Así es el orgasmo en la mujer y en el hombre

Artículos de sexología y sexualidad. Así es el orgasmo en la mujer y en el hombre

EL ORGASMO FEMENINO

La mujer es capaz de varías situaciones orgásmicas sucesivas, pero cada una en particular se siente gratificada de una manera diferente La duración del estado orgásmico ha sido calculado en un promedio de 20 a 60 segundos.

Siguiendo los análisis elaborados por los sexólogos Masters y Johnson, vamos a describir de un modo muy somero y general el orgasmo de la mujer.

En primer lugar, hay que señalar que es todo el cuerpo quien participa, toda la psicosomática, y no solamente los denominados órganos genitales.

En segundo lugar, hay a lo largo del orgasmo momentos sucesivos en diferentes intensidades. Algunos de estos momentos son culminantes, es decir, llegan al máximo que una persona humana puede sentir y tolerar.

En tercer lugar, anotemos que estos momentos culminantes provocan de ordinario contracciones del útero y de la vagina (especialmente en la zona del tercio exterior). Igualmente, en algunos casos, las sacudidas placenteras o espasmos ocupan los esfínteres rectal y uretral.

Estado de trance

Estas situaciones espasmódicas, por lo común y en casi todas las mujeres, afectan a los músculos del cuello, brazos y piernas. De ahí el carácter de trance en que la mujer entra cuando llega a estas vivencias. Un estado de trance que inunda todo el cuerpo. Y en el que interviene, por decirlo pronto y bien, toda la mujer integral.

Sucesivos orgasmos

Como resultado de este estado espasmódico resultan algunos efectos somatizantes que se traducen en la coloración de la epidermis; la respiración se modifica igualmente en su ritmo; la tensión sanguínea aumenta, los latidos se aceleran… Es la llegada al paroxismo o a lo que normalmente se denomina cúspide orgánica, culmen.

Algunos órganos actúan de un modo más directo en esta repercusión general. Es el caso del clítoris, de los grandes y pequeños labios de las glándulas de Bartholín que segregan lubricante vaginal en estos momentos de un modo más intenso. Algunos, erróneamente, han designado a este fenómeno «eyaculación femenina». La centralización del placer en esta zona es lo que ha motivado muchos equívocos designando el placer sexual en una zona concreta como es la genital. Aclaremos una vez más que esto no es más que unas sensaciones dentro del gran conjunto orgásmico: el desencadenamiento del paroxismo espasmódico o de cúspide.

¿Toda mujer ninfomana…?

Un dato digno de tenerse en cuenta: la mujer es capaz, como hemos anotado antes, de varias situaciones sucesivas de experiencias orgásmicas al máximo. Igualmente, la duración de estas situaciones puede ser alargada en consideración. Es lo que los sexólogos Masters y Johnson han denominado «status orgasmus», especie de estado paroxísmico prolongado. La duración de este estado ha sido calculado por los citados sexólogos en un promedio de veinte a sesenta segundos.

Este dato trae consigo otro igualmente digno de ser resaltado: la multiplicidad de experiencias orgásmicas-culmen en la mujer. Sobre esto conviene tener en cuenta que cada mujer puede sentirse gratificada de un modo diferente. Hay quien tiene suficiente con una experiencia orgásmica intensa. Hay quien requiere varias. Y en esta variedad el número depende de muchos factores: psicológicos, sociales y culturales especialmente.

EL ORGASMO MASCULINO

Se acelera el ritmo cardiaco, sube la presión arterial, los músculos abdominales entran en tensión, la contracción es involuntaria y refleja, la respiración aumenta de ritmo… Son cuatro las fases del orgasmo del varón: excitación, erección, eyaculación y detumescencia.

Un punto básico: el orgasmo masculino no puede reducirse a los órganos genitales o denominados de reproducción. Es todo el cuerpo entero el que interviene, todo el psiquismo y, a la vez, los condicionamientos socioculturales, el modo de ser y de vivir la propia sexualidad.

Una serie de signos físicos aparecen a lo largo de toda la anatomía y fisiología, lo mismo que hemos descrito al hablar del orgasmo de la mujer, aunque ciertas reacciones sean menos totalizantes y de menor repercusión. La excitación del deseo es lo primero que interviene en el desarrollo posterior del placer. El deseo tiene un índice somático en la erección del pene, que concentra en sí lo más significativo de la excitación. El pene en este caso no pasa de ser, como alguien ha dicho, la aguja indicadora que marca en un punto las repercusiones del conjunto. Pero como sucede con un coche, la aguja que marca la velocidad no es la velocidad ni su mecanismo.

