SOBRE LOS JUGUETES GENITALES

La industria de los juguetes genitales ha adquirido una gran presencia en el mercado. Los motivos que los vendedores invocan en su publicidad, especialmente dirigida a mujeres, son 1) que en otro tiempo ha habido una gran represión; 2) que las mujeres pueden, al fin, descubrir su inmensa capacidad de disfrutar; y 3) ser libres e independientes.

Queda, en sordina, de este tercer punto —ser libres e independientes—un motivo que se sugiere, a veces, no sólo sin vergüenza sino con toda procacidad: prescindir de la pareja es un motivo de venta. En ocasiones, se añade, como coletilla, que también ésta puede participar. Lo cual puede ser animante. Pero nos vamos a detener en el punto que más nos interesa resaltar.

Tenemos ya muestras para estudios experimentales sobre los efectos de esta ingenuidad , tomada como un recurso o juego y que se ha extendido como forma de prescindir del otro. Curiosamente uno de los deseos más valorados por todos. Y, yendo contra él, el mercado ha generado grandes cifras de beneficios con la fórmula de venta por correo y en los últimos años ha adquirido una especial presencia otra modalidad: la demostración en casa, entre grupos de amigas, siguiendo el estilo tuperwar.

Cuando se profundiza en el uso de estos juguetes se suelen plantear dos aspectos: uno es la confusión entre la noción de sexo y la de placer; otro es el refuerzo de este segundo sobre el primero y el consiguiente olvido de lo que el sexo es por encima de todo: un valor de relación y contacto. En otro tiempo esto ha podido ser visto desde una óptica moral. Y de ahí el recurso del mercado a la beta de la represión y a la liberación de los tabúes: a disfrutar libremente y sin prejuicios. Pero el punto de más interés para nosotros no es ni el moral ni el de la represión —está claro que cada cual puede disfrutar libremente de todos los placeres—, sino que el deseo es importante en la vida de los sujetos como sujetos sexuados.

Puede ser útil recordar algunas nociones dentro del concepto de sexo: por un lado está la dimensión relacional de la misma estructura de la sexuación de los sujetos; y, por otro, lo que esta dimensión proporciona que es la predisposición para el placer de los encuentros. La noción de placer sexual tiene dentro de sí esta trampa que aquí nos acompaña: que los genitales se confunden con el sexo y éste con el placer.

Ambas nociones tienen un concepto previo que es el deseo: Eros, la erótica. Sabemos que lo que más desean los sexos no es el placer de los genitales sino el de los encuentros. La prohibición moral de los placeres ha producido el efecto de acentuar estos como el otro punto del péndulo, es decir, su persecución ansiosa. Pero en términos conceptuales no hay tal péndulo.

La riqueza de Eros en los humanos es la que da valor al sexo. Y, dejando de lado la prohibición o represión moral, el dato principal es que los sexos se buscan para el encuentro. Sus más codiciados placeres son placeres del encuentro.

Se ofrecen recursos para los placeres genitales prescindiendo de los encuentros eróticos. Y se prescinde de los encuentros para aumentar los placeres. Cuando los placeres no dejan ver el deseo, éste corre el riesgo de difuminarse entre los genitales. El fenómeno se plantea de forma similar a lo que sucede con los juguetes infantiles. Queremos que estos sirvan para un fin; no que creen complicaciones o nos aparten de él.

Aclarar estas pequeñas sinuosidades es interesante. Los juguetes genitales se han extendido aprovechando situaciones prácticas y el mercado se ha desarrollado explotándolas. Pero si la tecnología y los artilugios genitales ocultan la fuente principal de los placeres que es la erótica de los sexos, estamos contribuyendo a una distracción muy importante. En este sentido los juguetes genitales siguen la vía de la pornografización del sexo.

E.Amezúa «Sexologemas«

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