LA VIDA EN PAREJA

Por E.Amezúa

La sexologia, Los grandes conceptos : La Pareja ; Iulstración M.Reinas, la sexologia, sexología

Vivir en pareja se ha convertido en la fórmula universal de organización y convivencia entre los sexos.
En las sociedades avanzadas todos buscamos un buen trabajo y una buena relación amorosa. Y lo mismo que hay muchas formas de trabajo, también hay muchas formas de relación. Dar con estas dos fórmulas es hoy un objeto de búsqueda común.
¿Qué es una pareja, una relación de pareja? ¿Cómo se hace una pareja? ¿Cómo se vive esa relación y por qué situaciones pasa a lo largo de la vida? ¿En qué se distinguen los conceptos de pareja y matrimonio? ¿En qué coinciden o pueden coincidir?
La fórmula de vida en pareja, como expresión de la relación sexuada por excelencia, constituye un campo apasionante de riqueza en la vida de los sujetos. Y por lo tanto también de conflictos y problemas.

Índice

Una de las consecuencias de ser sujetos sexuados es la organización de la vida general a través de sus relaciones sexuadas. Y una de las consecuencias más visible en la sociedad es la que se conoce como pareja.

De su variada configuración se originan los principales vínculos de la convivencia que las instituciones, con mayor o menor acierto, tratan de controlar, apoyar, proteger o fomentar. Esta Unidad Didáctica trata de presentar una semblanza general de este fenómeno.

I. Preliminares

1. La fórmula cada vez más deseada

En las sociedades modernas la vida de los adultos está estructurada sobre la base de unidades de pareja. Los jóvenes se encaminan hacia esa fórmula de vida. Los adolescentes la ensayan a través de sus primeras experiencias y tanteos. Los niños la imitan jugando a «ser novios».

Todas estas cosas suceden, en ocasiones, con la perplejidad que caracteriza a toda aventura; en otras, con el pudor propio de ser el resultado de un proyecto personal de consecuencias importantes.

En todo caso, la fórmula de la pareja como nuevo concepto no ha cesado de crecer en la estima general durante los dos últimos siglos. Todos los estudios apuntan a que, a pesar de los fallos y sus costos, esta figura se encuentra hoy en su máximo esplendor y que el futuro reside en profundizar en ella más y mejor.

2. Aclaraciones

Esta ascendente estima por el fenómeno de la pareja produce un desconcierto mayor cuanto que está a punto de sustituir, o al menos de transformar, a otra institución anterior conocida como institución del matrimonio. Frente a esta fórmula ancestral, la Época Moderna ha desarrollado cada vez más esta otra de los vínculos libres por razón de sexo.

La relación de pareja es el resultado de una selección de relaciones sexuadas que articulan y configuran un ars amandi propio. Todos buscan su otro sexuado, «su media naranja», «su otra mitad» con quien entenderse y completarse y así compartir una dimensión de sus vidas: sus deseos y sentimientos sexuados.

Todos buscan ser fecundos y creativos, realizarse, hacer algo de la vida y en la vida, compartiéndola con otro. Y este proyecto revela cada vez más –junto con el del trabajo– no sólo el deseo de un oasis o refugio para la intimidad sino un quicio en torno al cual girar en el desarrollo de la vida general.

3. Ambigüedades

Las ambigüedades del mismo concepto de pareja, entre sus límites difusos, por un lado, y sus implicaciones personales y públicas, por otro, pueden explicarse por ser propias de sujetos en fases de transición y al mismo tiempo en un marco de cambios que, en ocasiones, resultan vertiginosos.

Es cierto que el concepto de esta figura se presta a ambigüedades. Pende sobre él una gran carga de sentido procedente de otros estilos de vida que han sido fuertemente moralizados desde valores correspondientes a épocas anteriores.

En todo caso, en la evolución de la historia sexual de los sujetos lo sucedido en torno a la construcción de la pareja puede ser considerado como el dintel de paso de la vida individual a la social y de responsabilidades, así como a la institucional o pública. Lo que empieza como simples relaciones suelen ser ensayos de futuros proyectos de alcances duraderos y, a veces, permanentes.

