Proceso a una figura histórica

Un impotente llamado Adolfo Hitler

Sufría la carencia de un testículo y huyó de cuantas mujeres le persiguieron

Solamente Eva Braun, pasó por su amiga y algunas otras se suicidaron

Si no fuera bárbaro, macabro y espeluznante, el caso de este hombre podríamos llamarlo chocante, divertido, interesante. A decir verdad, el superhombre de la superraza no engendró a nadie. Y el superhombre -¡Heil Hitler!- era un infrahombre, un eunuco de nacimiento.

Un eunuco que además -Y sobre todo no lo acepta y quiere disimularlo como una vergüenza horrorosa. Ahí -y no en la insuficiencia de testículos- se encuentra la tragedia de un castrado.

Desde 1968 podemos saber con certeza que Hitler tenía solamente un testículo: el derecho. En esta fecha se dio a conocer el dossier de la autopsia del cadáver quemado del gran Führer. Y muy curiosamente los órganos genitales habían quedado incólumes.

Fue entonces cuando el misterio fue desvelado. Había muchas intrigas en torno a una supuesta homosexualidad de Hitler. Al por qué de no haberse casado, de no haber tenido nunca una mujer con la que convivir y otras muchas anécdotas que de él se han contado.

UNA VIDA SEXUAL ANORMAL

¿Cuál es, en definitiva, la verdad sexológica del caso Adolf Hitler? Vamos por partes. En primer lugar, Hitler padeció lo que suele ser denominado una monorquidia congénita, que consiste en la falta de un testículo. El hecho no es muy frecuente, pero tampoco ha sido la primera vez.

Artículos de sexología y sexualidad. Un impotente llamado Adolfo Hitler

Puede decirse que este dato no es, ni mucho menos, terrible. Lo que no impide que en el caso de Hitler lo fuera precisamente por lo que él montó para suplir esta falta orgánica. Su vida sexual nunca fue ni normal ni aproximada a una posible normalidad, precisamente porque tenía su monoorquidia bien metida en su cerebro y en sus venas.

Todos los gestos de Hitler están encaminados a negar o sobreponerse a este hecho. Y, sin embargo, el hecho está ahí. Cuanto menos se acepta un caso así, más lata da. Eso debería quedar como fundamental en esto.

LA HUIDA ANTE LAS MUJERES

De todos es conocido el resabio que Hitler tenía a las mujeres. Resabio, recelo y aversión… Y también es conocido de todos lo que ha contado un íntimo de sus días y sus noches llamado Kubizek.

Cómo evitaba encontrarse a solas con cualquiera del sexo femenino. Cómo mientras los soldados hacían sus giras en busca de mujeres, Hitler, desde joven, se dedicaba a las arengas y prédicas en pro de la castidad y contra las enfermedades venéreas.

Cómo a los dieciséis años se enamora platónica y líricamente de una cierta Stéphanie, a quien no dirigirá ni una sola vez la palabra. Cómo un buen día en que se dirigía a una casa en busca de alojamiento, a la vista de un albornoz femenino que se entreabría, salió corriendo y huyendo como si hubiera visto al mismo demonio.

UNA MUCHACHA LE PERSEGUIA… INSINUANTE

Las mujeres que se acercaron a su vida han sido una cadena de anécdotas a cuál más decepcionante. Por ejemplo, la hija del célebre editor Hoffman, que, por ver si lograba de él algo más masculino que la política, metía entre sus sujetadores algodones para seducirle con un poco más de volumen del que la había dado la naturaleza.

Artículos de sexología y sexualidad. Un impotente llamado Adolfo Hitler

Ante la insistencia, lo único que Hitler le acordó fue un buen consejo: que se casara con Schirach, jefe de juventudes, conocido homosexual. Tal vez para protegerla o para que, ya que él no pudiera darla más, al menos la diera una protección contra el sexo.

La misma Señora de Goebbels, antes de ser esposa de éste, llegó a preguntarse muchas veces: «¿Pero de qué está hecho Adolf?» «Es un ser asexuado», afirmó igualmente la mujer de Hanfstaengl. La cadena de mujeres que quisieron ver en él a un hombre terminan todas con estas conclusiones.

SUICIDIOS ANTE SU INDIFERENCIA

Y otras muchas inauguraron gestos algo más que anecdóticos ante sus reiteradas decepciones. Por ejemplo, la fila de intentos de suicidio iniciada por María Reiter (más conocida como Mitzy), en 1925.

