VALORES ERÓTICOS DEL CUERPO

¿ QUE HACE A UN CUERPO SER ERÓTICO?

EL SER ERÓTICO SE HACE

LOS CÓDIGOS ERÓTICOS

SE OLVIDA EL CUERPO MASCULINO

EL CUERPO REVALORIZADO

Antes de nada deberíamos aclarar una cosa: suele decirse que el cuerpo femenino es bonito, hermoso, bello.. Y que el masculino no lo es tanto. Convendría , de una vez para siempre, aclarar que estamos necesitando el lenguaje corriente con ideas que no tenemos, o que, por lo menos, no usamos. Podrían ser las siguientes: el cuerpo femenino es erótico y el cuerpo masculino es erótico. Ella para él. El para ella. Pero decir lo de bonito y hermoso y bello no deja de ser un subterfugio para no confesar que el cuerpo humano es atractivo sexualmente.

¿ QUE HACE A UN CUERPO SER ERÓTICO?

La degradación y confusión referente a este calificativo provoca muchas confusiones. Una gran belleza puede espantar, puede provocar miedo cuando se la intenta ver en intimidad. La belleza en ese caso es un obstáculo para el erotismo compartido.

Lo que hace que un cuerpo humano sea erótico es el deseo de quien se relaciona con él. El deseo de una mujer de hacer el amor, de acariciar a un hombre, hace a ese hombre erótico para ella y viceversa. De ahí la selección de pareja y de ahí las preferencias en esa selección.

¿Pero qué es lo que hace que el deseo de esta mujer se centre en tal detalle o carácter de este hombre ? La educación. Y educación desde lo más hondo. La percepción de las formas como deseadas o indiferentes. La exigencia que tiene la mujer de llenar sus vacíos y complementarse con un hombre. Y al contrario, por supuesto.

Esta exigencia, como todos sabemos, es fruto de la educación y de la cultura. Biológicamente o anatómicamente cualquier pene puede servir para entrar en cualquier vagina. Pero culturalmente el pene es de un hombre, la vagina es de una mujer. Y es muy raro que una mujer elija a un hombre por su pene. O un hombre elija por su vagina a una mujer.

Sin embargo, es muy frecuente que tal mujer elija a tal hombre por el pelo, por su talla, sus manera…el órgano en acción —el gesto— ya no es sólo órgano. El gesto es obra de la cultura, de la educación, y la erótica es gesto, es decir, órgano en acción.

Es también muy frecuente que hombres y mujeres respondan a esta pregunta diciendo que lo que les enamoró fue su manera de ser, su carácter, sus sentimientos, su bondad, su alegría constante o su intriga, su enigmático gesto de lejanía y nostalgia…

Todo esto forma parte del deseo erótico y del objeto del deseo. Y todo esto es obra de educación, de cultura, de cultivo, si se prefiere. De haber nacido en un sitio y no en otro. De tener estos gustos y no otros, de hablar de este modo y no de otro. De saber congeniar de un modo y no de otro…

EL SER ERÓTICO SE HACE

Justamente por todo eso decimos que el ser erótico no nace, se hace. Se nace sexuado, pero se hace erótico. Y el ser erótico querido para una mujer o un hombre lo hace también esa mujer o ese hombre. Y lo hará más o menos erótico. Según el cultivo.

Sin embargo, dado que hay un organismo que funciona en una cierta medida independiente de todo lo que hemos dicho —el macho y la hembra, podíamos indicar para entendernos— hay hombres y mujeres muy poco cultivadores de estos fenómenos descritos y que se contentan con lo básico, lo humoral, lo orgánico, lo hormonal… Sería esto seguir el deseo en su forma más primitiva: en su ser de macho y hembra.

Así resulta que a todo hombre puede parecerle placentero la unión con cualquier mujer. Y viceversa. Pero de la satisfacción de ese deseo primario y elemental al cultivo de una complementariedad de convivencia hay un largo y complicado camino. El del cultivo erótico. El de hacer la erótica. El de hacer más o menos erótica a la persona que se desea y así mismo con ella.

Cuando se hace el amor todo esto se va viendo. Hay gestos que gustan más, otros menos. Hay caricias que producen más placer, otras menos. Hay días que se tiene más emoción haciendo el amor, otros menos. La pareja que hace el amor vive esto y, podríamos decir, lo administra a su manera. Con mayor o menor tacto.

LOS CÓDIGOS ERÓTICOS

Permanecer en la norma —la normal— erótica de una civilización es comportarse según los códigos eróticos que esa cultura da o transmite. Por ejemplo, la nuestra transmite unos códigos muy primarios y restringidos. Por un lado se explota el erotismo de mercado. Por otro lado, no se fomenta el cultivo de una erótica humana personal.

La gran mayoría de las personas sigue, pues, estas dos vertientes. Son víctimas de una sociedad explotadora y víctimas de una falta de cultivo erótico. Por otra parte, la cultura a la que hoy pertenecemos exalta de una manera exacerbada el cuerpo de la mujer en aspectos muy poco humanos, generalmente, consumistas, en pro de un consumo únicamente al servicio del machismo.

Este dato es algo más que alarmante por la hipertrofia en que queda la erótica humana en cuanto tal. Fomenta el «voyeurismo»(mironismo) por encima de otros comportamientos eróticos, como pueden ser el de la complementariedad y el de la convivencia.

SE OLVIDA EL CUERPO MASCULINO

Con esta parcialidad se está pasando en silencio lo que podría ser llamado erótica masculina —que está atrofiada—, mediante el cultivo del cuerpo masculino, para la mujer.

La cultura griega, por ejemplo, cultivó unos códigos eróticos justamente a la inversa. El cuerpo masculino era muy bien conocido y admirado por los griegos. Más aún, podría hablarse de un auténtico culto —más que un mero cultivo— al cuerpo masculino. Los ideales estéticos de los griegos no consideraron en la misma longitud de onda al cuerpo femenino. De ahí el típico y conocido fomento de la homosexualidad masculina.

A falta de este cultivo erótico más humano, la erótica masculina se encuentra hoy excesivamente reducida a un mito de vigor y fuerza, incluyendo todo lo restante en los ideales femeninos, no muy alentadores para que la mujer acceda a la categoría de persona.

Estos códigos culturales de la erótica condicionan el encuentro del hombre y la mujer en la pareja. Y esta pareja se encuentra hoy en un déficit de aprovechamiento dentro de su potencial erótico. El hombre consume a su manera. La mujer es objeto de consumo a la suya. Es un estado que ya Marañón, lo mismo que Wilhem Reich denominó «situación de miseria sexual humana».

EL CUERPO REVALORIZADO

A lo largo de estas reflexiones estamos hablando del cuerpo humano. Y hay algo sobre lo que nos parece muy necesario insistir: tenemos una idea muy anticuada y canija en torno al cuerpo, a la carne, a quien, durante siglos, se ha inundado de calificativos despectivos y malsanos.

La revalorización del cuerpo es un camino inevitable, si se quiere vivir una relación de cariño — cariño viene de carne— en la pareja. Darse cuenta de que no es malo dar y recibir placer. Que no es malo celebrar el cuerpo en el gesto de hacer el amor. Existen aún muchos prejuicios que impiden reconocer este hecho de que el cuerpo humano está o puede estar transido de ternura.

Solamente mediante esta revalorización puede llegarse al encuentro de nuevos cánones eróticos, de nuevos alicientes capaces de proporcionar y lograr que el encuentro corporal y carnal —de personas de cuerpo entero—, no sea una fuente de conflictos, sino una fuente de felicidad.

 

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