El Profesor Saldaña y el primer tratado de sexología

El caso del profesor Saldaña podría ser de interés por dos motivos: el primero por ser un incondicional participante de todas las actividades en las que la temática sexual tenía protagonismo y, el segundo, por haber sido el autor del primer tratado de sexología que, de forma sistemática, es estructurado como campo o disciplina de forma cohesionada y con cuerpo de doctrina. O, como él escribe textualmente «una sexología con entidad propia».

Su entrada en ella fue por la puerta de la criminología —de cuyo Instituto de Madrid fue Profesor y Director— así como por sus contactos en la época de joven posgraduado, becado por la Junta de ampliación de Estudios a varias universidades de Europa, especialmente a las alemanas en donde, desde un comienzo, fue influído por la pujante sexología (Sexualwissenschaft) trabajada en el ya conocido como «Grupo de Berlín» durante esos años.»

Quintiliano Saldaña había nacido en Saldaña (Palencia) en 1878. Tras los estudios preuniversitarios en León, Oviedo y Valladolid, la Licenciatura de Derecho en Madrid, y su asiduo contacto con el Laboratorio de Psicología Experimental que dirigía el Profesor Simarro, presenta en 1905 su tesis doctoral sobre La Pena para empezar su periplo como profesor en Santiago, luego en Sevilla, hasta terminar como Catedrático en Madrid.»

Sociología sexual

Fruto de estos primeros escarceos serán una serie de trabajos que irán siendo publicados de formas esporádicas, aunque, reunidos, verán la luz más tarde en su obra Ensayos de Sociología sexual (Editorial Mundo Latino, Madrid, 1927).

Artículos de sexología y sexualidad. El Profesor Saldaña y el primer tratado de sexologíaEl objetivo de estos siete ensayos —escribe en una sintética introducción— es aplicar a la vida social de nuestro pueblo el módulo o filtro sexual para mejor interpretarla y conocerla. He aquí su índice a modo de resumen: Bajo el signo del sexo, usando los métodos de la ciencia nueva, La vida sexual en España (Primer ensayo) aparece como una formidable evitación.

Luego de esta síntesis, plagada de perspectiva histórica en España, se inicia el análisis de sus problemas sexuales. El más visible, si no el más grave, es La crisis del matrimonio (Segundo ensayo). El matrimonio está en crisis. Alegrémonos. Morirá como rutina necesaria, para renacer como vocación consciente y libre.

A resolver, o al menos a contribuir a su arreglo, llega hoy la solución jurídica de El divorcio (Tercer ensayo), como cercén de lo inevitable, en la diuturnidad de sus fatales consecuencias. Un paso más, y, referido el problema de España a sus bases, dentro de la pedagogía sexual, —y frente a la generalizada mentira e hipocresía basada en el ocultamiento— importa fijar el canon de La verdad sexual (Cuarto ensayo). A continuación, voy a sostener una proposición, acaso excesiva: nuestra civilización es esencialmente asexual. La educación, la instrucción elemental, la Religión, la Moral, las leyes, hé ahí otras tantas instituciones de tendencia asexual. De ahí Una civilización asexual (Quinto ensayo).

Dos coeficientes sexuales del mismo signo gravitan sobre la fórmula social de España. Son tipos de vida sexual anormal y de grave peligro social para las costumbres sexuales. Uno es El celibato eclesiástico (Sexto ensayo), con su daño efectivo, en cuanto envuelve reales pérdidas para el progreso. El otro es la rosada lepra de La prostitución (Séptimo ensayo) que, riente y placentera, infecta sin embargo al hombre y arruina la raza, de la que nadie huye el contacto» (Ib., pp. 18-19).Con estos siete ensayos, elaborados desde 1913, fecha del primero, hasta 1927, año en que aparece el último —y a continuación el libro— el profesor Saldaña ofrece un panorama crítico pero no pesimista de la realidad sexual de España. El de esa «rara avis» que fué su autor, al decir de otro sociólogo más de hoy, Amando de Miguel (Sexo, Mujer y natalidad, Edicusa, Madrid, 1973).

Sexología

Pero si, con esos ensayos, el autor había tratado «algunos flancos de la realidad sexual», mayor interés ofrece su obra siguiente —Sexología (Mundo Latino, Madrid, 1930)— en la que, de forma sistemática, trabajará lo que es, sin duda, una conjunción de su asombrosa erudición junto a su elaboración intelectual en un intento de clarificación y coherencia.

La obra ofrece un privilegiado plano general de todas las corrientes de ideas y debates engarzados por un hilo conductor: lo que denomina «sentido y valor del sexo» (pag. 37) o «valor energético de la sexualidad» (pp.39-40). El término Valor es, en efecto, algo que atraviesa la obra y desde el que plantea «esa magnífica realidad que es la sexología» (p.33).

En ello Saldaña no es nuevo ni innovador. Era ya una idea común y general en el ya citado grupo de Berlín. Pero lo que sí puede ser considerado como nuevo o propio es su esfuerzo —en el ámbito español— por llevar a cabo una tal conceptualización yendo más allá de «la cuestión sexual» o del «tema sexual» o simplemente del «sexo», para plantear su campo científico como disciplina, y ésta no ya desde la consideración médico-legal sino en el cuadro general de las ciencias naturales y sociales.

En este aspecto su esfuerzo puede resultar aún más interesante si no se pierde de vista la tradición de la Medicina Legal de la mano de la Psiquiatría forense, con lo que ello requería respecto a conceptos operativos necesariamente fronterizos a la hora de abordar problemas sexuales como fuente de delitos o enfermedades, enfoques tan distintos a los por él planteados.