Por otra parte, la noción de pareja –basada en el concepto moderno de sexo, o sea, de los sexos– apunta cada vez más a la gran aventura de crear futuro.

Frente a la concepción que ha estado más interesada en ver la elección de pareja como una repetición y calco de la infancia y sus conflictos, el nuevo concepto de pareja se configura desde la búsqueda del otro sexuado.

Sin negar, pues, vestigios de pasado, lo más propio de una pareja es ser una gran aventura de futuro entre los protagonistas que la forman.

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II. Hipótesis explicativas

1. Hipótesis antiguas

En las sociedades antiguas la respuesta a lo que hoy llamamos emparejamiento ha sido que la cópula o apareamiento era necesario para la reproducción de la especie y su mantenimiento. Y de ahí la hipótesis posterior sobre el instinto reproductor que, por transformaciones sucesivas del término, aun dejando el concepto intacto, se ha llegado a divulgar, muy impropiamente, como sexo.

El carácter grosero y vergonzoso que ha acompañado a esa noción de sexo, de por sí impresentable en sociedad, ha sido contrapesado con lo que suele llamarse amor. Muchos usan todavía esta referencia del sexo y el amor para explicar la fórmula de pareja.

2. Hipótesis antiguas renovadas

Desde las Ciencias Naturales no se suele decir que el sexo es una grosería sino un instinto natural común a todas las especies. Tal instinto suele ser llamado, a veces, «aspecto biológico» del sexo. Junto a él, para referirse a los humanos, muchos adosan el amor o los afectos: la afectividad. Se trata de la hipótesis antigua renovada bajo los términos de lo natural y lo cultural, lo biológico y lo psicológico, la reproducción y la convivencia, etc.

Sobre esta hipótesis se han mantenido otras relativas a las explicaciones del orden social desde el antiguo criterio de las funciones naturales de uno y otro sexo: las mujeres dedicadas a la reproducción y a la vida doméstica y los hombres, por su parte, al trabajo y a la vida pública. Y de ahí también la explicación, igualmente antigua, si bien aún vigente, de que en la pareja «las mujeres buscan amor y los hombres, sexo».

Una forma de pensar antigua y propia de sociedades pre-modernas que se ha prolongado en el tiempo ha situado esta figura de la pareja –confundida con la anterior de matrimonio– como el sitio en el cual los actos de la lujuria moral o del instinto natural, prohibidos sea por motivos morales o sociales, podían ya ser realizados.

3. Hipótesis modernas

En las sociedades modernas, desde el marco y la lógica de los sexos estas hipótesis han sido transformadas. ¿Por qué la gente busca vivir en pareja? La dirección de la respuesta actual gira, más bien, en torno a la compa(r)tibilidad de los mismos sujetos que, por el hecho de ser sexuados, desean esa fórmula común de convivencia.

Desde una u otra hipótesis se llega al uso de una fórmula que parece similar. Pero es preciso afirmar que no es una fórmula similar. Si la tesis reproductiva explica la reproducción de forma preferente, sólo plantea la compa(r)tibilidad como razón secundaria. En la tesis de los sexos la compa(r)tibilidad es la preferente y este lugar secundario es ocupado por la procreación.

La clave de la fórmula moderna no son las relaciones sexuales sino el marco nuevo de las relaciones sexuadas desde la lógica de los sujetos sexuados y sobre el axioma de sus atracciones recíprocas. Para comprender este cambio es imprescindible tomar en todo su rigor el concepto moderno de sexo. Pues es este concepto nuevo el que articula relaciones muy diversas, si bien todas ellas sobre el quicio de la razón de sexo.

Esta razón de sexo es la que, bajo otros nombres, suele denominarse razón de los sentimientos o los afectos, privilegiados hoy por encima de cualquier otro criterio. Lo que se olvida con excesiva frecuencia es que tales sentimientos y afectos son sexuados. Por todo ello, es importante el planteamiento del concepto de pareja desde la lógica y la epistemología de los sexos. La pareja es una relación sexuada.

