La masturbación masculinaEn el recorrido de las distintas etapas de la vida de un hombrepor Efigenio Amezúa Ortega
En la infancia El niño vive su sexualidad de muy diversas formas, algunas muy ignoradas del adulto. Cuando Freud habló por primera vez de la sexualidad infantil, aquello fue el escándalo. Cuando, andando el tiempo, los investigadores fueron comprobando, desde diversos campos, que el niño se masturbaba, el hecho fue chocando al principio. Hoy por hoy no suele serlo tanto. La erección de un niño suele provocar ya menos sorpresas en las madres, porque lo van viendo con más naturalidad. De todas formas, son hechos que pueden darse con frecuencia. Al año, a los dos años, a los tres…, cuando el niño esta en su baño o cuando se le cambia de ropa, los contactos en sus órganos genitales provocan a veces la erección, con su correspondiente excitación. O viceversa. Estos hechos son tan normales y comprensibles que sería muy bueno que ningún padre se extrañara de ello. Ya son conocidas las actitudes ancestrales ante estos hechos, muy lamentables por las huellas que dejan en los niños, por las situaciones traumatizantes que luego vemos en la clínica ante el tratamiento de los problemas sexuales. En la adolescencia En los años que preceden a la adolescencia, muchos chicos descubren por ellos mismos, o por otros, el placer sexual, a veces por sorpresa, a veces bajo una enorme dosis de intriga y de curiosidad. En la calle o en el colegio. Durante mucho tiempo, esto ha sido un tema muy callado, pero, por callado, no menos real y dramático. En muchas situaciones las masturbación comienza por situaciones llenas de miedo, de tensión y de culpabilidad. Sin embargo, cuando más de lleno entra el hombre en la práctica de la masturbación es en la adolescencia. La eclosión de la pubertad es un factor determinante. Las estadísticas más elevadas en la práctica de la masturbación corresponden a esta edad de la vida. Es también, por otra parte, la época más pujante y —paradójicamente— la que más represión sufre. La masturbación es, prácticamente, el único comportamiento sexual que la sociedad «reconoce» al adolescente. El resto le están vedadas. A pesar de esto, los sistemas educativos siguen aún infligiendo una gran dosis de culpabilidad en ello. En la juventud y madurez Se ha hablado muy poco de la masturbación en la edad madura. Existen muchísimos libros escritos sobre la masturbación en la adolescencia y, sin embargo, son muy escasos los que hablan de la masturbación en otras épocas de la vida. Se sigue pensando que la masturbación es un fenómeno «de paso», algo a superar con la edad. Y, sin embargo, las constataciones dan un gran porcentaje de personas jóvenes y maduras que se masturban. Hay un hecho que consiste en decir en alto que la masturbación es propia de adolescentes, cuando, en bajo, se sabe que los mayores se masturban. Lo que aquí se juega es simplemente la vergüenza que provoca decir esto. Sabemos, por otra parte, que la masturbación es un fenómeno normal en cualquier edad de la vida. Sabemos incluso hoy que gran parte de las parejas casadas practican, de muy diversas formas, la masturbación. Sea porque él quiere darle placer a ella, o viceversa, sea porque en el conjunto de las caricias se incluye la masturbación. Todas estas formas son modalidades diferentes de un mismo fenómeno. En la ancianidad En la edad adulta —y sobre todo en la vejez— la masturbación sube de baremo en su práctica. En muchos casos se trata de ausencias de compañero sexual. O simplemente de la vuelta a antiguos gustos. O también la sustitución de la pareja por imágenes más agradables o excitantes que ella. En ninguno de estos casos puede hablarse de anormalidades. Habría que hablar más bien de comodidad o conformismo. O incluso, en algunos de ellos, de una satisfacción individual sin más complicaciones. Sexológicamente hablando, hay un hecho claro: y es que la sexualidad y la erótica son dimensiones que cubren toda la vida de una persona. Ante esto, hay quienes optan por la relación sexual; otros por la masturbación; otros, por una práctica combinada de las dos, en intermitencia, y otro, por la abstención. La normalidad no viene de las leyes, sino de las exigencias de cada cual, en combinación con unas expectativas propias. La masturbación forma parte de todo este conjunto. No tratamos aquí de una jerarquización de valores, pero si de una comprensión y vivencia de los deseos personales. Las estadísticas El hecho que hoy ya es admitido por todos los especialistas sin discusión es que, en términos generales, más de un 90 por 100 de sujetos del sexo masculino se masturba. La cifra puede parecer exagerada para quien no esté al corriente y siga pensando que la masturbación es una cosa horrible y mala. Insistimos: los hechos son los hechos. En esta cifra —más del 90 por 100— entran todas las edades. Las encuestas coinciden, también en términos generales, en un matiz de frecuencia y cantidad durante la adolescencia. Kinsey anotó en su célebre encuesta que más del 50 por 100 de hombres casados, y que llevan una vida sexual normal, recurren en determinados casos —a veces con frecuencia— a la masturbación. Otras encuestas, más centradas en la vida conyugal, muestran la masturbación —en solitario o en común— como una práctica relativamente frecuente y abundante. En la edad avanzada la masturbación suele abundar más que en la edad adulta. En cuanto a la masturbación en la infancia, podemos observar que antes de los ocho años se da la masturbación con relativa frecuencia y por muy diversas causas (descubrimiento personal, invitación, iniciación de amigos, etc…), con cifras muy variables desde un 10 por 100 a un 60 por 100. Es muy difícil hablar con precisión, y en términos matemáticos, sobre este punto, como muy lógicamente puede comprenderse. En cuanto a la tierna infancia, son muy variadas las formas de expresión erótica y sexual de los niños. Por otra parte, las encuestas tienen que recurrir al interrogatorio de los adultos, lo cual condiciona las respuestas mediante los recuerdos. Lo que sí podemos decir con toda claridad es que la manipulación del pene y el juego erótico se da desde los primeros años. La clínica nos muestra casos concretos de precocidad muy marcada. Formas de masturbación Las modalidades de la masturbación masculina no son muy abundantes. Generalmente, puede ser reducidas a una serie de técnicas muy conocidas y universalmente practicadas, entre las que se encuentra la manipulación del pene como forma física y visible de estimulación y excitación sexual. Las distintas formas de presión o de caricias varían según los estilos y gustos individuales. Hay individuos que se centran más en el pene que en la zona erógena genital en general. Otros cultivan o se entretienen más en las imágenes o fantasmas eróticos, constituyendo así una forma de excitación más fantasmática que física. Los fantasmas eróticos tienen la ventaja de ser más ricos a nivel personal, dando a la masturbación un estilo y ambiente más sensual y menos mecánico. Otros usan lecturas eróticas para una puesta en situación y un fomento de sus imágenes. Con la divulgación de los fenómenos sexuales hemos podido conocer toda una seríe de «gadgets» o utensilios que se han usado a lo largo de todos los tiempos para esta práctica sexual, y que en nuestros días son exhibidos y vendidos en los típicos y conocidos sex-shops existentes en todo el mundo. Se trata, en general, de sustitutivos del «partenaire» ausente en todo o en parte. Algunas formas de masturbación fomentan imágenes o actitudes sexuales más peculiares, tales como el fetichismo, el voyeurismo, el sadismo, el masoquismo, etcétera.
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