LA MODERNIZACION DEL SEXOPaul Robinson

 

INDICE

Prefacio

Cap. I.- Havelock Ellis 7

Cap. II.- Alfred Kinsey 51

Cap. III.- William Masters y Virginia Johnson 133

Epílogo: Modernismo sexual y romanticismo 209

Notas 213

 

 

PREFACIO

 

El sexo ha sido siempre una cuestión primordial, tan importante para la experiencia humana como el ganarse la vida, la conquista de la naturaleza o el conocimiento del sistema social. Sin embargo, pocas veces ha sido objeto de un tratamiento serio. De hecho, a lo largo de toda la historia europea y americana, el «pensamiento sexual» no ha pasado de un conjunto de prejuicios populares, a veces codificados por autoridades médicas o explotados por los pornógrafos, pero sin alcanzar la coherencia y dignidad que uno asocia a la palabra «pensamiento». La única excepción significativa es la obra del Marqués de Sade, cuyo aislamiento intelectual se refleja en el carácter radical de sus ideas.

 

Con todo, en el sigto XX el pensamiento sobre el sexo se ha ido explicitando y sistematizando, dando lugar a la aparición de un nuevo tipo de intelectual, et sexólogo. Así pues, la tesis fundamental de este libro es que el pensamiento sexual es componente integral de nuestra historia intelectual, y que los más importantes teóricos sexuales modernos merecen tanta atención por parte de los historiadores de la cultura como los grandes filósofos, teólogos y pensadores sociales de la época.

 

De hecho, sólo un teórico sexual moderno ha atraído tal atención intelectual: Sigmund Freud. Sin embargo, Freud es bastante más que un teórico sexual, y sin duda, figuraría también en la historia intelectual moderna aunque no hubiera escrito una sola palabra sobre el sexo. Y, a la inversa, si hubiera escrito sólo sobre el sexo, hubiera sido tan rechazado por los historiadores como las figuras que analizo en este libro.

 

Havelock Ellis, Alfred Kinsey, William Masters y Virginia Johnson, son, después de Freud, los pensadores sexuales más influyentes de este siglo. A ellos, y a Freud, les debemos los cambios en la concepción de nuestra sexualidad. En los retratos intelectuales que siguen, he analizado sus escritos de la misma manera que podría haberlo hecho con los de un importante filósofo o teórico político. Es decir, he intentado descubrir los presupuestos, los prejuicios, las tensiones y los modos de razonamiento que caracterizan sus obras, lo mismo que las importantes semejanzas y diferen- cias de sus respectivos tratamientos de ciertos temas sexuales. Este enfoque representa una historia intelectual en su variedad más pura. Ignora las consideraciones prácticas y biográficas para atender exclusivamente a las ideas. Se trata de un enfoque desacostumbrado, e incluso temerario, para tratar algo con tanta carga emocional como la sexualidad humana. Sin embargo, he aceptado el riesgo para subrayar el papel de teóricos de mis protagonistas; es decir, en cuanto hombres y mujeres que no sólo han aportado un corpus significativo sobre hechos de la sexualidad humana, sino-6- que además han creado distintas corrientes de pensamiento sobre la experiencia sexual humana.

 

Agradezco el apoyo de la «Fundación John Simon Guggen- heim» y de la Universidad de Stanford a mi investigación, en diversos momentos de la evolución del libro. El primer capítulo apareció como artículo en el número de invierno de 1973 de Salmagundi.

 

Carl Degler, Martin Duberman, David Lynch y Scott Massey leyeron partes del manuscrito, haciéndome críticas y sugerencias por las que les estoy muy agradecido. En varias ocasiones también me beneficié de los inteligentes consejos de William Abrahams. Debo mi agradecimiento más profundo a mi hermano, James Robinson, verdadero maestro en el uso del inglés, y a mi colega Peter Stansky; sin él, los argumentos de este libro hubieran sido menos concluyentes y también menos juiciosos. Ambos leyeron todo el manuscrito con gran atención, y ambos también me aportaron la justa medida de críticas y ánimos. Finalmente, también deseo expresar mi reconocimiento a Hugh Van Dusen y Cynthia Merman, de «Harper & Row». No se puede pedir mayor apoyo editorial.

Stanford University.

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