HISTORIAS ANTICONCEPTIVAS

 

El descubrimiento y utilización de métodos anticonceptivos no es, como suele pensarse, una característica del siglo XX. En este siglo no se han «inventado», tan solo se han «mejorado» y -eso sí-, se ha democratizado su conocimiento y su uso. Durante milenios las prácticas y remedios anticon­ceptivos fueron celosamente ocultados en ámbitos muy restringidos.

Hace cuatro mil años, las mujeres egipcias usaban una pócima compuesta de excremento de cocodrilo, mucílago fermentado, miel y natrón que se introducían en la vagina antes del coito. Podríamos decir que éstas fueron las primeras «cremas espermicidas» de la Historia.

El Talmud -Biblia de los judíos, con tres milenios de antigüedad- describe un tampón de lana o algodón que se colocaba alrededor del cuello del útero, de forma similar al utensilio de caucho que actualmente conocemos como «diafragma».

Siguiendo con los libros sagrados, el Antiguo Testamento recoge -condenándola- una única práctica anticonceptiva: el coito interrumpido. En el capítulo 39 del Génesis se describe cómo Onán evitaba embarazar a su cuñada «derramando su semen en la tierra».

En la Edad Media, además de los conocidos pesarios, tallos y unguëntos abortivos que tan profusamente la Iglesia persiguió, se usaron otra especie de espermicidas que se obtenían mediante una mezcla de sal gema y salubre.

Muchísimo antes de que el higienista inglés del siglo XVII les prestase su apellido (Condom), los primeros preservativos de los que tenemos constancia fueron egipcios y estaban hechos con vejiga de cordero. Después romanos y bizantinos los fabricaron con intestinos de cerdo y cabra. En la actualidad son de latex, pero la idea no es nueva.

En los tiempos de Cristo, las prostitutas romanas que se exhibían en los fornix de los grandes anfiteatros (de ahí la expresión fornicar) se hacían duchas vaginales con vinagre diluído con agua antes de atender a sus clientes. De este modo modificaban el PH vaginal, dificultando la movilidad de los espermatozoides.

Hipócrates en el siglo IV antes de Cristo describió la técnica mediante la cual se podía introducir a través de un tubo de plomo pequeños anticonceptivos en el interior del útero. De hecho, podríamos atribuirle a este médico griego la paternidad del DIU, si no fuera porque han sido descubiertos trozos de marfil o de hueso en el interior de la cavidad uterina de algunas momias del Alto Egipto.

Resulta curiosos comprobar que el único anticonceptivo «moderno» -del siglo XX- no es sino copia del más antiguo de ellos: el que la propia Naturaleza inventó. Hace bastantes décadas los científicos estaban buscando un anticonceptivo que fuera absolutamente «natural». El único momento natural en el que una mujer no puede quedar embarazada es, precisamente, cuando ya está embarazada. Y ello, porque el cerebro envía órdenes al ovario para que éste deje de ovular mientras dure este estado. Siguiendo esta misma lógica del cuerpo, se inventó un producto hormonal que «engañaba» al cerebro haciéndole creer que había un embarazo. Así nació el anovulatorio, que con el correr del tiempo y la semántica se hizo popular con un pseudónimo: «la píldora». Y, paradojas del destino, suele tomarse como el menos natural de todos ellos.

J.R.L.

Los guerreros sioux permanecían desnudos durante horas tumbados al sol sobre una roca plana o poniéndose en cuclillas ante el fuego. Mediante esta achicharrante estratagema conseguían aumentar la temperatura de sus testículos impidiendo o dificultando la espermatogénesis (fabricación de espematozoides).

Los tuaregs africanos mantienen aún la costumbre milenaria de introducir pequeños cantos redondeados en el útero de sus camellas, a fin de evitar su gestación en las largas travesías por el desierto.

Si invirtiésemos la mitad de la energía que consumimos debatiendo sobre el aborto en mejorar la eficacia contraceptiva, dejaríamos de tener una fuente permanente de conflicto social y nos ahorraríamos un filón de tragedias. El genial médico Soriano de Efeso ya dijo esto mismo. Es triste tener que repetirlo dos mil doscientos años después de su muerte

 

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