Una de las grandes aportaciones de Masters y Johnson a través de los tratamientos de su modelo de terapia sexual es que la pareja no es exactamente el otro del uno ni el uno del otro sino la unidad de referencia creada entre los dos a través de sus complicidades, deseos e intereses.

Esta realidad formada por ambos, y distinta de cada uno, constituye al hecho de los sexos en una de las claves más potentes para entender su particular modus operandi a través de los miles de detalles en los que se desarrollan sus satisfacciones o insatisfacciones.

Por tratarse, pues, de una relación sexuada, cuando el sexo es reducido al uso de los genitalia o a otras derivaciones similares, se pierde una de las más interesantes claves para entender tanto su desarrollo y bienestar como de sus desdichas e infelicidad.

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III. Nuevas etapas de la historia sexual

1. Consideraciones previas

A. Las anteriores y las siguientes

En otro artículo vimos una serie de etapas de la historia sexual: prenatal, infantil, adolescente y pre-juvenil.

Continuando con ellas, las siguen otras que son –por nombrarlas con términos comunes–, el noviazgo, la vida en pareja propiamente dicha, la vida familiar y el cuidado de los hijos; y, finalmente, la tercera edad, como última etapa de la vida.

B. La clave de los sujetos sexuados

La amplia difusión del concepto distorsionado de sexo, procedente de la antigua lujuria y del instinto, no ha permitido ver en toda su claridad el concepto moderno y nuevo de los sujetos sexuados.

Tal vez, por ello, la vida de la segunda juventud, la madurez y la vejez ofrezcan dificultades suplementarias para su comprensión dentro de esta enumeración de etapas de la historia sexual. Conviene recordar que los sujetos se hacen y son sexuados a lo largo de la vida. Tener esto en cuenta ayuda a su comprensión y evita errores de conceptos básicos.

C. El hilo conductor

Estas nuevas etapas son, como puede verse, muy variadas y llenas de peripecias diferentes según los mismos sujetos. Pero mantienen todas ellas un hilo conductor en los mismos sujetos que, como resultado de sus biografías, las hace ser etapas de la historia sexual.

Como sucedió con las otras etapas, primaremos también en éstas ese hilo conductor de la evolución por encima de cortes, complicaciones o problemas que pueden ensombrecer la línea de su desarrollo.

2. El noviazgo y sus formas

A. Ensayos y compromisos

Hay formas muy variadas de referirse a este fenómeno. En ocasiones se habla de «salir juntos», de «estar el uno por el otro», de «entenderse», de «enamorarse»; entre los adolescentes se habla de «rollos», «picos» , «salir» etc. Sucede en las distintas edades, aunque en algunas, más a menudo o de forma más espectacular.

Como corresponde a todo ensayo o experimento personal, en la infancia y adolescencia se dan relaciones más o menos duraderas. Otras se inician de forma totalmente nueva. Unas no prosperan y se rompen; otras duran y se mantienen. A la relación que sigue adelante y que se consolida es a la que, propiamente hablando, se la suele designar con el nombre de noviazgo.

El paso de su informalidad a fórmulas más habituales suele tener unos signos o ritos distintivos en cada sociedad. El rasgo que unifica a todos estos signos es el de promesa o voluntad mutua de continuidad que generalmente se traduce en un pacto o compromiso manifestado de muy diversas formas implícitas o explícitas.

B. La atracción

En las sociedades antiguas estas relaciones eran fijadas y arregladas desde criterios de conveniencia por parte de las respectivas familias para decidir las futuras uniones de sus hijos, tanto en el caso de hombres como en el de mujeres en función de intereses convencionales.

En las sociedades modernas uno de los criterios que más se han decantado para decidir estas relaciones es el que se conoce como atracciones recíprocas y uno de los sentimientos que ha recibido más protagonismo es el del enamoramiento.

