LO QUE SE HACIA EN LOS VIEJOS TIEMPOS

Ritos, magia y supersticiones

Ritos, magia y supersticiones

Las creencias sobre el mejor momento para realizar el coito han variado según las civilizaciones. Algunos sabios opinaban que engendrar hijo o hija dependería del testículo derecho o izquierdo.

Cuando «ser mujer equivalía a ser un macho venido a menos» o «un hombre a medio hacer», o simplemente «una desgracia», muchas mujeres soñaban con una ambición: la de redimirse a sí mismas dando el mayor número posible de varones. Decir esto no es ninguna exageración. Más de un venerable padre de la iglesia estaba de acuerdo con esta máxima: «La desgracia radical de toda mujer tiene su compensación en el holocausto de su virginidad como penitencia o, de no ser así, con traer al mundo hijos varones en los que su vida encuentra una justificación». ¿Qué hacer para no caer en la desgracia?

SANGRE DE MACHOS CABRIOS

Esta era una receta dada por alquimistas y magos. En algunas historias de costumbres se encuentran los recursos a la bebida de sangre de machos cabríos por las mujeres durante las épocas anteriores a la concepción. Señalan algunos cronistas los requisitos que ambos –el hombre y la mujer– tenían que seguir. Por ejemplo, que el coito se hiciera en fases de luna llena. Es curioso este dato, porque en otros sitios hemos podido leer que el coito se hiciera a pleno sol, por el hecho de que el imperio de la luna es femenino y el del sol es masculino.

Añaden algunos la necesidad de que, durante el tiempo del coito, alguien dijera al cielo las oraciones o súplicas de ritual. Los rituales católicos han contado siempre con fórmulas para el buen parto. Las fórmulas para una «buena» concepción pertenecían a rituales semiadmitidos, a veces mal vistos o directamente condenados. Pero el hecho es que a lo largo de los siglos podemos encontrar rastros de esta clase de ritos.

LA ALTURA DE LOS TESTICULOS

Desde muy antiguo se observó que los testículos del hombre no eran iguales. Dato que sigue siendo cierto. Como todos saben, la situación de los testículos no es simétrica. El testículo izquierdo tiene un descenso más bajo que el derecho. Este dato hizo pensar a algunos «sabios» de la antigüedad muchas y muy variadas cosas. Por ejemplo, que engendrar un hijo o una hija dependía de uno u otro testículo.

De este hecho surgieron prácticas singulares, como, por ejemplo, atar uno de los testículos, anularle, cuando se quería que actuara el otro del que iba a surgir el hijo varón o la hija. Por lo general, todos iban en busca de varones, y para ese fin iban orientadas las prácticas que hoy pueden parecernos chuscas o siniestras. Algunos «sabios» fijaron el sexo masculino procedente del testículo mayor y el femenino del testículo menor.

LOS HOMBRES, A LA DERECHA

Otros elaboraron teorías sobre la izquierda y la derecha. De ahí se transmitió una creencia según la cual el dormir de uno u otro lado, o el coitar de una u otra postura daba como resultado un hijo varón o una hija hembra. Evidentemente, el lugar preferencial –la derecha– era el cultivado para tener descendencia masculina. La izquierda era –filosóficamente hablando– una procedencia de segunda calidad.

El gran Aristóteles prefirió la teoría del vigor, un poco al estilo hitleriano. Como todas las cabezas y las ideas que nos han educado han sido hechas al rescoldo de Aristóteles, cuyas doctrinas siguen aún muy vivas en ciertos maestros, no tiene por qué extrañarnos alguna creencia que ha llevado esto al máximo. Por ejemplo: que la hija hembra es el resultado de coitos menos vigorosos que loas fecundantes de varones.

UNA HIJA, UN CASTIGO

Siguiendo la pauta de que «tener un hijo varón es un don de Dios», tenemos que concluir, aunque pueda saber mal, que «tener una hija era un castigo» o, por lo menos, un menor don. Así explicaban muchos el origen de los sexos. Todo esto no deja de ser chocante cuando, a la luz de la ciencia, hemos empezado a saber de qué depende –en términos biológicos– el tener un hijo o una hija.

No olvidemos que los descubrimientos sobre biología de la reproducción son muy recientes. Que en plena edad media la madre era comparada a la tierra y el padre al sembrador, con todas las consecuencias. Que era el padre quien sembraba y que la mujer –futura madre– se limitaba simplemente a nutrir, como buena tierra, lo que el hombre había sembrado hecho ya en potencia, lo mimo que un «hombrecito» o una «mujercita», ambos minúsculos, «homúnculos». Hemos tenido que llegar a los descubrimientos de la biología y de la genética, para comprender ciertos enigmas dejados a la merced de la especulación.

COSTUMBRES TÍPICAS

Quedan todavía muchas costumbres típicas como las de ciertas zonas de Europa central, en las que las recién casadas se hacen pisar las manos por niños para tener también ellas hijos varones. En países eslavos quedan todavía consejos que dan abuelas a hijas y nietas, como los del pellizco al hombre en el testículo derecho durante el coito con el fin de que sea un hijo varón. He aquí otro truco vigente aún en Polonia: la placentade un hijo varón es enterrada y venerada por la madre para continuar teniendo más varones.

Efigenio Amezua

Convivencia Sexual (1975)

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