A los intentos siguieron los suicidios reales, como el de Renate Mueller, que se tiró por una ventana en vista de su fracaso. O el caso de Inge Ley, que siguió el mismo camino. Y Anne Castlenaugh, una inglesa. O la otra inglesa llamada Unity Mitford, que acabó dándose un tiro. Y así la cadena…

EVA BRAUN, AMIGA INTIMA… Y POCO MÁS

Hubo, sin embargo, dos excepciones. La primera, Geli Raubal, sobrina del Führer, que pretendió su amistad y su intimidad. El hecho del parentesco parece ser que logró algo más que la coquetería. Su tío jugó con ella un papel menos claramente desafiador. Se ha dicho que sí llegó a algo más que a una amistad platónica. Lo que parece más cierto es que, siendo su tío, Hitler no se veía tan acribillado ante ella por su situación disminuida. Sin embargo, en vista de los hechos, también Geli Raubal terminó dándose un tiro con la misma pistola que Hitler le había regalado para que se defendiera en caso de que alguien intentara abusar de ella …

Y la otra excepción fue Eva Braun, quien, después de dos escenas tentativas de suicidio, logró apiadar al Führer y fue de hecho quien más logró de él. ¿Qué logró? Georges Valensín afirma muy lacónicamente que tal vez lo único que logró fue unir algunas veces sus zapatos ante la puerta de algún hotel con el fin de desdecir historias…

El la llamaba «Fraulein». Ella, «Mein Führer». En el testamento de Hitler, firmado en 1930, la llama amiga íntima y la deja algún dinero. Luego, como se sabe Eva fue la esposa oficial y única en el último momento y con urgencia.

EL PODER COMO COMPENSACION SEXUAL

Y así pasó la vida, su vida sexual (su nula vida sexual) este hombre, intrigando a todos y a todas. Nadie le vio nunca desnudo. Su modo de vestirse era siempre a oscuras o en retirada, a escondidas y como quien guarda o trata de ocultar algo.

Tampoco ningún sastre logró tomarle medidas para hacer sus trajes. De detalles como estos está llena su vida y súper llena su leyenda ¿Qué había de cierto en todo esto? El caso de Hitler es una cadena de eslabones en tia que todo va encaminado al ocultamiento de su falla natural.

Artículos de sexología y sexualidad. Un impotente llamado Adolfo Hitler

Por otro lado, la voluntad de compensación sexual en la ambición de mando y el poder es de todos conocida por muchos casos en la historia. ¿Es también uno de estos Adolf Hitler? La voluntad de superación es muy propia de los tímidos. Y la ambición omnipotente muy propia de los impotentes.

Sin caer en exageraciones por nuestra parte, todo en la vida de Hitler está probando estas afirmaciones. Su sueño de una nueva raza precisamente en quien nunca tuvo un hijo. Su paranoia de grandezas, precisamente en quien se sintió el más disminuido en lo que tanto es juzgado como índice…

LA JUSTIFICACION DE SU IMPOTENCIA

¿Qué hubiera sucedido si Hitler hubiese aceptado su caso? Esta pregunta no deja de estar algo fuera de Jugar. Pero la planteamos precisamente porque el caso de Hitler se repite, si no con tanta gravedad de consecuencias, sí en otra medida y dimensión.

Hitler nunca reconoció su fragilidad. Sus actitudes fueron las de protegerse con ella y ocultarla. En lugar de asumirla como era. En muchos casos -en todos- el defecto de la naturaleza es suplido con una toma de conciencia de la propia situación. Es lo que suele lograr hoy la psicoterapia.

De no ser así, estos casos son siempre, en mayor o menor escala, unos verdaderos desastres. Si a esto se junta la ambición de mando y sueño de grandezas como en el caso de Hitler, una simple impotencia congénita puede convertirse –así fue de hecho- en una hecatombe, en una monstruosidad mundial.

Hitler pudo estar contento de haber gritado durante toda su vida: «Mi esposa es Alemania.» Y, si no fuera demasiado triste, cualquiera hubiera podido decirle, pensando sólo en Alemania, como mujer: Y su marido es un eunuco. Porque en este caso ser eunuco puede que haya sido una de las causas -y no pequeñas- de todo genocidio…

Hitler pudo estar orgulloso de no haber malgastado, como él decía, su energía sexual. Es también una manera de justificarse ante el hecho de ser un impotente. Los caminos de la impotencia desbordan el simple hecho físico para entrar en una maraña interminable. Y ahí está el riesgo.

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