Incomprensiones

Más allá de esas corrientes de ideas, y desbordando el restringido campo delictivo o patológico, se plantea la utilidad que se sigue para las distintas disciplinas y profesiones en el caso de que el estudio de la realidad sexual sea abordada como una disciplina más entre las otras. «La historia científica ha demostrado sobradamente esa utilidad —escribe— pero es preciso ser consciente de una serie de prejuicios que lo impiden». A todos esos prejuicios unidos da el nombre genérico de Tabú sexual, aunque para concretar más su hipótesis de trabajo, apunta fundamentalmente cuatro grupos de «incomprensiones».

Artículos de sexología y sexualidad. El Profesor Saldaña y el primer tratado de sexología
En un primer apartado se sitúan las que analiza bajo el nombre de «Incomprensiones culturales», generalizadas bajo la nominación de fobia hacia el sexo o forma común de situarse ante él, de entrada, como ante un peligro o un enemigo, en lugar de acercarse a su realidad de riqueza.

En segundo lugar se encuentran las que denomina «incomprensiones religiosas» que, si bien forman parte de la cultura occidental influída por ellas, existe una dosis especialmente resaltable por el uso y el abuso «no tanto que el sexo ha ocasionado a la religión sino al revés, es decir de la religión hacia el sexo».

En tercer lugar, está la confrontación o enfrentamiento de intereses llevados a lo que denomina «el prejuicio ético», tampoco necesariamente unido al «religioso», aunque muchas veces confundido con él, sino como «bloque resistente de obstáculos netamente éticos».

Y, por fin, en cuarto lugar, apunta el que denomina «prejuicio científico», como forma de «omisión y silencio del exponente sexual en las ciencias humanas» (p.33). El hecho de que, en todo ser vivo, pero más especialmente en el humano, la sexualidad gobierne todos los departamentos de su vida hace pensar en algo grave —sólo atribuible al prejuicio y no ya a la ignorancia— que los científicos no acepten a la sexología como un campo más entre los otros.

Una guía

Lacónico y formulario, dentro de su prosa barroca, tan característica de la época, he aquí cómo sitúa a esta disciplina en su carácter propio: «Ciencia de la vida de los sexos es la Sexología, en el doble significado y uso ambidextro, individual y social. Su alcance se proyecta sobre toda la extensión de la vida diferenciada sexualmente. Que así el sexo del ser determina el género de las cosas: masculinas unas, femeninas otras. Y deficiencias o anormalidades de esa diferenciación dan razón de los estados intersexuales en las personas; del género ambiguo en las cosas» (Ib., p.12).

El joven estudiante de esos años —destinatario en definitiva de la obra— pudo encontrar en ella la reseña de libros fundamentales, artículos, revistas monográficas, manuales y diccionarios así como una guía de los Congresos y Asociaciones con sus principales líderes o «dinamizadores» en los distintos países. «Organiza estos Congresos —escribe, por ejemplo— la Liga mundial para la reforma sexual sobre bases científicas. Presidentes de ella son: por Suiza, el Dr. August Forel (n.1848); por Inglaterra, el Dr. Havelock Ellis (n.1859), y por Alemania, el Dr. Magnus Hirschfeld (n.1868), etc.» (Ib., p.22). Sobre este último, sin duda especial objeto de sus preferencias, escribe con tono de simpatía: «Vino al mundo para contribuir a que la cuestión sexual no sea ya la cuestión tabú por excelencia; sino que quede sometida, en todos sus aspectos, a la discusión científica y con toda publicidad. Porque no hay remedio a los males sexuales, a los abusos, a las perversiones, a las enfermedades, que no sea la instrucción positiva, distribuida ampliamente y que no se halle en la libertad y en el conocimiento «(Ib., p.23)

A Saldaña le preocupa —incluso le obsesiona— poner en situación a su lector sobre los más elementales datos de lo que reseña. De ahí su detenimiento continuo en precisar los lugares donde se celebran los congresos, las fechas, los nombres de los responsables, los títulos de las obras producidas por los distintos autores sobre los temas específicos que tratan. Es lo que lleva a esta obra a ser considerada como una guía de entrada en este ámbito o campo de la sexología.

Con estos preliminares, el cuerpo de la obra —es decir del tratado de Sexología que comentamos— se centra en la exposición general de la disciplina y en «sus especialidades o ramas», de las que esboza hasta un total de siete: Sexología biológica, Sexología psíquica, Sexología pedagógica, Sexología moral, Sexología mística o religiosa y Sexología anormal o criminal. Otras dos «ramas» —la Sexología antropológica y la Sexología Social—, aunque aludidas, no son abordadas expresamente, con idea de volver en otro momento sobre ellas. A decir verdad, aspectos de ello habían sido ya abordados en la anterior obra, ya citada, Ensayos de Sociología sexual.

De esta forma, lo que había empezado como una reflexión genérica sobre el sexo desde hacía siglos, o lo que había sido tomado como campo únicamente de expertos en manicomios o confesionarios durante los siglos XVIII y XIX, en la idea del Profesor Saldaña, sin menoscabo de que fuera objeto de «polémicas políticas», se convierte en el objeto de estudio del que otros campos científicos puedan ser los primeros beneficiados. Tomar en serio la sexología era, más que una cuestión de moda, una exigencia y realidad científica.*

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* El Profesor Saldaña murió el 12 de diciembre de 1938.

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