imposible de captar. La respiración dificultosa y horriblemente molesta. El desorden del espíritu era su estado constante, sin memoria, incapaz de unir dos frases con sentido, sin inquietud sobre su vida.. Un pingajo que había pertenecido en otro tiempo a la especie humana…» Descripciones cono ésta —de las cuales no creemos necesario dar aquí más morbo— llenan las páginas de esta obra que ha sido seguida durante siglos en Europa entera. Todas estas descripciones tiene un lema: la masturbación lleva a este estado. La masturbación es causa de todos los males. He aquí unas cuantas de las dolencias más comunes que el doctor Tissot enumera : epilepsia, impotencia, histeria, ceguera, reumatismo, tumores, priapismo, vértigos, gonorrea… Y, a veces, se puede uno encontrar con todo el diccionario de enfermedades enteras…

Vigencia del terror

En España tenemos también un monumento similar al de Tissot. Aunque es preciso reconocer que no llega a la altura del Julio Verne del terror venéreo. Se trata de una amonestación piadosa para que los hombres no caigan en tan malas situaciones. Su autor es el P. Claret. Su obra se titula de este modo : Bálsamo eficaz para curar un sinnúmero de enfermedades del alma y del cuerpo, o sea, Semana Santa para enmendarse o preservarse del mal máximo y peste desoladora de la juventud. La fecha de publicación fue el año 1852. Esta obra del P. Claret sigue muy de cerca los consejos del doctor Tissot. Y pone por su parte y de su cosecha casos y ejemplos muy curiosos que llevan al lector al fin que el autor pretende: que evite el vicio de la masturbación. Para este país ha sido la obra que más huella ha dejado. Entre otras cosas por tratarse del P.Claret —un santo admirado en muchos aspectos— forjador de la formación del clero a través de los seminarios. A nadie tiene por qué extrañarle que muchos clérigos pensaran de este modo sobre la masturbación. La fuente de su información ha sido ésta. Y eso era lo que cada clérigo transmitía. Entre otras cosas podemos destacar en esta línea más el horror de los infiernos que la peste de las enfermedades físicas. Pero no sabríamos con claridad con cuál de los dos resortes quedarnos. Es una forma de ver la masturbación por sus efectos, efectos que a decir verdad no somos capaces de ver de dónde salían. Al menos con los datos de la observación actual.

La sociedad, amenazada

Con el trasfondo que puede verse a través de esos hitos que acabamos de marcar, no es difícil ver las raíces del cúmulo de temores, angustias y pánicos acumulados en las más remotas vísceras de cada persona. Creemos útil destacar que todos estos miedos proceden de dos raíces principales. Una la de los males físicos, otra la de los espirituales. Una raíz ha sido plantada y nutrida en una lamentablemente llamada medicina, la otra en una caricatura de moral. Las dos —medicina y moral, por supuesto a su manera— dieron la herencia que ha llegado hasta nosotros. Seguramente son muy pocos ya los que puedan leer o escuchar esos juicios seriamente. También son pocos los que seriamente puedan seguirlos. Sin embargo el caldo de cultivo es ése. Lo que ha llegado a nosotros es el mismo caldo de cultivo un poco higienizado, un poco depurado, al fin y al cabo —y esto es capital—, se trata del mismo caldo de cultivo. Una forma de ver la masturbación desde la represión fatídica y terrible. Una manera antihumana, anticientífica, antiobjetiva. Lamentable. No es nuestra costumbre atacar o criticar. Creemos que es preferible informar para que cada cual sepa a qué atenerse. Pero en este caso —y a juzgar por lo que aún podemos ver— no nos resistimos a usar la más gruesa batería de palabras contra estas formas desastrosas de educar (queremos decir de educastrar) en nombre de una honradez humana y hasta en nombre de una justicia elemental. El fenómeno humano de la masturbación ha sido literalmente deshecho, ensuciado, destrozado hasta el punto que muchas personas viven hoy este hecho humano normal y simple con todo este terror de siglos encima. Y a esto –simplemente– no hay derecho.