Se trata de un fenómeno común y universal de los sujetos sexuados por el hecho de ser tales, pero que cada cual percibe como propio y particular. Se ha destacado también el tratarse de una experiencia enriquecedora por su carácter revelador del otro en toda su intensidad.

C. Interrogantes

Entre estas dos hipótesis de los contrarios que se atraen o los semejantes que se complementan se sitúa la línea media del entendimiento interactivo de un proyecto. Esta línea media se construye entre dos mediante la relación como se construye prácticamente todo en la condición humana.

Existen muchos estudios sobre aspectos de la atracción recíproca como es el caso de caracteres, gustos, estudios, aficiones, etc. Pero las razones o motivaciones de la elección de pareja suele ser muy resbaladiza por más que los deseos de averiguarlas sean constantes.

Con frecuencia esos interrogantes se resuelven con el recurso al amor o enamoramiento, término en el que cada cual suele poner contenidos muy subjetivos y personales y que mantienen siempre sus interrogantes.

3. Criterios y elecciones

A. Incidencias

Por su carácter transformador, el enamoramiento resulta una piedra de toque singular que atrae y desconcierta. Todas las explicaciones que hasta el momento ha dado la ciencia siguen siendo provisionales e hipotéticas. El fenómeno sigue manteniendose como un gran enigma.

Por otra parte, existe la cara superficial del enamoramiento y la cara de su hondura. Su misma vivencia ofrece contradicciones y paradojas; y, sobre todo, un sinfín de preguntas con muy pocas respuestas.

El enamoramiento es, pues, un incidente que condiciona la vida de todos. Los grandes sabios siempre han aconsejado vivirlo sin dejarse arrastrar en exceso para no simplificarlo y convertirlo en un accidente sin sentido. Ulrich Beck y Elisabeth Beck han llamado a este fenómeno generalizado hoy como «el normal caos del amor».

B. Confusión y desconcierto

En todo caso, el bullir de los sentimientos, emociones y sensaciones, especialmente en algunos tramos o etapas de la vida, lleva a estados de ánimo confusos y alborotados.

En la Época Moderna estas situaciones han sido especialmente aprovechadas por la industria y el mercado para sacar provecho de ello poniendo de relieve ilusiones y espejismos en las relaciones de los sexos.

Es algo visible cuando se hojean revistas con trucos para seducir, consejos o fórmulas para ligar y enamorar. Todo ello se hace notorio en la publicidad general.

C. Proyecto y aventura

Otra cuestión que suele intrigar mucho es el criterio o criterios para saber el futuro o la duración y evolución de las atracciones recíprocas. O, dicho de otro modo, si esa situación va a mantenerse y cuánto va a durar, tal y como suele ser el deseo y la voluntad general.

La gran parte de proyecto y aventura –y no de determinismo o de fatalidad– apunta a que esta aventura, como construcción de dos, puede cuidarse y cultivarse con esmero. El resto suele ser objeto de especulación a través de adivinaciones, horóscopos y sortilegios.

Como todas las cosas importantes, también ésta tiene el encanto de la fragilidad. Y, por ello, del cuidado y el interés. Su cultivo, en definitiva.

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IV. La vida compartida

1. Pareja y matrimonio

A. Casarse

Cuando dos se quieren y sienten que forman una pareja piensan en casarse: en «poner casa» para compartir la vida juntos. Si la idea central es ésa, hay, al lado, una serie de factores que favorecen o dificultan esta posibilidad.

Uno es la edad, otro la autonomía o independencia, otro la economía: de qué vivir y con qué dinero hacer frente a los gastos que eso supone. De ahí que con frecuencia muchas parejas vivan una combinación entre lo que es el noviazgo y lo que es el matrimonio mientras hacen planes para vivir en su casa o piso.

Algunos optan por vivir en pareja antes de casarse. Más que ensayos, son pasos primerizos de la vida en pareja pero firmes y decisivos.

