HISTORIA DEL ANTIFEMINISMO. Un terrible pasado de condena y desprecio

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LA MUJER OPRIMIDA

Los pocos atractivos de las esposas, condenadas al hogar y carentes de conocimientos, puede ser una de las causas del auge de la homosexualidad masculina en la Grecia clásica.

No han faltado al machismo ilustres inspiradores a través de los siglos. Algunos grandes hombres han demostrado una total falta de sensibilidad con sus opiniones sobre la mujer y la relación entre los sexos. Así, no es extraño que con esta herencia aplastante, adobada por las grandes frases y los códigos legales, el hombre se sienta poseedor y egoísta en la intimidad con su compañera.

Con la familia monogámica la mujer ha quedado muchas veces convertida en una máquina reproductora. A partir de entonces será un instrumento fecundante para perpetuar la estirpe del esposo. Por ello las diferentes civilizaciones impondrán duros castigos a la adúltera. Los judíos la lapidan, los griegos la condenan a vestirse de distinta manera, los chinos la hacen pasar por los Siete Infiernos.

DERECHO DE VIDA O MUERTE SOBRE LA ADULTERA

El marido tiene derecho sobre la vida o muerte de su adúltera esposa, aunque esta situación no es provocada por los celos, sino para que de esta manera pueda prosperar el sistema patriarcal. La mujer, con otro hombre, manifestaba una individualidad peligrosa y el funcionamiento del plan podría romperse.

Las leyes nacen de la necesidad del hombre de proteger sus propiedades y dentro de estas propiedades está la mujer, sobre la que tiene derecho de uso exclusivo.

El amor, el cariño, brilla por su ausencia. La mujer puede ser prestada invocando la continuidad de la estirpe. La estéril podía ser poseída por el hermano u otro familiar del esposo, para asegurar la descendencia y con ella la inmortalidad.

GRECIA; HETAIRAS Y ESPOSA EN EL GINECEO

En la antigua Grecia la esposa permanecía en el gineceo, mientras la hetaira, cuya razón de ser es el placer del varón, será libre de discurrir por donde le plazca. Además, ¿cómo nos podemos extrañar del auge de la homosexualidad? La mujer, en la sociedad patriarcal, debía de carecer de todo conocimiento y ser de mentalidad vacía; mala compañía podía hacer a un hombre cultivado. Así, Platón será sublimador del «Eros Celeste» -amor homosexual- propio de los hombres cultos.

El mismo filósofo no tiene por qué ir contra corriente de la época, y sí enaltecer el amor antinatural ante una mujer oprimida y rebajada en lo económico, jurídico y moral.

 

PARA SAN PABLO, LA SEXUALIDAD ES MAL MENOR

Misóginos y asexuales, los padres de la Iglesia aconsejan «condescendiendo, no mandando», que los jóvenes no tengan trato sexual. «Bien le está al hombre no tocar mujer, mas por evitar la fornicación, tenga cada uno su mujer, y cada mujer su marido». Para San Pablo la sexualidad es un mal menor y la virginidad y la continencia son la perfección.

Posteriormente se recrudece esta postura anti-sexual y anti-feminista y así Tertuliano afirmará: «Mujer, debieras ir vestida de luto y andrajos, presentándote como una penitente anegada en lágrimas, redimiendo así la falta de haber perdido al género humano. Tú eres la puerta del infierno, tú fuiste la que rompió los sellos del árbol vedado, tú la primera que violaste la ley divina, tú la que corrompiste a aquel a quien el diablo no se atrevía a atacar de frente; tú fuiste la causa de que Jesucristo muriera…»

Para San Agustín los no casados brillarán en el cielo como las estrellas…

NAPOLEÓN AFIRMA LAS TÉSIS ANTIFEMINISTAS

La Revolución Francesa y su «Libertad, igualdad y Fraternidad», reúne a una serie de mujeres bajo las siguientes palabras:

« ¡Teniendo la mujer el derecho a subir al patíbulo ha de tener también el derecho de subir a la tribuna!» escrita por Olympia de Gouges en la «declaración de Derechos de la Mujer y la ciudadana».

Pero será Napoleón quien afirme las tesis antifeministas y en su Código de 1805, modelo de códigos civiles, se subraya la inferioridad de la mujer, excluyéndola de los derechos políticos y estableciendo su minoría de edad civil, social y económica. No dejándola, además, acceder a la educación; solo debía conocer ortografía, geografía, economía doméstica y algunas nociones de aritmética, historia, botánica, física, medicina y farmacia, estas últimas para atender a su familia.

Con todos estos condicionantes no es de extrañar que el hombre, a la hora de responder en el lecho, separe las necesidades sexuales de las puramente emocionales, y así emplee defensas contra los sentimientos o la manifestación de emociones, mientras busca un comportamiento sexual artificial y rutinario.

Generalmente fracasa, ya que se ha subordinado a la mecánica y está ajeno a las necesidades de la intimidad.

 

Enrique Prieto

Convivencia Sexual (1978)

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