Cuatro fases del orgasmo

Considerado en su conjunto, el orgasmo masculino es una repercusión de un sinnúmero de redes neurovegetativas, de factores de la sensibilidad y de motivaciones del deseo erótico. Todo este complejo mecanismo se mueve bajo las órdenes de los centros medulares y encefálicos que transmiten sus mensajes de excitación a través de toda la psicosomática y se centran de un modo especial en los órganos genitales como índice del resto.

Suelen distinguirse en el orgasmo estas cuatro grandes fases: excitación, erección, eyaculación y detumescencia. A través de estas fases una sensación placentera circula por el hombre. La excitación es debida a los incentivos de la sensibilidad. La sensorialidad (todos los sentidos) recibe una serie de sensaciones visuales, táctiles, olorosas, gustativas, etc. Todo hombre capaz de recibir estas sensaciones es capaz de excitarse y de sentir placer. Es el gusto placentero denominado erótico. A la fase de excitación, y como índice, le sigue la erección. Y a ésta un estado de inminencia cuando está cercana la llegada de la eyaculación. El placer, como hemos indicado, varía en intensidad según fases o momentos, según grados de excitación y erección. El pene es un órgano formado por cuerpos eréctiles. La dotación de cavernosidades y fibras esponjosas permite al pene acumular la sangre procedente de una vasodilatación de las arterias genitales.

La eyaculación, irreversible

Mientras tanto se acelera el ritmo cardíaco, sube la presión arterial, los músculos abdominales entran en tensión, los testículos se elevan de posición, las glándulas de Cowper segregan su líquido, la contracción muscular es involuntaria y refleja, la respiración aumenta en ritmo… Ciertas glándulas accesorias de las vías genitales se contraen como son la próstata, la vesícula seminal… La eyaculación es inminente. Este es el momento denominado irreversible. El hombre no es dueño de sí mismo. El mecanismo desencadenado no puede ser controlado. Es una serie de fenómenos que siguen ya su curso al margen de la voluntad o la conciencia. Llegada la eyaculación, todos los fenómenos descritos quedan como en suspenso, con la excepción de las contracciones musculares que pueden seguir el mismo ritmo durante algunos minutos. El pene vuelve a su estado normal y fláccido. Se advierte el sudor en las palmas de las manos, plantas de los pies y un poco en extensión por todo el cuerpo. Es la detumescencia general de todo el organismo movilizado por la excitación erótica. La vuelta a su estado normal del pene es una vez más el índice del resto, como la aguja que marca el estado del conjunto. Todo vuelve a su sitio y a su manera normal de estar.

Prolongar

La intensidad del placer ha alcanzado su punto culminante en los momentos que preceden a la eyaculación y en la eyaculación misma, descarga general psicosomática de la expulsión del semen, no es en este caso también, sino un nuevo índice del conjunto. El placer en estos momentos culmen es el sumo que el hombre puede sentir y tolerar. Sin embargo, la calidad y repercusión subjetiva puede consistir en otros momentos de mayor sosiego y relax, de excitación por ejemplo, sin llegar a este estado de la plataforma orgásmica.

Prolongar el estado de excitación y hacer durar ese tiempo es, como hemos dicho, un modo de convertir el placer en felicidad. Generalmente esto es, una vez más, índice de madurez sexual, de capacidad de degustación erótica y, sobre todo, tratándose del placer compartido, una manera inigualable de tonificar la excitación necesaria de la pareja.

Profunda satisfacción

Se ha dicho que después del placer (de la eyaculación sería más exacto) todo hombre queda sumido en un estado de depresión y de tristeza: «Omne animal post coitum, triste». El adagio ha tenido tanta difusión como falta de verdad. Los momentos que siguen a la eyaculación no son de depresión, sino de felicidad, de bienestar y de sosiego. Al menos ése puede ser el sentimiento del hombre que hace el amor con la mujer a quien quiere. Estos momentos o este tiempo de detumescencia vividos en pareja, en comunicación y comunión, pueden ser —como hemos anotado— intensísimos y de una profunda satisfacción. Cuando no son así es un índice de que la sexualidad no ha sido asumida y vivenciada como personas y que hacer el amor significa nada más satisfacer una necesidad física o fisiológica.

 

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