B. El acto público

El acto público ante el Estado marca el paso institucional por el que los miembros de la pareja son declarados marido y mujer –esposos– a todos los efectos. Es lo que se conoce como boda. Muchos unen a este acto la ceremonia de su confesión religiosa y hacen un rito de celebración. En uno y otro caso los familiares y amigos suelen ser testigos e invitados, lo que convierte el acto en un acontecimiento de vinculación importante.

La práctica totalidad de los Estados modernos, por ser laicos e independientes de otros poderes, regulan y protegen a sus ciudadanos en todos sus efectos a través de esta institución conocida como matrimonio y que ofrece su cobertura jurídica y social mediante las leyes de familia.

En caso de litigio o ruptura, estas leyes contemplan la regulación del divorcio siguiendo los trámites o requisitos fijados para ello.

C. Las formalidades

El avance de la figura de pareja, por encima de la del matrimonio, ha ocasionado fuertes cambios en las sociedades avanzadas con relación a las pre-modernas. Tal es el caso de la regulación de «las parejas estables no casadas» o de «convivencia análoga a la matrimonial».

Más conocida es la fórmula nueva de «las parejas de hecho». La variedad de estas distintas fórmulas crea, en ocasiones, cierta confusión por sus solapamientos. En todo caso, el punto más importante es que, a través de estas innovaciones, las sociedades modernas tratan de equiparar –de no discriminar negativamente– a las distintas parejas y sus variedades.

El reconocimiento del matrimonio entre parejas del mismo sexo es un hecho más dentro de este horizonte de libertad y diversidad frente a fórmulas antiguas más rígidas y excluyentes.

D. Debates y valores

Conviene, pues, no perder de vista el fenómeno de pareja que subyace en todas estas modalidades. En las últimas décadas la mayor parte de los países occidentales se han planteado estas alternativas, debido especialmente a las reivindicaciones de grupos o sectores interesados en ellas por sus diversas razones. Ello ha dado lugar a debates, en ocasiones, encendidos.

La importancia de estos debates es que a través de ellos se han operado transformaciones generales con relación a unas u otras ideas, así como a sus nuevos valores por la vía de concesiones y consensos entre las distintas mentalidades y la búsqueda de vías nuevas ante situaciones nuevas.

En el fondo, se trata de abrir vías de convivencia y de no exclusión. De esta forma el tradicional matrimonio ha evolucionado y se ha abierto a los nuevos valores. Este sale, pues, también beneficiado de todas estas innovaciones.

2. Pareja e hijos: las variedades de la vida familiar

A. La estructura conyugal

Como una consecuencia de este protagonismo de la pareja, la estructura familiar extensa o numerosa de otras épocas, ha dejado su sitio a un núcleo reducido que forma la base de la vida familiar en la Época Moderna. Es éste núcleo el constituido por la pareja conyugal o, en sus alternativas asimiladas a ella.

De ahí el nombre de cónyuges con el que el lenguaje institucional designa a ambos componentes de la relación, término clave de este fenómeno complejo.

En un sentido más general el término pareja es usado también para designar la relación que en otro tiempo era reservada a los esposos. Y, en ocasiones, se dice «mi pareja» o «su pareja» para nombrar al otro miembro de esta relación.

B. La institución familiar

También se dan familias o núcleos familiares –y que, por lo tanto, tienen vida familiar– a los que se conocen como familias mono-parentales. Son las formadas por el padre o la madre y uno o varios hijos.

Dos factores han contribuido al aumento de este sector: por un lado, el cada vez mayor número de madres que tienen uno o varios hijos siguiendo en su condición de solteras; y, por otro, las separaciones y divorcios, tras los cuales los hijos conviven con uno u otro de sus progenitores.

Todo ello ha llevado a la introducción y uso de nuevos términos para nombrar las distintas situaciones o formas de convivencia dentro de lo que se entiende en general por institución familiar.

C. La convivencia familiar

Las sociedades avanzadas han sido, pues, cada vez más sensibles a la innovación de esta gran variedad de formas de vida familiar. Y han tratado de dotarlas de protecciones y apoyos legales e institucionales.