Otras civilizaciones

Un nuevo enfoque: el de Havelock Ellis, llamado con toda propiedad el primer sexólogo de occidente. este inglés, antropólogo, investigador, escritor, divulgador, pensador, pensador de hondura, fue quien por primera vez se dio cuenta de un hecho muy simple: la masturbación ha sido una práctica común y continua a lo largo de toda la historia. Por otra parte es un hecho universal propio de todas las culturas y pueblos. Un hecho que puede ser vivido con normalidad y sobre el cual no vale la pena levantar atrocidades de discursos ni sermones. Lo que Havelock Ellis nos enseñó ya desde finales del siglo pasado es que la masturbación era un hecho común a todos y simple para cualquiera. Un hecho normal que no produce ni enfermedades ni desequilibrios. Para ello Ellis observó las distintas maneras de reaccionar ante este hecho por algunas culturas no reprimidas como la occidental. Fue la manera más simple de decir que todo el problema está en la cabeza. Naturalizar esto fue su gran mensaje… Y no hay mejor modo para ello que mirar con amplitud, con ojos nuevos. «Cuando los españoles desembarcaron por primera vez en Filipinas pudieron constatar cómo las mujeres usaban, en ocasiones, penes artificiales fabricados en marfil. Entre los objetos íntimos de las mujeres libanesas figuran penes de cera para las horas solitarias. En la India las chicas conocen la masturbación desde los años de pubertad y cada cual puede ver en las fachadas de los templos —como el de Orissa, por ejemplo— bajorrelieves de hombres y mujeres masturbándose» «Todas las civilizaciones —continúa el gran observador de las costumbres sexuales— conocen el uso del pene artificial. Las mujeres de Lesbos usaban estos objetos en marfil, plata u oro, las de Milesia en cuero, en otras era en cristal con agua caliente…luego el cauchú… La práctica de la masturbación masculina que requiere menos instrumental es más frecuente y más común.» «Cuando la masturbación es vista con una mirada amplia —y no estrecha y reducida— nos damos cuenta que ni este hecho lleva a la locura ni a las enfermedades ni a la depravación. Hay pueblos enteros que practican la masturbación y a los cuales nunca se les ha ocurrido pensar en esos efectos que los occidentales ponen en la cabeza sembrando el temor y creando así ellos mismos lo que dicen ser efecto de la masturbación.»

«Del mismo modo podemos ver hombres muy célebres y celebrados que han practicado la masturbación incluso con exceso —como ellos mismos han confesado— y nada de eso les ha impedido ser personasgeniales, responsables, trabajadores…Goethe por ejemplo. O Rousseau, Gogol…» Havelock Ellis, de una forma simple, sacó a muchos de la única idea reinante. desde entonces, otros han estudiado más detenidamente estos hechos…

«Un pecado» general

Por citar un ejemplo muy conocido: la encuesta de Kinsey vino a decir en público lo que todos se guardaban en secreto. La masturbación es una práctica habitual y común. Ha sido a partir de Kinsey cuando se han empezado ya a manejar cifras que a nadie suelen resultar extrañas. Más del 90 por 100 de los hombres se masturba en más o menos veces. Del 60 al 70 por 100 de las mujeres hace lo mismo. Estas cifras han ido luego sonando sin que ya nadie hoy se extrañe. Es como si la realidad se fuera imponiendo por encima de otros criterios inventados… La gran lección de Kinsey fue también muy simple. Se trataba de dar la luz. El no hizo más que constatar. Poner luz allí donde solamente había oscuridad. Sacar a la luz pública lo que todos hacían a escondidas y avergonzados. La forma de ver y de enfocar las masturbación ha cambiado a través del conocimiento de estos hechos. Si siguiéramos creyendo que la masturbación produce lo que decían aquellos autores que ya hemos citado, toda la humanidad sería un gigantesco hospital. Conclusión: Lo que aquellos decían era un puro invento.

 

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