La educación de los sexos,

semilla epistémica de atrevernos a saber.

Ideas sueltas a la luz de Teoría y Práctica de la Educación Sexual

Por

Carlos Mario Sánchez V.

Tal vez por formación académica con una mezcla de placer solitario, me gusta escribir. Me gusta escribir de lo que escucho, lo que veo, lo que siento y últimamente, inspirado por el Master en Sexología, escribir de lo que leo. Sin mayores pretenciones me gustaría compartir con usted, algunas ideas, comentarios e inquietudes del texto Teoría y Práctica de la Educación Sexual, que como la mayoría de sus textos, es imposible abarcar respetuosamente en tan pocas líneas.

Con la lectura del texto me he hecho la pregunta básica de ¿Cuál es la educación de los sexos que se impone en mi medio particular? Y muy a mi pesar me doy cuenta de que no es otra que la de la actualización de los anteriores problemas. Más aún, me sorprende que esa actualización está legitimada por lo principales (principales en figuración) exponentes de la sexología local con la ayuda de los medios de comunicación. No veo que se le apueste a la Modernización de los Sexos, de ambos sexos y al acercamiento real al hecho sexual humano a través de sus enriquecedoras rutas y no con un DSM(n) debajo del brazo.

Estamos hablando de sexo y no estudiando/enseñado sobre los sexos, estamos lejos de la verdadera educación. En este caso, parafraseando a Savater me he preguntado ¿Educar para qué? Y me aventuro a responder con los elementos del texto, que debemos educar para comprender la sexuación de los sujetos como un fenómeno por el que todos y todas se hacen (nos hacemos) sexuados, nos vivimos, sentimos, expresamos y comportamos como tales.

Comprendo como usted dice que los sexos han sido mirados desde muchas epistemes, la psico, bio, socio, etc; pero no están siendo mirados desde su propia episteme. Y para poder hacerlo hay que conocerla, re conocerla y apre(he)nderla.

El texto me ha permitido reafirmar la idea de la gran oportunidad que perdimos todos con el fenómeno de la cuestión de las mujeres. No pretendo de ninguna manera desvirtuar su lucha política, pero me apena el desvío y la tardía forma de comprender, aún no de forma unívoca, que la Cuestión de las Mujeres está incluida en la Cuestión de los Sexos. Así, si se hubiese visto el verdadero enemigo, que no era el hombre en sí, sino el modelo, otros pasos estaríamos dando ahora diferentes a superar esa lucha intestina aún medio vigente.

La teoría de género, la mujer genérica como resultado político a la hegemonía del hombre, es un fenómeno comprensible en su espacio y tiempo particular. Pero he aprendido que la Cuestión Sexual no puede resolverse desde uno de los sexos, debe hacerse desde cada uno, y entre ellos, y a través de ellos.

Para combatir el concepto sexo como discriminación nació el género, la historia nos ha demostrado que bien o mal ese paso se dió, pero lastimosamente ellas tuvieron que dejar de ser mujeres para ser mujeres, y con ello nos han intoxicado a muchos, que llegamos al mapa del hecho sexual humano todavía con términos como género, rol de género, rol de indumentaria, deber ser, etc… alejándonos del sexo (de los sexos) con la intención de comprenderlos. Que paradójico. “Si la lucha política ha sido urgente, la epistemología es importante” y muchas veces nos ocupamos de lo primero, olvidando lo segundo.

Después de leer el texto comprendo que las nuevas masculinidades y las nuevas feminidades son una falacia. Debemos hablar de los sexos y como ellos se sexúan en una época específica, en un espacio específico. Entonces no son de plano nuevas (masculinidades y feminidades), sino que son parte de cada uno de los sexos, de unos y otros. De los sexos ahora, del hombre y de la mujer de ahora, no es genérico, es sexual (de los sexos). De unos sexos estudiados por una teoría de los sexos moderna, que comprende que ellos (los sexos) se atraen, se buscan y desean convivir; que trata a los sexos por igual, que es científica.