Si la fórmula de la pareja conyugal es la más deseada y abundante, conviene recordar que todas ellas son posibles y dignas; y que, de muy diversas formas y muy variadas, se puede convivir. Si, por un lado, la realidad de «la gran familia» tradicional ha desaparecido, por otro, estas innovaciones han tratado de dar respuesta a las nuevas situaciones.

La convivencia en la tolerancia es uno de los valores más operativos y estimados hoy por los sujetos.

3. El cuidado de los hijos

A. Las atenciones

El grupo familiar es el marco deseado en el que los hijos nacen y crecen hasta llegar a su mayoría de edad. Todas las Instituciones de las sociedades modernas reagrupan sus recursos para que los menores tengan ese marco y puedan desarrollarse con las mejores atenciones.

En las sociedades anteriores no ha sido así. Y, como es bien sabido, en muchas sigue sin serlo todavía. Para cubrir esas ausencias puede pensarse hoy en una gran cantidad de indicadores que apuntan en esta dirección de los derechos de la infancia no respetados ni cumplidos.

B. Hijos y padres

Estos cuidados son la base para el equilibrio y bienestar de los hijos. Por eso se habla de sus derechos básicos a la alimentación, salud y educación. Los padres son los que llevan a cabo este cometido.

En ausencia de los padres, los Estados y sus correspondientes administraciones– se encargan de designar tutores para que hagan sus veces; y, en ausencia de estos, el mismo Estado dispone de sus organizaciones para ello. Es lo que se conoce como Instituciones de Protección de Menores.

Además de estas Instituciones, existen otras –como Organizaciones No Gubernamentales, Fundaciones o diversas Instituciones– que, por razones humanitarias, contribuyen a rellenar los fallos y lagunas existentes.

C. Padres e hijos

Padres e hijos, hijos y padres, forman de esta manera sus redes de relaciones con sus respectivos sentimientos y valores. Es lo que se conoce como sentimientos y valores familiares y, más en concreto, sentimiento materno o paterno cuando es de padres a hijos. A su vez, cuando se dirige de los hijos a los padres se habla de sentimientos filiales.

Hay quienes tienen estos sentimientos o vínculos familiares más fuertes y cultivados, otros menos. Pero, en principio, todos los poseen o desean contar con ellos. Los que, por las circunstancias que sea, se lamentan de esta ausencia de marco familiar, representan un testimonio que hace pensar en su importancia primordial.

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V. La compa(r)tibilidad

1. Los hechos

Este gran proyecto de pareja, tal como ha aparecido cada vez más neto en las sociedades modernas, ha sido planteado como una transformación de las relaciones. Pero, al mismo tiempo, una transformación de los sujetos.

Uno de los grandes temas de discusión es el del reparto de ese sinfín de tareas que representa la vida organizada de una pareja en la sociedad actual bajo los nuevos criterios de igualdad entre hombres y mujeres cuando se trata de vivir en el día a día de la relación.

El cuidado y la atención de la casa, el mantenimiento de todo lo que suponen estructuras e incidencias esperadas o inesperadas constituyen una enorme cantidad de pequeños retos que requieren una mínima organización.

2. Programaciones y improvisaciones

Algunos programan, otros dejan las cosas a la improvisación. Algunas mujeres se lamentan de que los hombres mantienen sus antiguas concepciones y que son ellas las que tienen que cargar con la mayor parte de las tareas para el funcionamiento de la casa y la familia.

La cadena de estos problemas constituye una fuente de malestar y, por lo tanto, de problemas. Muchos grandes conflictos no son sino la acumulación de pequeños. Muchas separaciones o divorcios se inician en estos repartos de tareas.

Lo cierto es que este punto resulta cada vez de un interés más capital debido a las implicaciones de esa pareja o familia en el conjunto de la sociedad.

3. Las reglas de la vida doméstica

Un principio de uso común en la resolución de estos conflictos ocasionados por las tareas domésticas es que en toda relación se da un acuerdo sea éste explícito y formulado con precisión o implícito y dejado a la improvisación.

Algunos son más partidarios de lo explícito y otros de lo implícito. Esta regulación es fácil bajo la clave del entendimiento de ambos y la situación, sea laboral o de otro estilo de la misma pareja.

Los esfuerzos de las instituciones para que los hombres participen en las tareas se centran en las nuevas imágenes y papeles de hombres y mujeres. Más allá de estas imágenes el núcleo de referencia está en la misma relación y su propia forma de organización.

Compartir es un plan muy amplio que, de una u otra forma, requiere una mínimas reglas sobre los qués y los cómos. Todo plan de vida en pareja se basa en un compromiso o contrato mutuo, sea cual sea el nombre o denominación con que éste se designe.

Este contrato o compromiso siempre tiene una serie de cláusulas en letras grandes y otras en letra pequeña. Las de letra grande suelen corresponder a las líneas generales; las de letra pequeña, al día a día y a una gran cantidad de detalles con los que toda pareja se encuentra en el curso de su convivencia a lo largo del tiempo.

No es necesario añadir que en toda relación o convivencia se dan momentos de muy diverso signo, tiempos fuertes y débiles, así como contratiempos e imprevistos. De todo ello se compone la idea de compartir.

Si una extendida y buena voluntad dice que «todo debe ser compartido», los resultados del trabajo sobre los problemas nos dice, por su parte, lo contrario: ni todo es compartible ni tiene por qué serlo.

Combinar las formas concretas para delimitar espacios y tiempos de libertad propios de forma que la disponibilidad de uno para el otro no sea confundida con el atosigamiento o la distensión con el desinterés constituyen algunas de las reglas básicas de una relación en la que todo repercute en todo.

Todos los expertos en asesoramiento de estas dificultades y problemas coinciden en señalar la importancia del sentido del humor en toda relación digna de aprecio y más concretamente en ésta.

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VI. La etapa de la tercera edad

1. La nueva situación

A. Menores y mayores

A comienzos del siglo XX la edad media de vida en Occidente era de en torno a los cincuenta años. Al comienzo del siglo XXI esa media ha aumentado de forma espectacular hasta en torno a los ochenta. Se habla ya de un futuro cercano con la meta de los cien años como esperanza de vida. Lo que plantea una etapa de senectud digna de consideración.

La pareja o núcleo de la relación familiar base llega a un momento en que, tras la emancipación de los hijos, vuelve a quedar en la situación del principio.

Uno y otro solos. Es la última etapa de la historia sexual y que, siguiendo los parámetros de la evolución e involución, coincide también con la última etapa del ciclo vital.

B. Juniors y seniors

Debido, pues, a la prolongación de la edad de vida y a los cambios en la estructura del núcleo familiar, esta etapa de la vida ha sufrido una gran transformación en las sociedades avanzadas.

Si en las sociedades pre-modernas los mayores mantenían una gran presencia en el grupo familiar, estos cambios no han sabido aún dar con la clave del sitio de los mayores en el conjunto.

Los mayores son importantes por la experiencia y sabiduría que pueden transmitir a las generaciones que les siguen, según el principio rector de la balanza entre los «juniors» y los «seniors». Es la dialéctica entre la vida por vivir de unos y la vida vivida de los otros.

C. Juventud y madurez

Frente al valor que épocas anteriores de la historia dieron a la vida adulta, la Época Moderna ha seguido de forma ascendente dando interés a las edades previas. De esta forma se ha dado cuerpo y figura a las etapas infantil, adolescente y juvenil.

Si miramos a épocas anteriores al siglo XVIII los niños y adolescentes figuran tan poco que se dirían inexistentes. Frente a esa situación la irrupción de estas edades no ha cesado de subir. Desde ahí puede entenderse la gran preocupación por su educación y bienestar.