Confieso que a veces he pensado que los sexólogos de primera generación, enfrentados a la Psychopathia Sexualis, podían pecar de superficiales, o banales, pero leyendo y releyendo me doy cuenta que no había que buscar enfermos en dónde no había enfermedad, ni buscar terapia en dónde la educación como comprensión de los fenómenos era suficiente.

Quedo con la duda de por qué los tristemente célebres Otto Weninger (y su teoría de la bisexualidad psíquica) y Moebios (y su teoría del poco valor que tiene el estudio de la degeneración). Tengo que leer un poco más al respecto.

La educación de los sexos será la semilla de la nueva gran ruptura epistémica, la ruptura epistémica de atrevernos a saber. Es esa nueva revolución sexual silenciosa, paciente, no tan rápida como algunos queremos, pero que avanza.

Viendo el mapa del hecho sexual humano, comprendo cómo los modos se dan en el sexo y la sexuación y cómo los matices tienen su expresión en la erótica y la amatoria. ¿Es correcto?

¿Cuando la pareja no es el otro más otro de todos los otros, sino alguien de su mismo sexo, obviamente con sexuaciones particulares, (no existen iguales), al verlos en el mapa lo que es pareja/fecundidad, y más aun en procreación, se puede traducir en un proyecto de vida conjunto? ¿Una empresa? ¿Ese es el camino a realizarse? Pensaría que si, o el mapa tendría rutas selectivas o vedadas y no creo que así sea.

La clínica ha usurpado lo que es o debe ser el objeto de la educación de los sexos, creando historias clínicas en vez de conocer biografías sexuales, patologizando lo que son las particularidades, porque “Las dificultades comunes son muchas, pero los trastornos son muy pocos”

Para qué preocuparnos de la extensa lista de los elementos sexuantes, si el Quid del asunto es la egosexuación. Al sujeto sexuado, al usuario, tal vez no le importen los elementos sexuantes. Por lo tanto es más pertinente ayudarle a leerse en el mapa, situarse en él, no en los antecedentes del mapa. No recorrer las rutas anteriores, ni todas las rutas posibles, recorrer la ruta particular de su propia biografía.

¿Suena trivial? Tal vez, pero para la egosexuación, poco importan los aspectos hipofisiarios o suprarenales, o hipotalámicos. Sé que los conductuales, experimentales, simbólicos sí, pero esta no es una sopa a disgregar para ver qué pizca de esto o de aquello existe. Partir de la egosexuación me parece la opción del acompañamiento y la educación sexual ¿Estoy equivocado?

Me gusta la expresión de los Hijos del Deseo, ya no los del instinto sexual o los del condicionamiento social. Son los nuevos hijos, los hijos del deseo de la pareja de amantes. Así nos alejamos del mono desnudo hasta llegar al placer del ars amandi.

De soltarle la mano al mono desnudo, llega el nuevo concepto de pareja y de familia. Familias fruto de los deseos, de los proyectos, de la elección. Que me recuerda a Stephen King en su libro The Body cuando decía, palabras más o menos, que es extraño que los miembros de una verdadera familia se críen bajo el mismo techo.

Al final, no resta más que reconocer el fracaso de la educación sexual actual, dedicada en la mayoría de las oportunidades a hablar de sexo, del sexo que se hace y no del sexo que se es; por lo tanto, es comprensible educar desde y para la asistencia y no para excitar el conocimiento y el goce de ser sujetos sexuados con modos, matices y particularidades.

La sexología es una asignatura pendiente, no de pizcas, sino de fondo. Los seres sexuados la reclaman, está dentro de sus prioridades, amar y ser amados (la pareja) y con la comprensión del hecho sexual, las cosas serán, no más fáciles, pero sí más simples, después de comprender los fenómenos del complemento, desde la compaRtibilidad; con sus respectivos contenidos actitudinales, conceptuales y procedimentales.

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