En general puede entenderse este fenómeno como la progresiva ascensión del valor de la juvenilidad que en la segunda mitad del siglo XX ha llegado a su cenit hasta el punto de desplazar, por razón de edad, a los mayores. Pero –y esto es importante– cada vez hay más mayores y menos jóvenes en las pirámides de la población.

2. Valores e incertidumbres

A. La gratitud

La tercera edad, la vejez o cualquiera sea el nombre que se adopte para denominar esta etapa de la vida, se encuentra hoy en una situación a la espera de ser redimida de su disvalor o de ser compensada del vuelco operado.

El concepto central de esta etapa de la vida es el de la gratitud de los hijos hacia sus padres. En la Época Moderna los hijos ya no son considerados propiedad de los padres. A estos se les puede examinar si han cumplido con sus responsabilidades . También llega el momento de examinar a los hijos si cumplen con las suyas. Es el principio de la solidaridad familiar.

Los derechos y los deberes son una parte importante de tales compromisos. Pero, más allá de ellos, están los sentimientos y valores de unos sujetos y una sociedad que se evalúa y hace balance de ello.

B. Un reto por descubrir

Desde una noción de sexo desvirtuada se confronta con frecuencia a esta edad tratando de comparar a los mayores con los jóvenes. Es importante recordar que la gama de transformaciones biográficas no cesan a lo largo de las distintas fases del ciclo vital humano, sea éste evolutivo o, como sucede en este caso, involutivo.

De ahí que, más allá de estas comparaciones reductoras, el sexo de la tercera edad esté ahí como un reto por descubrir y en el cual avanzar y profundizar.

Se trata de sus identidades y relaciones. Y, por lo tanto, de la dignidad de sus vidas como personas mayores.

C. Eros y entrañación

Se ha solido estar más atento a la forma juvenil de Eros y menos al sedimento y rescoldo creado por la edad y la convivencia.

Esta faceta de Eros es más tranquila y menos bulliciosa. El resultado de la transformación suele ser conocido como ternura y entrañación.

Las parejas adultas y mayores se quieren con unas formas distintas y es importante saber percibirlas.

3. La viudez

A. Los últimos años

A pesar de las nuevas parejas constituidas en la tercera edad, la ineludible ley del tiempo requiere la consideración de esta última fase de la vida y de su estado propio: la viudez.

El número de hombres y mujeres –más de éstas por su mayor esperanza de vida– en este estado representa una cifra no desdeñable. En todo caso lo mismo que hablamos de evolución a propósito de las distintas etapas, lo propio de esta edad es su involución.

La figura de la evolución e involución ha tenido y tiene su icono en las relaciones de nietos y abuelos. Alguien lo ha definido como el vínculo entre el pasado y el futuro: el mayor futuro junto al mayor pasado.

B. La solidaridad familiar

Junto a los sentimientos de gratitud señalados, relativos a padres e hijos-hijos y padres, el principio de la solidaridad familiar, antes mencionado, tiene por delante el cuidado de las personas mayores de la misma forma que éstas se ocuparon de los menores.

El aumento de los casos de abandono de las personas mayores por parte de los hijos representa un examen con relación a este principio.

El acompañamiento en los últimos años de la vida y en su final constituye un punto inexorable para todos. Los padres ayudan a sus hijos en su evolución; los hijos ayudan a sus padres en su involución. Son –es necesario decirlo una vez más– los deseos de todos–. O sea, los valores.

C. El ars amandi otoñal

Con frecuencia la erótica y el ars amandi han sido descritos a través de la alegoría de las estaciones del año. De esta forma se ha comparado la infancia con el invierno, la adolescencia y juventud con la primavera, la adultez con el verano y la senectud con el otoño.

Las formas de amarse en el otoño de la vida son distintas de las primaverales. Si éstas son floreadas y pujantes, aquellas son sosegadas y tranquilas.

La sociedad suele gustar más de lo más espectacular como es lo joven. Cada edad, como cada estación del año o de la vida, tienen su propio encanto. El arte está en saberlo apreciar.

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